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Jo quedó estupefacta ante las imágenes frente a ella de su hermana menor y el que fue su mejor amigo. Un ápice de tristeza y nostalgia le recorrió el pecho para después transformarse en una oleada de felicidad, locura y sentimientos.

—¡Que me maten a polvos y me entierren! —Jo susurró exclamante corriendo a abrazar a May. La abrazó protectora mientras acariciaba su cuero cabelludo desfogando su emoción.

—Te he echado de menos —May le dijo acomodándose en el hombro de su hermana mayor.

Jo, siguiendo en el hombro de May, abrió los ojos y alzó la mirada topándose con la de Laurie. Un nerviosismo invadió su cuerpo y se tensó enseguida. Dejó el abrazo a la joven pues ella entró en la casa en busca de su madre y hermana.

—Teddy... —Jo susurró cariñosamente mientras le miraba nostálgico.

—Jo —saludó él.

Entonces Jo abrió los brazos para unirse en un abrazo y borrar toda aquella tensión y distancia que ambos pensaban que había entre ellos todo este tiempo.

—Me alegra mucho verte —Jo le acarició el pelo y juntos entraron a la calidad casa March.

Allí estaban Beth -sentada en el sofá- seguida de May quien abrazaba a Marmee, su querida madre. Estaba un tanto mas mayor, a pesar del casi año que estuvo sin verla. Unas canas comenzaron a amenazar su dorado rostro, y el brillo en sus ojos ya no es el que era.

—Bueno, ya estamos aquí —May soltó toda aquella tensión que llevaba aguantando desde que se enteró que debía volver a Concord —. Ya estamos aquí.

—¡Laurie! —Marmee y Beth corrieron a abrazar al pelinegro llenas de emoción.

Los reencuentros eran preciosos. Nostálgicos y un tanto -diminutamente- tristes. Este, en realidad, era el comienzo de algo muy grande. El comienzo de la adultez de todos y cada uno de los jóvenes de aquella casa. Para muchos acababa de empezar, para otra estaba por terminar, pero eso aún nadie lo sabía.

A partir de aquel reencuentro, Laurie volvió a habitar la casa de su abuelo. May dormía junto a Beth, así Jo quedaba hasta tarde escribiendo sin molestar a ninguna de las dos. Beth aparentemente iba mejorando poco a poco, y sus notas en el piano seguían siendo igual de tímidas pero más maduras.

Tia March se sorprendió bastante al ver de vuelta a May, citando así:

«Yo tenía razón. Lo sabía. La única March destinada al éxito es Amy. La única inteligente al parecer ¿Cómo se te ocurre volver a éste lugar y hundirte en la pobreza? Que tonta, hija mía»

Haciendo que May respondiera:

«Mas miseria tengo en Europa sin nadie al que quiero»

«Los sentimientos no te hacen rica, May. No te hacen una vida sin preocupaciones» Tia March dijo disciplinadamente. La chica no decidió seguir, solo asintió dandole la razón, pues conocía a su tía y nadie cambiaría su opinión.

May comenzó a volver a coser y a hacer unos bizcochos franceses que aprendió de la madre de Francis. Tenían chocolate y manzana, una extraña y gustosa combinación. También solía ir a la playa con Jo y Beth para leer, contar y recordar anécdotas.

Beth, tumbada en aquella manta, acariciaba con delicadeza la gris arena que lo llenaba todo. El ambiente era frio, y el levante del aire se llevaba toda la felicidad que las hermanas alguna vez tuvieron dentro.
Jo leía una de sus historias creadas para Beth. Sus hermanas pequeñas las disfrutaban como niñas. Una vez terminó de leerlas, todas aplaudieron.

—Habla de nosotras —Beth comentó entre risas.

—Me encanta, Jo —May no dejaba de sonreír.

—Es solo una historieta —Jo, siempre acostumbrada a desvalorizar sus pequeñas creaciones solo porque no formaban parte de la literatura clásica.

—Pero esta es diferente.

