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Algunas semanas habían pasado desde el diagnóstico de May y ya solo quedaban Marmme, Jo y ella en aquella femenina casa y en la que sola haber un calor especial

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Algunas semanas habían pasado desde el diagnóstico de May y ya solo quedaban Marmme, Jo y ella en aquella femenina casa y en la que sola haber un calor especial. Laurie iba a visitar y a ayudar de tanto en tanto, pero no como antes pues algo acechaba su mente inquieta. Meg ya era una mujer casará ocupada por sus hijos, y Amy no podía correr el riesgo de ser contagiada, así que después de pasar tiempo es la muerta casa de la Tia March, volvió a Europa con su futuro prometido.

May envidiaba la frívola y tranquila vida de Amy, ya era medio rica, ejercía una afición -la pintura- y era la más hermosa de todas las hermanas. May ya probó la vida en aquel continente y se sentía desplazada, sin embargo, en Concord se sentía igual de sola. Quería salir de aquel viejo y resentido pueblo. Parecía que unas cadenas anchadas al suelo del lugar me tiraban de mas muñecas cada vez más y más.

Algo bueno es que May ya había pasado de estar todos los días en la cama sin poder levantarse, a estar en el salón leyendo, o visitando a Beth de vez en cuando, o incluso cocinando alguna cómodo sencilla y cómoda de hacer.

Esto era un gran avance para May, pues poco a poco dejaba de lado aquella bilis negra* y aquella escarlatina de lado. Muy poco a poco.

Una de esas tardes en las que May se sentía productiva, algo pasó.

Se encontraba en el ático recordando el antiguo club. Leyendo algunas historias de Jo, viendo vestidos de su infancias y derivados cuando Laurie asomó por las escaleras. Ella giró su rostro para verlo allí parado, con sus manos nerviosas, su cabeza y vista agachada y sus ojos llenos de cristal.

—Buenos días —la chica notó los ánimos de él, pero decidió ignorarlos. Se encontraba embelesada con una pequeña y antigua libreta de Jo.

—Buenos días —Laurie respondió y se sentó en un sillón junto a ella —¿Que haces?

—¿Honestamente? —se preguntó hacia ella misma —Me compadezco del dolor de mi nostalgia.

Laurie supo que no era el mejor momento, pero no podía retractarse.

—Se que me quieres decir algo —May susurró sentándose junto a él con seriedad —, te lo noto en el rostro. Quiero saber que es.

Laurie subió y bajó las cejas leve y rápidamente para bajar la cabeza a la vez.

May tensó su mandíbula mirando a un punto fino. Sintió un poco de miedo, pero mil ideas se le pasaron por la mente.

«¿Me pedirá matrimonio?¿Qué quiere vivir conmigo?¿Que ya no me ama?¿Que me ama más que nunca?¿Me anhela?¿Me desea?¿Estoy recuperada de una vez por todas?¿Se va a cortar el pelo?¿Va a empezara trabajar?¿Le habrá pasado algo a su abuelo?¿Ha conseguido saber algo sobre su madre?¿Querrá recordar los viejos tiempos?¿He dicho o hecho algo malo?»

—Me voy —Laurie acalló los pensamientos de May de golpe. Ella volvió a él y mirándole fijamente no supo que decir.

—Necesito que seas más concreto —No. Realmente no lo necesitaba.

—Me siento enjaulado aquí, necesito irme, viajar. Ya no pertenezco a este lugar —justificó su partida —.Necesito irme.

A decir verdad, May sentía que Laurie la estaba abandonando. Por aquel momento sintió rabia hacia él, todo el mundo se movía y experimentaba menos ella.

—Ah —calló arisca — no pondré oposición —May no tuvo otra opción mas que callar. No era nadie para reprocharle nada —¿Cuantos tiempo será —Laurie calló con apuro y la joven entendió —No lo sabes.

El vacío del pecho de May era cada vez más amplio y hondo.

—Quizás unas semanas, o un mes —Laurie dejó inconcreto —. Sería incapaz de estar sin tu presencia por más tiempo.

Laurie paseó su mano hasta llegar a la de May, que reacia aceptó aquella caricia.

—¿Cuando te vas?

Laurie tardó en responder aquella pregunta. Se sentía una persona horrible en aquellos momentos. No había avisado de nada a nadie, cosa que le hacía sentir un profanador de los sentimientos de May.

—Esta madrugada parto a Nueva York —miró expectante la reacción de aquella chica.

Ella levantó la cabeza con rapidez y sorpresa —¿Por qué no lo has dicho?

—Lo estoy diciendo ahora.

—Pues no es lo suficientemente pronto, Theodore.

—Estas enfadada —Laurie dio por hecho y aceptó —. Estas siendo egoístas.

—¿Y cómo quieres que no lo sea? —May se alzó contra Laurie, hacia años que no peleaban —Todos... Todos hacéis cosas, de aquí para allá mientras veis como yo me pudro entre estas maderas y en una cama llena de polvo y todavía los restos de la que era mi hermana.

—May, nuestras vidas deben de seguir —El chico un tanto desesperado se levantó —, y la tuya también. Te quedaste estancada en la muerte de Beth, y estas tan sumergida en tu depresiva mente que eres incapaz de caer en el mundo real.

May quedó paralizada mirando al chico fijamente y analizando sus ciertas palabras.

—Ninguno vamos a olvidarnos de ti, y menos yo —Volvió calmarse —. May, cuando vuelva podremos casarnos. Te lo prometo, pero ahora debo ordenar y partir.

Se acercó a besar May, quien quiso esquivar el cariñoso pero no pudo, aun así el beso era insípido y reacio. Una verdadera pena para los dos.

—Adiós.

—Nos vemos —Laurie respondió y bajó las maderas de la casa para no volverlas a pisar en un tiempo.

Un adiós frío que se congelará más con el tiempo perdido.

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Es muy corto, pero es clave.

*Bilis negra, como Hipócrates, describía la depresión y melancolía . Fue el primer medico en describirla y estudiarla.

Un par de ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora