CAPÍTULO 3

70 9 2
                                    

Escucho el sonido de la cerradura y un segundo después aparece mi madre.

Cambio de posición en el sofá y me quedo sentada, cuando me ve se acerca de forma apresurada, debe ver algo en mi cara.

—¿Qué ocurre? —Pregunta inquieta.

—Mamá estoy bien no te preocupes tengo que contarte algo, siéntate.

—Adanae, habla. —Ordena.

Se sienta a mi lado y agarra mis manos.

—Estaba cerca de casa cuando comenzó a llover el cielo oscureció y el viento empezó a agitarse violentamente, susurros feroces invadieron mi cabeza como nunca antes, no podía ver nada, casi no podía respirar, no lo pude soportar y desmayé.

Su cara va palideciendo a medida que me escucha.

—Aylan, el hijo de los nuevos vecinos me encontró en el suelo y me ayudó.

Parece que la última parte no la escucha.

—Adanae. —Traga nerviosamente.

Un mechón de su cabello castaño oscuro rojizo escapa de su recogido.

—Cariño, tienes que saber que esto es una señal de que el despertar está cerca y posiblemente no será la última nos ha ocurrido a todas tuve que contártelo antes.

No puede ocultar su nerviosismo nunca la he visto tan asustada.

—Mamá, mírame estoy aquí estoy bien.

Se aferra a mi fuertemente mientras acaricia mi espalda.

Cuando esta más calmada preparo chocolate caliente para las dos y nos acurrucamos en una manta viendo una peli a la que creo que ninguna presta demasiada atención.

Me despierto sobre las tres de la mañana con la tele encendida y mi madre aún a mi lado, me levanto despacio del sofá para no despertarla.

Voy a por un vaso de agua después de apagar el televisor y me acerco a la ventana, la noche está oscura y silenciosa y con esa calma que queda después de una tormenta.

Mi mirada se dirije a la casa de enfrente a la luz encendida en el piso de arriba, sin pensarlo subo a mi habitación.

Cojo un libro y me recuesto sobre mi cama sin perder de vista la ventana esa tiene que ser su habitación estoy segura, no pasa mucho tiempo hasta que Aylan aparece, me levanto de un salto y gesticula con la mano diciéndome que espere para volver dos minutos después agarrando un papel donde ha escrito con letras enormes: ¿Estás bien?

Me rio y asiento él suelta el trozo de papel y me devuelve esa sonrisa de medio lado.

Escucho a mi madre llamarme desde abajo así que me despido rápidamente apago la luz y bajo algo apresurada las escaleras.

—Estoy aquí mamá no quise despertarte me desvelé y subí a leer algo a mi habitación, vete a la cama estoy bien.

—Esta bien cariño.

Esta agotada me da un beso en la frente y desaparece por las escaleras.

A la hora del almuerzo estoy sentada en un banco del instituto con el libro que empecé anoche cuando veo que Etsy se acerca.

—¿Podemos hablar un momento? —Pregunta mirándome desde arriba.

Cierro el libro y señalo que se siente.

Toma asiento a mi lado y se queda mirando al frente, es un silencio cómodo pero sé que tiene que decir algo importante, al cabo de unos minutos suspira pasándose la mano por el pelo rubio lo hace todo el tiempo.

—Adanae yo... —Toma una respiración larga y al final me mira. -Me gustas... desde hace tiempo pero no me atrevía a decir nada porque sé que para ti solo somos amigos.

Y tiene razón ni siquiera sé porqué, solo sé que no puedo verlo de esa forma.

—No es necesario que digas nada. —Agrega con un atisbo de sonrisa forzada.

Pero debería decir algo lo que sea, en su lugar me levanto cuando él lo hace y le abrazo.

—Lo siento Ets.

Puede que no sea lo más apropiado pero es lo único que me sale.

Susurros inquietos cobran vida en mi cabeza cuando el viento se agita levemente a nuestro alrededor.

Levanto la vista y no muy lejos se encuentra Aylan, me mira con el ceño fruncido y una extraña expresión.

Me separo de Etsy no queriendo alargar más este momento.

Aylan ya está viniendo hacía aquí, cuando esta a mi altura mira en la dirección en la que se ha ido Etsy.

—¿Ese es tu...?

Deja la pregunta a medias para mi.

—Amigo, es mi amigo. ¿Supongo que es tu primer día en este instituto?

—Supones bien, es mi último año.

Una especie de energía magnética nace entre nosotros cada vez que nuestras miradas se cruzan.

—Espérame a la salida para irnos juntos a casa. ¿De acuerdo?

—No es necesario que me acompañes.

—Lo sé. —Da un paso más cerca y tengo que levantar la cabeza para seguir mirándole a los ojos tan oscuros como la noche.
—Pero no puedes cambiar el hecho de que tenemos que recorrer el mismo camino, dudo que se te haya olvidado que soy tu nuevo vecino. ¿Qué sentido tendría llegar al mismo sitio cada uno por un lado?

Da un paso hacia atrás y después de un guiño se va sin más.

Al final quien espera es él Cuando salgo ya está ahí, Sebil ve como me alejo con Aylan pero no me puede importar menos.

Caminamos en silencio pero me doy cuenta de que arroja miradas en mi dirección cada poco tiempo.

—Así que eres amiga del capitán del equipo.

Lo dice como si fuese algo que le sorprende.

—Él no te mira como lo haría un amigo te habrás dado cuenta, ¿no?

No sé si es mi imaginación pero noto un poco de molestia en el tono de su voz.

—Sinceramente no, no me había dando cuenta hasta hoy que me lo ha dicho él mismo.

Al escucharme decir eso sonríe, sonríe de verdad.

—¿Te hace gracia?

Pregunto, un tanto confundida por su actitud.

—Por supuesto, me alegra que me lo hayas contado.

—¿Y se puede saber porqué?

—Porque eso significa que la conversación que habéis tenido en aquel banco ha terminado contigo rechazándolo aunque tengo que admitir que ha sido valiente, él probablemente ya sabía cual sería tu respuesta.

Resoplo intentando ocultar una sonrisa, cosa en la que fracaso estrepitosamente.

El Despertar Del Poder Donde viven las historias. Descúbrelo ahora