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No puede desaparecer, desvanecerse, y esta situación no puede asustarle. Ha tratado de empujarlo,ha intentado olvidarlo. Nadie pensó que ella volvería. Nadie se lo replanteó, y mira ahora. Ellos dos se aman y ella, ahora, es otra historia. «Coge el siguiente billete» y «Coge el siguiente tren» «¿Por qué lo haría?». La cabeza de May era un laberinto conforme a la situación.

Pensándolo en caliente, le causaba enfado, pensándolo en frío era una enorme y negra decepción. Una ansiedad exagerada que le inundaba por dentro. Esa noche -tumbada en el sofá del desván mientras Teo se posaba en un colchón viejo de Meg- pensó en aquello, y que casi odiaría a Amy, si no fuera porque es su hermana. Eso mismo era su decepción: era su hermana.

Contradictorio, confuso. Eso era lo que May sentía constantemente. Odio, rencor y rabia, pena y decepción, perdón, y una vez el ciclo había acabado, volvía a empezar.

Mientras tanto, esa misma noche, Amy y Laurie -que compartían ya cama- charlaban de la vez que se reencontraron en Europa hace año y medio atrás.

—Baje corriendo del carruaje —la rubia dijo riendo —. Me encantó verte. Luego, me enteré de cosas muy feas de ti, no me deje llevar por lo que decían, yo te conocía mejor que ellos.

—Fue todo un gran error... —Laurie se llevó las manos a la frente con vergüenza —Recuerdo que cuándo me enteré que Fred iba a pedirte matrimonio corrí hacia vuestra casa, pero entonces ya no estabas allí. Fue angustiante.

—Pero justo le rechacé —Amy se acercó a besar la mano de Laurie con devoción. Más tarde sus labios.

Ambos se miraron con verdadero sentimiento. Ambos eran felices, se complementaban de verdad. Una pasión emanaba de ambos y se fusionaban entre si.

—Deberíamos hablar con May —Amy le sugirió al hombre.

—Dios no... —Laurie miró al techó con cansancio —Esta verdaderamente mal. No quiero que acabe señalándonos con sus desgarradores gritos, me hace sentir deplorable y despiadado.

—Quizás estamos siendo despiadados con ella —Amy dijo —. Me refiero, me importa como mi hermana se sienta, esta dolida. Lo sé. Pero quizás no nos importó tanto cuando decidimos enamorarnos y no buscarla cuando ella seguía enamorada de ti.

—Si que nos...

—Laurie, no mientas —La rubia se sentó en la cama mirándolo fijamente —. Ninguno de los dos pensamos en ella cuando nos besamos por primera vez. Lo he entendido ahora. Y tú tampoco pensaste en ella cuando te marchaste mientras ella estaba enferma.

—No me recrimines nada, soy horrible lo sé, pero intento redimirme. Soy Dorian regocijándome en mis pecados.*

—Ambos la hemos fastidiado —Amy volvió a hablar tras un silencio —, pero ya es demasiado tarde Laurie, quiero casarme contigo.

Tras reconocer sus pecados ambos se unieron en un tímido beso que, ciertamente les hacia sentirme mal sabiendo que May estaba arriba.

—Mañana hablaré yo con ella. Para lo de la boda, ya sabes...

—Si... —Laurie volvió a su posición cara al techo — ¿Crees qué May esté enamorada de Teo?

Amy pensó por unos segundos y cogió aire.

—La conozco. Sus gestos, su voz con él —explicó —. Siente cosas por él, es más que obvio, y a Teo se le ve loco por ella. Combinan genial, más que tú con ella, creo y espero que sea más feliz.

—Conmigo era feliz, ¿No? —Laurie preguntó inseguro.

—Si, pero quiero que lo sea aún más —calló la joven —. Me pasé con mis palabras, no debía haberle llamado aquello. Mi hermana bebe más de lo normal, pero no debí haberle dicho eso.

Un par de ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora