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May se encontraba con su hermana Beth en la casa del señor Laurence. Ambas en el piano. La pelirroja tocando y la pelinegra apoyada con el torso recostado en la cola del piano balbuceando canciones escritas por ella. Beth sonreía ante los sonidos de su hermana. Últimamente May estaba muy entusiasmada, había hablado muchas veces con el señorito Quirkle y cuando se fue a Europa se mandaban cartas y el le ponía su perfume en ellas. Estaba atontada con el joven. Demasiado diría las demás hermanas y Laurie. Justamente éste entró en la sala cuando escucho a May cantar.

No dijo nada, simplemente observó a las dos hermanas como demostraban sus talentos a las cuatro paredes de la sala. A cada cimbrel, dintel de la ventana y zócalo de la casa. Sonrió ante la voz de la joven y admiró su simple y genuina belleza. Era una chica que a pesar de ser pocos años menor que el le llamaba mucho la atención y le parecía bastante simpática. Su espíritu y energía le encantaban y animaban.

—¡Que susto! —gritó May cuándo vió al chico en la puerta poniendo una de sus manos en su corazón. Sonrió en cuánto lo vio.

—Hola Laurie —Beth le saludó.

—Hola Beth —se sentó junto a ella—tocamos y que May nos deleite con su voz.

Comenzaron a tocar una humilde pieza escrita por Beth y May cantaba una poesía escrita por Jo. Allí disfrutaban de todos y todo. Voces, melodía y sonidos. El señor Laurence escuchaba desde las escaleras junto a la sala conmocionado por el talento Beth.

Cuando terminaron los tres jóvenes aplaudieron y rieron.

—Beth sigue tocando, iré a hablar con May —Laurie se levantó del asiento sin quitar ojo de May y se dirigió hacia la puerta esperando a que la chica le siguiera.

—Ahora vuelvo —May le notificó a Beth y la tranquilizó con la mirada.

Laurie se dirigió a la biblioteca a paso lento. May le intentaba seguir pero Laurie era muy alto, daba pasos muy largos, y la joven no le alcanzaba del todo.
Una vez en la sala Laurie se montó en un sillón junto a la chimenea observando a la joven. Era un chico muy conceptual y un poco extraño para lo que eran los demás chicos.

—¿Que miras? —preguntó May escondiendo su sonrisa de Laurie pero el lo noto y sonrió de lado.

—A ti.

—Si, eso ya lo sé —comenzó a ojear los libros —, pero ¿por qué?

Un silenció se formó durante diez segundos y el siguientes que habló fue Laurie.

—¿Cómo está Francis? —Laurie le preguntó serio a la joven.

—No lo sé, es tú amigo y tu hablas con el.

—Si, pero contigo habla más —se bajó de la silla y comenzó a seguir a May por la biblioteca dejando un metro de distancia entre ellos. May le fusiló con la mirada.

—No vayas por ahí —dijo —. Somos muy buenos amigos solamente.

—No he dicho lo contrario May —dió un pasó para acercarse más a ella —¿Por donde crees que voy?

—Se que te refieres a que Francis y yo nos gustamos, pero no es cierto —May miraba al joven de reojo intercalando su mirada en los libros con el chico—. Solo una vil mentira que vuestra cabeza os obliga a creer.

—Solita lo ha dicho.

—Laurie —se giró ferozmente para enfrentar al chico.

—¿Te casarías con el? —preguntó serio pero con una expresión misterisosa. Detrás de esa mirada pensaba un millón de cosas y May podía ver cada una de ellas.

—Jo no querría —volvió a sus libros.

—Pero esto no se trata sobre Jo sino sobre tí —se sentó en el sofá poniendo los brazos en sus piernas.

—¿Tu crees que me casaré con el?

—Creo que sí, pero no estarías enamorada del todo —Laurie dijo sabiendo que eso le molestaría a la joven y rió en su mente con picardía.

May pensó en eso y era obvio que no estaba enamorada de Francis puesto que ya lo estaba de otra persona pero Francis si le daba atención y a Francis si le gustaba May.
La joven se tensó y miró sería los libros, no quería enfrentar la mirada con el.

—Francis me gusta.

—Gustar no es lo mismo que estar enamorada —Laurie volvió a levantarse y se acercó a ella. Era un chico inquieto —Tu sabes con solidez lo que es estar enamorada.

May le miró con extrañeza. No sabía que decir ni como reaccionar a la conversación. Tenía ganas de decirle que le quería pero el solo le negaría el sentimiento.

—Deja de preguntame por esas cosas Laurie.

—¿Por qué?

—No sé, no me agrada.

—¿Por qué te molestaría hablar de alguien que te gusta? ¿Con lo que tú adoras el amor?

—No sabes lo que adoro.

—Si lo sé —se acercó más —. Por eso se que Francis no te gusta y tampoco lo amarás.

Ambos se quedaron en silencio, cruzando sus miradas e intentando descifrar el rompecabezas que cada uno guardaba en sus ojos. May intentaba parecer dura y una chica difícil de trabajar, pero Laurie la conocía bien, y sabía que no era así.
El joven había oído más de una vez hablar a las hermanas March sobre como May gustaba de Laurie pero el nunca hizo caso puesto que solo tenia ojos para Jo, pero quizás en el fondo había un pequeño hueco para May March.

Un pequeño y apretado hueco que sin saberlo sería un gran mundo para ambos.

Un par de ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora