Transcurren dos días sin problemas febriles ni pesadillas, solo algún susurro malhumorado en mi cabeza.
A la salida del instituto me dirijo a casa con Aylan a mi lado algo que se ha convertido en rutina. Camina con las manos metidas en los bolsillos y mirando hacía delante, portando esa aura oscura de chico malo con la que consigue intimidar, y a su vez ese encanto atrayente que solo poseen un número limitado de personas.
Nota mi mirada sobre él y se gira.
Cuando inclina la cabeza sonrío, siempre intenta leer lo que pienso como si pudiese ver a través de mis ojos.
A veces creo que es capaz.
No hablamos de lo que pasó en la enfermería y me parece perfecto. Una sonrisa traviesa tira de de su boca y en un abrir y cerrar de ojos esta parado frente a mi haciendo que me detenga en seco, agarra un mechón de mi cabello entre los dedos y juega con él.
Existe una extraña atracción entre nosotros, una fuerza gravitacional que nos obliga a estar cerca el uno del otro. El viento parece advertir mi nerviosismo por su cercanía sigilosamente nos envuelve, silencioso y helado.
Tiene el semblante pensativo de alguien que busca las palabras exactas para expresar lo que quiere decir, o quizá desea hacer preguntas.
Preguntas para las que yo no puedo darle respuestas.
De un modo u otro no rompe el silencio.
Cuando me tumbó en el sofá esperando la cena reparo en lo agotada que me siento físicamente.
Pronto sucederá, cada día lo siento más cerca.
Es como un animal salvaje recluido en mi interior, rasgando mi piel deseando salir a la superficie.
Una mano suave cubre mi mejilla.
Encuentro a Lila con la preocupación escrita en sus hermosos ojos violeta.
—Estás ardiendo, Adanae.
Trago sintiéndome algo mareada.
Mi madre me mira desde arriba, su cara está desencajada ni siquiera la he oído acercarse.
—Lila, está perdiendo color.
Su voz es ansiosa y baja, sus ojos se llenan de lágrimas.
Lila dice algo más pero ya no escucho nada.
Una oleada de náuseas me impulsa súbitamente hacía arriba.
En mi aturdimiento aparto a Lila de mi camino y voy dando tumbos al baño.
Aún no he salido completamente de ahí cuando mi madre me atrae hacía ella, le devuelvo el abrazo e intento tranquilizarla diciendo que todo está bien, que yo estoy bien.
Ambas sabemos que esto es solo el principio.
Lila se une a nosotras y nos quedamos unos minutos así, a veces esto es lo único que necesitas.
Me voy temprano a la cama después de prometer que las avisaré si siento la más mínima molestia. Algo me dice que está noche ninguna de ellas dormirá.
Salgo de la ducha escuchando un ya familiar sonido en la ventana.
Meto los brazos en una rebeca de punto y desenrollo rápidamente la toalla en mi cabeza, me atuso el pelo sin preocuparme demasiado en ello, así de mojado no se puede hacer más.
—¿Esto se convertirá en una práctica habitual? —Pregunto sin alzar la voz, luchando por esconder una sonrisa.
Parece fundirse con la noche.
Su ropa, su pelo, sus ojos. Todo en él es oscuro.
—¿Igual que tu tendencia a saltarte la comida más importante del día?
Ruedo los ojos ante su tono arrogante.
—¿Crees... Qué te dejarían salir un rato? —Propone.
—Son casi las diez de la noche.
Sé que no es una buena excusa, pero si después de lo que ha pasado hoy sugiero que me dejen salir y además con un chico, me temo que la respuesta sería negativa.
—Lo sé, tienes razón. Yo... He estado algo ocupado en casa, quise avisarte antes.
Se pasa la mano por el pelo y en su aliento se forman nubes de humo a causa del frío.
Frunce el ceño y mete las manos en los bolsillos del pantalón como si estuviera nervioso y no supiera que hacer a continuación.
Esta versión de Aylan es completamente diferente y divertida de presenciar incluso parece un chico de su edad.
—¿Mañana?, si no tienes nada que hacer claro.
Cuadra los hombros y me mira directamente.
Sonrío por su cambio de actitud.
—Esta bien, hasta mañana. —Acepto.
—Buenas noches, Adanae.
Se lleva dos dedos a la sien perezosamente como despedida, mientras una lenta sonrisa se extiende por su rostro.
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El Despertar Del Poder
FantasíaAdanae acaba de cumplir dieciséis años, lo que significa que ha llegado el momento que toda bruja Cowen teme: El despertar de su poder. Por si eso no fuese suficiente, la llegada de un nuevo vecino al pueblo de Sondville le hará replantearse todo. ...