—¿No os aburre? —Jo preguntó.

—Para nada, es mi favorita —Beth hablaba alabando a su hermana —. Escribe otra.

—Lo haré —Jo quedó mirando el horizonte buscando nuevos temas en su cabeza.

—Sigue escribiendo así —May rió ante la insistencia de Beth.

—Lo haré.

—Incluso cuando yo ya no esté aquí —El tono en el que Beth hablo, el ambiente frío, el suspiro que Jo soltó fueron los detonantes para que el estado de animo de May decayera en picado al suelo. Ella miró al mar y tuvo qué pestañear para evadir algunas lagrimas.

—No digas eso —May ordenó seria mientras su comisuras se disipaban hacia abajo.

—Tengo que de decirlo, May —Beth se incorporó y agarró un brazo de su hermana pequeña —. He tenido mucho tiempo para pensar en esto y... —May comenzó a negar lenta mente —Y no tengo miedo.

—No... —esta vez Jo habló mirando sus manos nerviosas —No, Beth.

—Es como cuando baja la marea, baja lentamente pero no se puede evitar.

May quedó inmóvil mirando hacia abajo y procesando aquella escena que la inundó de tristeza. No comprendía como su hermana ya lo había aceptado. May estaban segura de que Beth estaría bien, y enfrentar a la muerte así, de golpe, no le sentó nada bien.

El silencio de las hermanas fue interrumpido por Jo.

—Yo lo pararé —Jo habló con decisión levantando la cabeza.

El monótono sonido del aire comenzaba a ser una melodía depresiva en aquel momento. May soltó una lágrima que limpió rápidamente sin dejar que nadie la viese girando su cabeza a un lado.

—Lo he parado otras veces —la rubia concluyó mientras abrazaba a Beth y a May a la misma vez

Una vez las hermanas llegaron a su casas Beth cayó en un grave episodio de fiebre a mitad de camino.

—May, adelanta y llama a Laurie, por favor —Jo decía mientras agarraba a la desfallecida Beth.

—De acuerdo —May exaltada y asustada salió a correr llegado en diez minutos a la casa del joven Laurie.

Aporreó la puerta con tal fuerza, que el joven la pudo oír desde la biblioteca.

—¿Que te ocurre?

—Es Beth —May respondió con terror —. Esta muy mal, no se que le pasa.

Laurie asintió y salió de la casa. Una vez se encontraron con las otras dos March, Laurie cogió en brazos a Beth y la llevó hasta la habitación que Amy solía compartir con Beth.

La tumbaron en la cama y Jo trajo un balde caliente de agua con un trapo.

—Tiene frio, ve poniéndole esto en la frente humedecido, no muy empapado porfavor.

Jo volvió a salir de la habitación a hacer Dios sabe qué siendo seguida por Laurie. Para May fue extraño, pero no era un momento para pensar en él, sino en su hermana.

—Te vas a poner bien —May decia pero su expresión no reflejaban lo mismo —, y pronto estaremos todos juntos, ¿de acuerdo?

Beth temblaba mirando hacia un punto fijo.

—No... —Beth susurró —No podemos parar la voluntad de Dios.

—Dios no se ha topado aún con nuestra voluntad —May acariciaba el cabello rojo de su hermana —. La voluntad March lo parará.

Beth cerró sus ojos dispuesta a dormir y entonces May permitió derrumbarse frente a su hermana. Su rostro se tornó negativo y tuvo que salir de aquella habitación.

Una vez en el pasillo de la casa, escuchó las voces de Laurie y Jo viniendo del desván. May con las cejas fruncidas subió lenta y silenciosamente los escalones principales.

—Te he echado de menos, Jo —Laurie se sinceraba ante la rubia con nerviosismo en las manos.

—Si... Yo también a ti —Jo se permitió abrazar a Laurie.

May no decidió escuchar más. Prefirió pensar y entender que solamente era una reencuentro de grandes mejores amigos.

Unos a los que el amor distanció.

Un par de ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora