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Cinco hermanas y una cocina. Cada una repartida por cada rincón de esta. Amy gozaba de una tranquilidad extraña mientras hacía un molde de su pie para mostrárselo a Laurie. Beth cosía unos zapatos morados para el señor Laurence. Beth leía una carta del señor Brooke mientras que Jo ayudaba a May -sentada en el pollete la ventana- a escribir otra canción.

-Argh -suspiró Jo -. Ojalá todas las cartas fueran de Marmee y no del señor Brooke -la escritora se levantó de su asiento.

-Yo doy gracias por cualquier carta -Meg dijo.

-Yo también, pero si son de Marmee mucho mejor -May miró por la ventana. La hierba, y el azul cielo repleto de nubes.

-Tengo que agradécele al señor Laurence que me deje entrar a su casa a todas horas a tocar el piano -Beth terminaba de bordar los zapatos mientras caminaba por la cocina y se sentaba en una silla -. Esta semana no hemos ido a ver a los Hamel, deberiamos ir.

-Beth, apenas tenemos para nosotras.

-Marmee dijo que... -Beth iba a volver a hablar pedo fue interrumpida por Amy.

-Marmee dijo que hiciéramos muchas cosas pero es imposible hacerlas todas.

-Siempre voy sola, vosotras no cumplís con vuestras tareas -Beth dijo irritada y May despegó su vista del papel.

-No es mi tarea ir a casa de los Hamel -May dejó caer en el aire y Beth rodó los ojos.

-Nosotras trabajamos -Jo refutó.

-¡Ahora no puedo sacar el pié de aquí! -Amy gritó desesperadamente de pronto. Todas las hermanas comenzaron a reír ante la impresión de Amy menos Beth. Estaba molesta. Muy molesta, pero su forma de expresarlo era diferente a la de las demás. No sentía rabia en sus enfados, sentía un pinchazo disimulado en el pecho y calor en sus mejillas.

-Está bien, iré yo sola.

* * *

-¡May, baja! -Jo llamó a su hermana pequeña desde las escaleras. La joven estaba jugando con la cera de la velas, las cuales no debían de estar encendidas ya que era de día todavía. Las ponía en sus dedo corazón y depende de en qué parte cayera su destino sería diferente. Este juego se lo mostró una amiga, y decía así:

~ Si cae en la yema del dedo te dolerá, igual que tu amor. Querrás a esa persona, y ella a ti, pero de diferente manera y el quemazón que ahora sientes en el dedo, lo sentirás en el corazón.

~ Si cae en la segunda falange hay dos oportunidades, la primera; tu destino destino amoroso será perfecto, solo si cae aproximadamente en el centro, pero si cae al borde de ésta no mucho ocurrirá, solo pena para rato deberás parar.

~ Por último, si cae en la última falanje, tu amor será el idóneo y deseado. Tal y como en los cuentos de hadas, princesas y caballeros. Pero esto no era un cuento, y menos en medio de una guerra civil, así que deberás enfrentar los daños colaterales que el mundo real podrá enjendrar en tu vida.

Por suerte o por desgracia la gota cayó en la hoja que May tenía bajo su mano. La hoja en la que escribía su canción con Jo. Cayó junto a la planta "adiós".

-¡May! -Jo volvió a gritar y May se sobresaltó pues no escuchó el primer toque. Bajó las escaleras rápidamente después de apagar la vela con torpeza y arreglar su pelo en el espejo. Al bajar se encontró con la mirada del joven pelinegro, sintió que sus piernas temblaban por la presencia de ese par de ojos verdes.

-¿Y ese piano?

-Para la pianista de la casa -El señor Laurence puso el piano en medio de la sala y apoyando sus manos en la rodillas del agotamiento.

-Beth va a enloquecer Laurie -Amy decía -. Sois tan generosos.

Todas las hermanas estuvieron en el salón hablando con los hombres y admirando el nuevo piano de Beth. May acudió a la cocina un momento, el caldo del almuerzo se estaba haciendo y no podía dejarlo allí quemándose. Busco el paño para no quedarse por todos lados pero no rastro de ellos.

-¿Buscas ésto? -Laurie lo tenía en la mano. May se giró viendo al chico sacudiendo el paño. La chica intentó agarrarlo pero Laurie lo esquivaba.

-Se quema el caldo Laurie -May últimamente estaba muy seria y tensa en la presencia del joven. Desde la conversación en la biblioteca algo raro pasaba pero ni ella sabía que era.

Laurie acabó cediéndole el trapo.

-Irás al baile con Francis, ¿no? -Laurie preguntó con las manos en la espalda inclinándose al lugar donde May estaba. La joven intentó omitir la pregunta mientras retiraba la olla del fuego pero el silencio se hacía demasiado largo y ella no lo soportaba.

-Laurie... -chistó con la lengua.

-No, no, no... -Laurie negó rápidamente -No me mal interpretes, solo preguntaba para saber si irías o no.

-Pues sí -se giró hacia el chico con las manos en la cintura, el trapo en una de ellas y su cabeza inclinada hacia un lado -. Voy a acudir a ese baile con Francis.

-Perfecto, yo iré con Leonore -el chico dejó caer y May lo miró rápidamente con los ojos abiertos. Iría con otra chica. No lo podía creer. Nunca lo había visto con otra chica que Jo no fuera -. ¿Pasa algo? -Laurie notó el sentimiento de la joven

-No, nada -May susurró -Adiós -Volvió al salón con sus hermanas y limpiando sus manos en su falda con un poco de angustia. Quería ir al baile con el. Ojalá Laurie se lo hubiese preguntado.

-Adiós May -el chico dijo serio con una sensación de tristeza en el pecho. Quería que la reacción de May fuera diferente. Quería que le dijera algo sobre el baile, si quería ir con ella en vez de con Leonore, y quería que se enfadará por ir con el. Lo deseó. Lo deseó demasiado. Puesto que el haría lo mismo por ir al baile con ella

Un par de ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora