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Un ambiente cálido y familiar impregnaba a las cinco mujercitas en el lugar. Jo le rizaba el cabello a Meg, la más mayor de todas. Beth, sentada en la cama, se dejaba acariciar el pelo por su hermana May y Amy se miraba al espejo juzgando y admirando su ingenua belleza. Las hermanas March, unas espléndidas y vivaces chicas que dejaban su fugaz energía por doquier. A todo el mundo le fascinaba, y con todo el mundo me refiero a los vecinos y a pesar de su pobreza vivían felizmente sin caso a sus limitaciones económicas.

—Yo sé exactamente con quién quiero bailar —Meg dijo segura mientras que su hermana Jo le rizaba el pelo con una gran concentración susurrando paso por paso lo que hacía.

—¿Con quién vas a bailar tú, Jo? —Beth se animó a preguntar y May se rio ante la pregunta.

—Ya sabes que yo no bailo, Beth —Jo dijo con sus rudas expresiones y May la remendó esperando su respuesta.

—¿Por qué no podemos ir todas a la fiesta? No es justo —Amy quejó.

Mientras tanto, Jo y Meg discutían que zapatos llevarían, ya que los bonitos eran viejos y ya no les calzaban.

—Tengo una nariz que no es nada refinada —la más pequeña de todas volvió a hablar.

—A mí me gusta tu nariz, Amy —May consoló a su hermana sin dejar a la pelirroja de lado.

Amy comenzó a peinar genuinamente a Jo y esta última quejaba. May reía ante las reacciones de Jo.
Meg era la hermana más mayor y madura, después de ella seguía Josephine -conocida como Jo-, después le seguía Beth, más tarde May, y por último, el miembro más cuerdo de la familia, Amy -melliza de May-.

—¿Es normal que eso suelte humo? —May se acercó rápidamente a la cabeza de Meg March.

—Es por la humedad, que se seca —Jo informó con seguridad. May hizo un mohín por la poca coherencia que le veía a la respuesta de su hermana.

—Qué olor más raro, como a plumas quemadas.

—Ahora te lo quito y te quedará un rizo perfecto —Jo dijo, pero en cuánto retiró el rizador de la cabeza de su hermana, este iba acompañado de un mechón de pelo.

—Oh, dios mío —May dijo a punto de explotar de la risa. Jo gritó al igual que Meg. Esta ultima, horrorizada por su pelo, comenzó a sollozar.

May y Amy reían y Beth confundida preguntaba e intentaba calmar a su hermana mayor.

—Si te lo tapas bien no se nota —May se acercó a reparar el irreparable pelo de su hermana entre risas.

—¡Mi pelo! —lloró Meg.

Amy reía sin parar y por eso se llevó un zape por parte de su hermana melliza, la cual le hizo una señal para que dejara de mofarse.

Así eran los caóticos tiempos que pasaban las hermanas, y la señora March se preguntaba desde abajo que habían hecho esta vez sus pequeñas mujercitas.





La acogedora casa volvía a estar tranquila de nuevo. La chimenea prendida humectando la casa de leña. Beth y Amy se encontraban jugando en las habitaciones de arriba, mientras que Marmee -o la señora March- enseñaba a bordar a May.

—Esto es un poco difícil —May le dijo a su madre mientras movía la aguja intentada no clavarla en sus dedos.

—Pero eso es lo interesante de los bordados —Marmee le respondió a su hija con una cálida sonrisa.

De pronto el timbre sonó y la casa se volvió a llenar de varias voces. May apreció los pasos de sus dos hermanas bajando por las escaleras, mientras que Marmee se dirigió a abrir la puerta.

—Válgame dios, ¿pero qué habéis hecho? —Marmee recibió a sus hijas mayores con una divertida sonrisa al ver el panorama que traían. Jo y un chico más sujetando a Meg para que está no cayera.

—Está coja y no puede andar —Jo informó.

Amy y Beth se acercaron al salón. Una nueva figura llamó la atención de las tres hermanas mayores, pero May siguió cosiendo mientras intecalaba su mirada entre la aguja y el chico.

Amy no le quitaba ojo y May se mofó de eso. Beth muerta de la vergüenza corrió hacia su hermana la castaña y Meg se sentó en un sillón.

—May, ve a por paños fríos a la concina —Jo le ordenó a su hermana mientras se quitaba la falda del vestido. El nuevo chico apartó la mirada ante esto.

Era alto y refinado con un pelo negro azabache y los rasgos más finos que las mujercitas habían visto jamás. Marmee le dio la orden al chico de pasar y este accedió.

—Le pido disculpas por este caos —Marmee habló —, estaba cosiendo con May y... No se preocupe por el desorden, señor Laurence.

—Laurie —corrigió el chico tímidamente.

—¿Puedo llamarte Teddy? —Jo preguntó.

Un gran estruendo se escuchó en la cocina todos dirigieron la mirada hacia la joven May. Esta estaba tirada en el suelo mirando fijamente a sus hermanas con la falda llena de harina.
Todos en la sala comenzaron a reír menos el nuevo sujeto que sonrió dulcemente, pero no carcajeó por educación.

—¿Está bien señorita? —preguntó desde la distancia Laurie.

—Si, si —May se levantó riendo y le dio los paños fríos a su hermana para que los colocara en su tobillo —, llámeme May —la chica le estiró la mano y Laurie la aceptó un tanto desconcertado.

—Yo soy Amy —la rubia dijo embobada ante la belleza del señorito Theodore Laurence. May rio y le dio otro codazo en el brazo a Amy para que el chico no se sintiera incómodo.

—Toma una pasta —May le ofreció y él le sonrió con un precioso encanto. Se movió buscando algo en el ambiente hasta que chasqueó los dedos —. Tus tobillos, ¿necesitan hielo?

—No, señorita May, pero gracias.

Una vez todas las mujercitas se presentaron, comenzaron a curar el pie de su hermana, la mayor.
Laurie se quedó apreciando el ambiente de las mujercitas, la familiaridad, la empatía y cariño que sentían entre ellas. Algo que al joven le encanto.
May quedó impregnada de la belleza del chico y él también sobre la de una de las hermanas, pero por suerte o por desgracia esa no era May sino Jo March.

—Es muy apuesto, ¿verdad? —Amy le preguntó a su melliza.

—Si —May rio —, pero no lo digas muy fuerte. Va a pensar que estamos locas.

El jovencito se despidió del lugar y paró en el portal de la casa, admirando como Jo se estresaba lentamente con sus historias.

Sin duda, Laurie se había enamorado a primera vista de Jo March.















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Por fin me atrevo a publicar esta historia de mi película y novela favorita de todos los tiempo. Lleva meses en mis borradores, y por fin, decidí subirla.

Un par de ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora