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El levante de la costa sacudida el oscuro pelo de la joven, quién tenía sus manos repletas de su equipaje. Miraba en mar, pues era una fanática de éste. El movimiento sutil de las olas, la espuma q se creaba. Ella pensaba que era como la adrenalina cuando estás a punto de hacer algo, pues la espuma era similar. La adrenalina y euforia antes de llegar a la orilla.

Laurie miraba el entusiasmo de la joven en silencio. Su oleo oscuro, sus ojos iguales y sus graciosas pecas. De sus hermanas, era más parecida a Meg, ambas con el pelo oscuro. Algo que a Laurie le gustaba bastante. La joven llevaba un vestido rosa que iba perfectamente con el tono de su piel.

—El rosa te queda genial —Laurie sonrió mientras miraba a la joven ensimismado. May me miró sonriendo con un leve sonrojado en su cara.

—Gracias —sonrió con emoción enseñando sus dientes.

—¡A bordo!

Una vez dentro del barco, comenzaron los caóticos trece días de viaje hacia América para acudir a la ayuda de Jo y Beth.

Llegaron a su camarote. Uno enorme pagado por el abuelo de Laurie. Este se componía de dos habitaciones separadas por un puerta corredera, en una se alojaría May y en otra Laurie. La habitación gozaba de detalles dorados y rojos. Las camas envueltas en unas sábanas granates y unos sofás de igual color con detalles en oro.

—Es preciosa —May se tiró su equipaje y comenzó a inspeccionar el camarote con emoción —. Viviría aquí, que pena que el viaje es de trece días.

—Viviras aquí por trece días —Laurie le dijo a la joven. La miraba con gracia ante la reacción a semejante lugar. May bicheaba los cajones, olía los jabones de cortesía del barco y se acurrucaba en los suaves cojines.

—Gracias Señor Laurence —le agradeció May al abuelo de Laurie en un susurro.

—¿Vienes a ver el mar?

Laurie se acercó a la joven sentándose en su cama una vez terminó de acomldar su  equipaje bajo la cama.

—Espero no vomitar por la borda —la joven salió del camarote agarrando a Laurie de la mano. El intentaba seguirle sin caerse mientras reía por la ligereza de May.

Salieron a la superficie la cual estaba repleta de personas con extravagantes vestidos europeos. May busco con la mirada un lugar vacío. Sus ojos se dirigieron a una superficie justo encima de ellos.

—No... —Laurie musitó.

—Claro que sí —la joven se aceleró a unas escaleras para subir y al joven de ojos verdes no le quedó más que seguir a May.

—¡Cuidado! —Laurie advirtió a May a punto de resbalarse.

Una vez arriba ambos observaron el mar con deslumbración. Esta vez era May quien observaba a Laurie. Su piel clara, sus labios rojizos y fino. Los rizos azabaches de su pelo que volaban con el levante del mar. Ese par de ojos verdes y su mandíbula marcada la cual se destensaba ante la relajantes situación que ambos estaban viviendo.

—¿Qué? —Laurie miró a la joven, la cual se sorprendió.

—Nada —volvió su vista al mar y comenzó a pensar —. Me subiré ahí —dijo cuando vió un mastil.

—Demasiado alto.

—¿Me está retando, señor Laurence? —la joven comenzó a intentar escalar el mástil. A pesar de su vestido, lo estaba consiguiendo, pero dejando ver todas sus enaguas y ropa interior. Laurie apartó la mirada, pero con preocupación de que May callera.

—May, por dios ¡Baja de ahí!

—Un momento.

Las enaguas de May se enredaron en sus zapatos y piernas haciendo a no pudiera mover sus pies.

—Se me ha quedado en tacón... —Fué lo último que dijo pues cayó de espaldas al suelo.

—¡Ah! —Laurie gritó del susto acercándose a ella rápidamente.

—...En el encaje del vestido —terminó su frase la pelinegra.

—¡¿Estás bien?!

—Me duele todo —May le cedió una mano —. Ayúdame.

—Ha sido una idea nefasta —pasó un brazo de May por suz hombros y la agarró de la cintura. La chica iba cojeando.

—No me lo recuerdes.

•••

En la habitación, Laurie dejo a May sobre uno de los sofás del camarote. May quejaba del dolor de su estúpida idea arrepintiéndose por completo. Levantó sus enaguas para desquitarse del calor q sentía por la situación de hace unos minutos.

—Ayudame —May señaló su espalda indicándole a Laurie que se deshiciese de los cordones que ataban su vestido en su espalda.

—¿Yo?

—Si, porfavor —ella se giró quedando sentada en una extremo del sofá, May se puso detrás de ella y comenzó a desatar el cordón mientras observaba a la chica desde atrás. Sus lunares, su pelo oscuro y su cuello al tragar. El lo hacía lento, pues no quería que este momento terminase, pero terminó. Una vez se apartó, May se agachó para quitarse los zapatos.

—Deja, ya lo hago yo —Laurie se acomodó a los pies de May y desató la hebilla de sus zapatos.

—Que servicial estás hoy —May dijo extrañada pero él no dijo nada. Solo disfrutó de su trabajo mientras May disfrutaba de las vistas del chico.

Una tensión se notó en el ambiente cuando Laurie acarició el tobillo de May con suavidad. May se sorprendió pero no dijo nada al respecto. Cuando Laurie se dirigió al otro zapato, una misma caricia se hizo presente. Laurie se dió cuenta de la tensión de la joven, entonces la miró desde abajo. May se quedó atónita ante los ojos de su compañero, más oscurecidos que nunca. Entonces cogió un suspiro desde el abdomen y tragó en seco.

—Es mejor que nos vayamos a cenar ya —la joven dijo.

Laurie espabiló y se levantó con rapidez reaccionando a la voz de la joven.

—Cenaremos aquí, y pediré una copa fría para tu tobillo.

—Gracias —May sonrió dulcemente ante el acto de servicio de Laurie. El joven se quedó observándola por unos segundos. Sus cachetes rojos, el color del vestido que combinaba con su piel, o pelo revuelto por la caída creaban sentimientos extraños en Laurie.

Él sonrió apretando sus labios —No es nada. Haría cualquier cosa con tal de que estés bien.

Un par de ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora