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Un ambiente genuino pero muy devastado y agotador eran los que May sentía cada vez que abría los ojos por la mañana. Se despertó en su fría cama sin el calor de sus hermanas. Parecía que llevaba una eternidad en esa casa. La cama estaba en el centro de la habitación y a cada lado, en la pared, había dos largas ventanas. La habitación era blanca y cuando entraba luz parecía el cielo de toda la iluminación que tenía. Un cielo entre rejas.
Se levantó y se aseó lo más rápido que puedo. No resoplaba, no hablaba con ella misma en voz alta y ni si quiera pensaba en nada. Solo hacía lo que tenía que hacer. Una vez bajó a desayunar, todas se sentaron en la mesa. Tía March en el centro de la mesa, y más jóvenes a sus lados. Ambas hermanas no dijeron nada. Se sentían muy intimidadas ante la presencia de su tía.

-Bueno -tía March comenzó a hablar -, May, en el caso de que entudies, cosa por la cual no entiendo tu entusiasmo -le miró como siempre. Como tía March -, tendrás que estudiar algo que te dé de comer. Siendo cantante tienes las de perder.

May dejó de masticar. Su nariz se ensanchó de los nervios y puso sus muñecas sobre la mesa. Miró tía March con desconcierto.

-Puedo estudiar ingeniería -May dejó caer la gota que colmó el vaso.

-Claro -retiró la mirada de su sobrina -, y acabar como la pobre causa perdida de tu madre.

-Tia March, yo no soy Marmee.

-Y menos mal -continuó comiendo.

-Tia March... -fue interrumpida por la señora. Amy miraba la escena con sorpresa e incomodidad.

-No estás aquí para que te quejes -dijo la tía March en su típico tono irritante. May no la soportaba, pero si se retiraba sería muchísimo peor. Decidió callar y seguir comiendo dejando bajo su lengua sus palabras jurando que se las tragaria sin esfuerzo alguno. No quería más quebradas de cabeza en su vida.

La mañana pasó. May estaba en su sala estudiando para su pequeña escuela para mujeres. Amy también asistía. Tía March quería amoldarmas a su manera, necesitaba dos jóvenes perfectas para que ellas recibieran su herencia.
May estudiaba frente al piano pero su mente estaba todavía en la otra casa. Estaba nerviosa y no sabía la causa. Tenía un vacío dentro, se sentía distante con su familia. Hacia tiempo que no veía a sus otras hermanas y su luz en ella se apagaba poco a poco. Lo sabía por qué Laurie se lo repetía constantemente. Esa era una de las causas de sus constantes peleas. Todo el tiempo. Laurie intentaba que May se diera cuenta de que no estaba bien, de que esa no era ella, pero el usaba las palabras incorrectas y ellas no las sabía interpretar.

"-Quizas no estemos hechos para ser amigos -May dijo enfadada siguiendo con sus estudios mientras Laurie miraba apoyado en la puerta a la joven. Este bufó, rodo los ojos y a horcajadas se giró sobre sí mismo y se fue."

[Narra Laurie]

Estaba en mi casa. En la sala del piano, tocándolo. Las partituras de Beth todavía estaban allí, en algún momento se las llevaría, pero sé que mi abuelo se podría triste al no verlas allí. Le gustaba ver qué todavía había presencia de la pelirrojas en la casa.
Tocaba algunas teclas pero no me trasmitían nada. Ya no era nada como antes. Todo era diferente desde que Beth cayó enferma y las dos menores de los March se fueron a casa de su tía. De vez en cuando iba a visitarlas pero siempre salía de mal humor al compartir tiempo con May. La quiero muchísimo, es como si fuera una hermana pequeña, o eso creo, por eso no quiero que se case con Francis. Es muy pequeña para eso todavía.

Dejé mis libros y partituras en el piano y decidí ir a ver a Jo. Mi querida y amada Jo. Era como una oleada de calor en el invierno. Una flor verde en otoño, y un como de hielo en verano. Cambiaba todos mis esquemas y eso me encantaba de ella. Cada vez que la veía mi sonrisa se ensanchaba cada vez más y más. Me di cuenta la segunda vez que la vi.

-Abuelo -lo llamé. El estaba sentado en su despacho con muchos papeles en la mesa, pero sin embargo, el no le brindaba atención a ninguno. Un ambiente muy monotono y aburrido es el que mi abuelo sentía en su corazón. Pobrecito, ojalá poder ayudarlo de alguna otra forma -, iré a la casa de las March.

El no dijo nada. Solo asintió.

Crucé el pequeño prado que separaba aquella casa de la mía. Siempre escuchaba la voz de las hermanas pero está vez no. No se oía ni un alma. Se que Jo no iría conmigo ni al lago, ni a la pradera, etc, pero yo solo quería compartir tiempo con ella.

La quiero demasiado, pero ¿Y si querer no es suficiente?

[Narrador Omnisciente]

-Hermana, ¿que te ocurre? -Amy le preguntó a May preocupada. Ya no hablaban tanto, no hacían cosas pillas, ni hablaban de príncipes hermosos. Solamente del futuro de ambas a la hora de la comida.

-No lo sé, Amy -May abrazó a su hermana. Lo necesitaba -. Os echo mucho de menos a todas.

-Oh quería May -le correspondió el abrazo. De la nada, cuando se abrazaban era como si todo volviera a la normalidad. El hambiente cálido y la familiar chimenea de la familia March acompañaba ese abrazo. Esto era lo que May buscaba, aunque sólo fueran pocos segundos -. La vida está llena de momentos difíciles, pero podemos soportarlos mejor si pediremos la ayuda de la forma indicada.

La joven pelinegra ensanchó una gran sonrisa.

-Volveré a ver a madre y Beth -May afrimó segura -. Pasé la fiebre hace poco, no la volveré a tener, pronto todo será como antes.

Los pasos de tía March comenzaron a escucharse por toda la casa. Subía las escaleras como podia y quejándose del dolor de sus rodillas. May y Amy se miraron y rodaron los ojos riendo un poco en silencio.

-Niñas -se escuchó el chirriante tono de la señora -, niñas, venid. Tengo algo importante que comentaros.

Ambas jóvenes se miraron y salieron de la habitación. Ayudaron a su tía a bajar más escaleras y se sentaron en el salón junto a la chimenea apagada. La mas mayor de allí no empezó a hablar hasta que todas se sentaron y se acomodó en su sillón.

-Pronto tendré que ir a Europa...-Tia March se acomodó la falda intentando no reaccionar ante las jóvenes -Y creo que necesitaré algunas acompañantes.

Las hermanas escondían su ilusión tras lo mofletes.

Un par de ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora