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Editado



Las muejercitas caminaban por la nieve de camino a sus colegios y a hacer sus recados.

—Qué duro es volver a trabajar después de pasarlo tan bien —May dijo.

—Ojalá fuese navidad todos los días —Beth dijo agarrada a los brazos de May y Meg.

—O año nuevo, qué emocionante.

—Somos una panda de frescas desagradecidas —Jo dijo y todas las hermanas se sorprendieron ante sus palabras.

—No digas cosas tan despreciables —Meg la reprendió.

—Me gustan las palabras contundentes que significan algo.

—Pues... —Amy comenzó a hablar sobre su necesidad de vender dulces y sus deudas con las demás chicas.

Las hermanas se separaron. Beth Meg y Jo fueron a comprar mientas que May y Amy se fueron a la escuela juntando sus brazos.

—No quiero ir a clase —May quejó mirando el cielo con desesperación.

—Claro, tú lo que quieres es estar todos los días de la semana en la compañía de Laurie —Amy dijo y May le dio un zape de forma desprevenida.

—¡Amy!

—Es verdad.

—¡Bueno, si! —May volvió a los brazos de su hermana —Pero él está más enfocado en los encantos de Jo.

—¿Nuestra Jo?

—Exacto —entraron al colegio —, ya te contaré.

Entraron y se sentaron cada una en sus pupitres. Amy junto a Jenny Snow y May detrás de su melliza.
Pasaban las horas y las niñas se aburrían entre clase y clase, por eso mismo comenzaron a hablar entre todas.

—May creo que está enamorada —Amy dijo para que todas la escucharan. La rubia se ganó un golpe por parte de su hermana.

—¡Amy! —quejó —Además, no estoy enamorada, simplemente me cae bien.

Todas las niñas se asombraron por las palabras de las hermanas, pero rápidamente cambiaron de tema y comenzaron a hablar de política.

—Mi padre dice que la guerra es un desperdicio y debería seguir la esclavitud —Susan dijo.

—Susan, eso no es moral —Amy la regaño.

—Todo el mundo se benefició del sistema, incluido los March —otra chica dijo y May le lanzó una muy mala cara.

—Bueno, dibuja al señor Davis —Susan volvió a hablar cambiando de tema y las niñas prestaron atención a las mágicas manos de Amy.

—No sé si debería —Amy miró a su hermana y esta se alzó de hombros.

—Bueno, pero le perdonas la deuda y le das cinco dulces más —May le dijo a Susan y esta aceptó.

Amy comenzó a dibujar en el pizarrón con la pequeña tiza, observando a horcajadas al maestro para hacer la caricatura. De repente, Amy sintió una patada en la espalda que ignoró completamente al saber que venía de su hermana.

—Amy —May susurró un tanto alto para que la rubia le oyera.

—Ya casi término, un momento.

De pronto Amy miró hacia arriba, encontrándose con la mirada del señor Davis. Su imponente bigote y sus ojos acusadores observaban a Amy y la cómplice de May aunque esta última no hizo nada. Estuvo a punto de soltar una carcajada, pero todo se desvaneció cuando el profesor sacó del cajón una regla de cincuenta centímetros.
Los ojos de May se abrieron por miedo de su querida hermana. Amy frunció el ceño con miedo al igual que algunas otras niñas.

Un par de ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora