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«Siento no haber podido cumplir mi promesa, pero iba demasiado enserio cuando dije que quería que siguieras con tu carrera como musica. Quería que triunfaras y que todos conocieran tu alma a través de lo tuyo. Lo intenté, pero quizás debí haberlo intentado con mas fuerzas. Te quiero mucho, y aunque la tapadera de tu piano se cierre, haré todo lo posible para mantenerla abierta.» Susurró May en un hilo de voz -puesto que su voz apenas salía- frente a un agujero de mas de tres metros de profundidad en aquel mullido bosque. Sorbió su nariz y fue acurrucada por sus hermanas.

Amy había vuelto de Europa para al menos poder despedir a su hermana mayor. Se sentía terrible por no haber estado allí y seguía en pleito con Jo por no haberla avisado.

El ambiente no era el más deseado en aquella pradera. Ya nada era como antes.

Una vez el funeral terminó y el cuerpo de Beth quedo sepultado para siempre, las hermanas fueron retirándose poco a poco y con pesar menos Jo. Aquella -ya mujer- quedó mirando perdidamente la tumba de su pequeña hermana.

Marmee tuvo que ser arrastrada por su marido, pues si no, era incapaz de dejar el lugar.

May limpió sus manos llenas de lagrimas y tierra en su falda negra de luto y se agarró al brazo izquierdo de su hermana Amy. Ninguna de las dos habló, solo se dejaron llevar por la tristeza de aquel momento.

Una vez llegados a la casa March se asentaron en donde pudieron e intentaron asimilar aquello que acababa de ocurrir.

—Debisteis haberme avisado, antes de que todo esto ocurriera —Amy rompió el silencio en la sala haciendo que sus hermanas y padres la miraran fijamente.

—Ahora no, Amy —Meg con la garganta entumecida reprocho.

—No, os habéis tomado el derecho de decidir cual seria mi último momento con Beth —lagrimas saltaron de sus ojos —, y no es nada justo —negó seriamente con la cabeza —. No es justo.

Jo, cabreada, se levantó de su asiento y pronunció las palabras mas crueles jamas dichas por ella.

—No creo que tu presencia hubiese detenido la decadencia de Beth —tragó en seco. Todos los ojos recayeron abiertos de par en par sobre ella.

Amy se levantó, se posó frente a su hermana mayor, alargó su mano y la estampó sobre la cara de Jo.

La sala quedó fría y helada ante tal escena. Todos allí quedaron atónitos sin saber debían hablar o callar para siempre. Esta bofetada no fue como las anteriores. No era nada semejante a las que sucedían en las típicas peleas dd hermanas.

Esta estaba cargada de odio y rencor.

—Eres despreciable —Jo soltó para enseguida subir las escaleras y chocar antipáticamente el hombro de May.

La pelinegra llevó sus manos a su cuero cabelludo con frustración y unas ganas de llorar increíble. Dirigió su vista hacia su melliza Amy y le miró con precaución regañándole con la mirada. Tras aquel gesto, se levantó de donde se encontraba y subió las escaleras para perseguir a Jo y así hablar con ella.

Subió las escaleras consiguiendo llegar al desván donde solían celebrar el club Pickwick cuando la infancia seguía vigente. Jo se encontraba guardando en un baúl todas las pertenencias de Beth, gasas, peluches, sus preciosas muñecas y pequeñas partituras.

—Creía que escribirías —May habló con sorpresa, pues Jo tendía escribir en momentos de tensión. Era una liberación para ella. La joven pelinegra echaba de menos hablar con su hermana mayor, conocer su sabiduría y gozar de su ideal de vida.

—Ya no escribo —tales palabras se clavaron en la mente y corazón de la más pequeña —. Aquello no la salvó.

Jo continuaba con su deber mientras May se sentó en un baúl ya cerrado con llave. Se detuvo a observar el comportamiento de su hermana. Ya no era esa chica tenaz, fuerte y capaz de vender su pelo por lo que realmente importaba; ahora era pasiva, callada y parecía estar enfadada con el mundo.

—Aquí estas muy sola, Jo —May habló —¿Por qué no vuelves a Nueva York? Hay grandes oportunidades —continuó —¿No tenias un amigo que es profesor? ¿Cómo...

—No —Jo secante interrumpió a su hermana y se levantó para agarrar más pertenencias de la fallecida —He fastidiado nuestra amistad con mi carácter, igual que todo, no volverá a ser mi amigo.

—Dudo que un amigo de verdad se detenga ante eso —May habló decisiva, y ahí, Jo, vio en su hermana una gran mujer ya hecha.

Quedó observándola de pie con un semblante serio pero triste —Dudo que eso sea verdad

Silencio

—Laurie no para de preguntar por ti.

—Ah ¿si?

May asintió.

—Es muy amable —Jo habló dispersa.

—¿Que te ocurre?

—No lo sé —se levantó rápidamente y miró a su hermana —, siempre he estado muy contenta con mi familia —se giró y respiró profundamente —. No lo entiendo.

May no habló. Solo la observó en silencio.

—Tal vez... Quizás... A lo mejor me precipité en rechazarlo. A Laurie.

La cara de May cayó rotundamente al suelo pero intentó disimular aquel enfermizo nerviosismo en la boca de su estómago.

—¿Lo amas? —May preguntó con preocupación escondida.

—Si me lo pidiese otra vez creo que aceptaría —Jo respondió con sinceridad —¿Crees que me lo volverá a pedir?

May apartó la mirada y tragó en seco con fuerza.

—Ah... —May entrecortado sin saber que responder musitó —¿Pero tú lo amas?

—Me importa más ser amada —La mayor no sabia si sus pensamientos eran los más adecuados, pero no podía pensar en nada mas que en el sentimiento de soledad.

May giró la cabeza de modo que Jo pudiera ver su rostro.

—No es justo —susurró inaudible.

—Quiero ser amada.

—Pero eso no es lo mismo que amar —May volvió a mirar a su hermana intentando evitar la cristalización de sus ojos.

—Es que siento... siento que... —Jo intentaba aguantar su llanto entre suspiros —Las mujeres tienen... Tienen mente, tienen alma ademas de corazón; y tienen ambición, tienen talento además de belleza, y estoy harta de que la gente diga que una mujer solo sirve para amar —subió su tono progresivamente —¡No lo soporto!

May apartó la mirada de nuevo, esta vez con más pena todavía.

—Pero estoy tan sola —Jo llevó sus mano a su rostro hundiéndose en llanto, uno muy silencioso que parecía procurar que las almas más puras ni se percatasen dd él.

—Jo... —May corrió a arropar a su hermana en sus brazos, sintiendo una enorme culpa caer su cuerpo. Tanta era que vomitaría en cualquier momento.

«Después de esto, ni si quiera debería mirar a Laurie a la cara» May pensó.

«Soy tan tonta y despreciable por enamórame de un hombre que no me pertenece» Continuó

—Jo, a veces no estamos hechos para amar, y no tiene nada de malo. Aun así, yo pienso, que tú no eres de esas personas. Alguien esta esperando por ti al igual que tu por el, pero mientras tanto, sea larga o corta, no nos queda nada más que disfrutar de la espera. ¿Sabes por qué? —May destapó el rostro de su hermana y ma miró sonriente.

—¿Por qué?

—Por que cuando encuentres a esa persona, desearas haber disfrutado más de la espera.

Ambas rieron.

—Y si como mujer deseas ser libre e independiente, pues que así sea, Jo.

Y cuanta razón tenía May.

Un par de ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora