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El ultimo día del viaje llegó. El gran barco desembarcaría en América por fin, pero el viaje para May y Laurie no terminaría ahí, ellos deberían coger un tren hasta Concord.

May en aquella ultima tarde en el barco se dedicó a buscar a su nuevo amigo Teo para devolverle el dibujo que él había hecho. Le daba pena dárselo, pero era lo que tenia que hacer.

—¡Teo! —la joven llamó desde la puerta del comedor al ver aquella melena rubia envuelta en papel y carboncillo. El joven levantó la mirada y sonrió al ver a la May —Aquí estabas, vengo a devolverte el dibujo.

—Muchísimas gracias, May —agarró el papel, lo observó con cariño y lo volvioa guardar en su carpeta con los demás papeles —¿Qué opinó tu amigo...?

—Laurie —le dijo su nombre —. Le encantó —May decidió mentir, pues no se acordaba de la opinión del dibujo de su amigo el pelinegro.

Teo asintió conforme y mordió una de sus tostadas.

—¿Que harás cuando lleguemos a América? —May apoyó su cabeza en su mano con curiosidad sobre las aspiraciones del joven.

—Me gustaría ir a Nueva York y trabajar en el distrito financiero —el joven habló mientras masticaba, cosa que le hizo gracia a la joven —. Wall Street, ¿lo conoces?

—Si, leí sobre ello en un libro de historia. Te convertirás en un pez gordo.

—Desgraciadamente, no es facil vivir del arte, pero prometo que cuando esté bañado en dinero, te buscaré y te dibujaré en un cuadro enorme. Serás mi Elizabeth Siddal.

—¿Quien es? —May preguntó riendo confundida.

—Fue la musa de Dante y de muchos otros pintores. Era hermosa, pero tuvo un trágico final.

—¿Qué le ocurrió? —May frunció el ceño.

—Se quito la vida.

May exasperó por la sorpresa.

—Quizás no fue la mejor comparación —el chico rió.

—No te preocupes, esta todo bien —rió la chica con suavidad para quitar aquella mala vibra de la situación —. He de irme, el barco llega a puerto en dos horas y yo necesito organizar mi maleta.

—Suerte con eso —Teo se burló con gracia de su amiga y ella frunció sus labios con una falsa molestia —. Adiós, linda.

—Adiós —May salió lo más rápido de allí intentando esconder su rubor ante los piropos del joven italiano.

Continuó por los pasillos lentamente pero aligeró su paso, pues estaba siendo perseguida por el dueño de unos extravagantes mocasines violetas.

May sentía una presión en el pecho y la cabeza que le hacían respirar con fuerza y ansiedad. Estuvo a punto de empezar a correr pues su habitación se encontraba a escasos metros.  Antes de cambiar de pasillo para deshacerse de su captor y llegar a su camarote, fue pegada a una de las puertas con pasión y fuerza. Esta se abrió haciendo que la joven y el intruso se sumieran en la oscuridad de aquella habitación.

Silencio.

May no de atrevió a hablar, hasta que sintió como una tela a pedazos caía en su cara. El silencio se convirtió en un grito espantoso de la joven, y en el intento de deshacerse de aquella húmeda tela, cayó al suelo.

La luz se prendió y el impactado rostro de Laurie se sumió en un inesperado ataque de risa.

—¡No es para nada gracioso! —la joven enfadada se levantó, dejando aquella tela que le atacaba en el suelo resultando ser una fregona sin palo —. Eres vil, cruel y despiadado.

Un par de ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora