CAPÍTULO 8

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El resto del fin de semana apenas salí de la cama, me sentía débil y la mayor parte del tiempo solo tuve sueño. Lila y mi madre me explicaron que las pesadillas posiblemente eran otro tipo de avisos de que el despertar se efectuará pronto en mi.

El martes por la mañana me encontraba mejor y solo podía pensar en la persona que quería ver.

Estas ganas me asustaban me hacían querer retroceder, frenar esto... Lo que sea que esté pasando entre él y yo. Pero por otro lado sus ojos no abandonaban mi mente, oscuros y salvajes.

Mientras preparo la mochila un pensamiento se cuela en mi cabeza:

¿Cuánto tiempo piensas ocultarle lo que eres? ¿Y qué creés que pasará cuando él se entere de que la posibilidad de que mueras existe?

Aquello me rondó todo el día.

Estaba segura de que él notó el cambio en mi actitud pero no dijo nada.

Caminamos en silencio a casa algo que entre nosotros nunca fue incómodo, aunque este silencio es diferente, no hay miradas cómplices ni roces por "accidente"

—¿Porqué estás tan callada? —Pregunta de forma abrupta y sin mirarme.

Sólo le devuelvo silencio.

Por el rabillo del ojo veo como su cabeza baja clavando la vista en el suelo, acción que me hace arrugar las cejas.

—¿Este comportamiento se debe al beso? —Cierro los ojos al oír esas palabras. -Si hubiese sabido que un maldito beso nos iba a Alejar...

Quiero gritarle que no es así, que no puedo pensar en otra cosa desde que me besó, pero, ¿Quién soy yo para engañarle así?, ¿como íba a seguir con esto sin destapar la verdad? No quiero que él cargue con mi destino incierto debo ser justa.

Me aclaro la garganta antes de hablar sin tener aún claro lo que decir.

—No, Aylan yo... -

—¿Entonces qué ocurre?, dime algo, Adanae. —Me interrumpe.

Se detiene y yo con él, quedamos frente a frente.

Tenerlo así lo hace todo más difícil no soy capaz de mirarle a los ojos y aún no estoy preparada tengo que pensar, tengo que ordenar mis pensamientos antes de tener esta conversación.

—Aylan, ¿Podemos dejar esto para otro momento? Por favor. Yo... Aún no me encuentro muy bien.

No estaba mintiendo del todo.

Gira la cabeza hacia otro lado luciendo molesto, solo asiente y retoma el camino a casa.

Al cruzar la puerta saludo débilmente y me excuso a mi habitación inventando que tengo mucho que estudiar, no es que fuese del todo mentira.

Tiro la mochila al suelo de cualquier manera y me siento frente a la ventana observando el cielo, que se tiñe con diferentes tonos de naranja dándole la bienvenida al atardecer.

Adanae, eres una niña extraordinaria, pero ya sabes que somos diferentes y no podemos crear lazos con nadie, debemos guardar el secreto de las mujeres Cowen. El mundo no sería bueno con nosotras si se descubre lo que somos.

Recuerdo las palabras de mi madre cuando llegué a los diez años. En ese entonces el poder empezó a manifestarse en mi de manera más violenta.

No tuve problema con eso acepté lo que era, lo que había dentro de mi. Sin amistades cercanas, sin fiestas, sin nada.

Segura estoy de que si Lila no hubiese estado en casa mamá no habría autorizado la salida con Aylan. No tengo nada que reprochar, sé que todo lo hace para protegerme pero es tan difícil para mí crear distancia con él, me repito una y otra vez que es lo correcto, que no hay otra opción.

Mis ojos vuelan hacía la persona que sale de la casa de enfrente, no sé cuánto tiempo he pasado cavilando, el día a empezado a oscurecerse.

Despierto de mi letargo y pego la espalda a la pared para esconderme, rezando para que no haya llegado a verme.

Demasiado tarde mis temores se hacen realidad cuando un golpe en la ventana me hace saltar a causa de los nervios.

Exhalo despacio, en un intento de calmarme antes de enfrentarme a él, debería haber sabido que no me iba a dejar tranquila.

Asomo la cabeza y ahí está tan... Oscuro como siempre.

Ropa negra de pies a cabeza, su capucha cubriendo media parte de esta misma dejando visibles mechones igual de negros despeinados sobre su pálida frente, sus manos hundidas en los bolsillos del pantalón, pose desenfadada, actitud arrogante y espesas cejas fruncidas.

—¿Qué tienes, diez años? ¿O, estamos jugando al escondite y no me enteré? Porque si es así... Empezaré a contar, pero desde ahora te aseguro que te encontraré. —Un lado de su boca asciende creando una media sonrisa ladina.

Este chico va a ser mi perdición.

El viento alza el vuelo hasta ahora tranquilo, mi cabeza ya acostumbrada no lucha contra el inminente susurro.

—Aylan, tengo que estudiar ¿Qué quieres? —finjo el tono molesto de mi voz.

—¿Sabes lo que quiero Adanae? Que dejes de engañarme de una vez. Baja. Tenemos que hablar.

—No me digas lo que tengo que hacer. —Esta vez no tengo que fingir.

—Bajas o subo, como prefieras.

Intento discernir si sus palabras son reales, si sería capaz de trepar por la enredadera y llegar hasta mi habitación.

Una mirada sin un asomo de duda y una ceja levantada, son toda la contestación que necesito.

Suspiro sonoramente mientras sopeso mis opciones.

No quiero bajar y anunciar de nuevo que voy a ver al vecino, no tan pronto al menos, mi madre necesita tiempo. Entonces no podré usar la puerta principal.

—Tengo todo el tiempo del mundo. —Exclama, desde abajo con la risa llenando su voz.

Miró hacía abajo intentando mostrar todo el odio que siento ahora mismo. Pero también hay algo más, algo que me mueve, algo dentro de mi que quiere arriesgar.

En ese momento tomo la decisión.

—Voy a bajar por la ventana.

Sus cejas se elevan en sorpresa, su boca se abre ligeramente, pero enseguida es remplazado por un brillo divertido en los ojos y una sonrisa ancha.

—Estaré preparado para cogerte en caso de que sea necesario. —Dice mientras da unos pasos para estar más cerca. —Confía en mí.

Confía en mi.

Saboreo esas palabras en mi boca queriendo creer en ellas con todas mis fuerzas.

Me giro mirando una vez mi habitación, escuchando el pasillo detrás de la puerta cerrada pero todo esta silencio.

Sin pensar demasiado en lo que hago subo una pierna por encima del alféizar, despacio, y después la otra, me agarro al borde de la ventana con los dedos blancos por la fuerza empleada,

voy tocando con los pies huecos en los ladrillos buscando el canalón en el que apoyarme, lo encuentro y voy deslizandome muy poco a poco con miedo a caer, no es que sea una altura demasiado alta pero aún así.

Toco el suelo con los pies con una sensación de euforia en el pecho, me giro hacía Aylan con una sonrisa en la cara, algo salta en mi estómago al ver que esta tan cerca.

El me responde con otra sonrisa y una chispa de asombro en sus ojos de cuervo.

—Vaya, ¿Es la primera vez que lo haces?

—Si. —La voz me sale debil a causa de su cercanía, ya casi no pasa aire entre nosotros.

Huele a viento y a cuero.

—Entonces, me siento privilegiado.




































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