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Un año después, en pleno verano, May se miraba al pequeño espejo. Miraba su tocado preguntándose si era lo suficientemente bonito para visitas la playa. Se puso sus guantes, aquellos que siempre usó Meg y nunca ella, pero por fin los estrenaría.

Miró su vestido. Color crema y una cinta celeste en la cintura ciñéndose en el vestido. Las mangas eran cortas y abullonadas, como a ella le gustaban y estaba muy contenta por ello.
Últimamente la tía March le consentía con algún que otro dolar a cambió de ir allí a cuidar de su gato cuándo ella se ausentaba en su casa, con ellos consiguió el dinero suficiente para comparar una tela y mandar a hacer un vestido nuevo.

—¡May, el carruaje de Laurie se va ya! —May escuchó el aviso de su hermana y salió corriendo escalera abajo viendo a su hermana en la puerta de la casa. Su melliza Amy se sorprendió al ver el nuevo vestido de May —. ¡Te queda precioso hermanita!

—Muchas gracias —dió una vuelta en sí misma para presumir su vestido.

—Laurie se enamorará de ti nada más verte.

—Amy, no estoy nada interesada en Laurie —May mintió. Agarró el brazo de su hermana, salieron de la casa y adelantaron el paso para ir con los demás.

Veían el mar asomar y una vez ya estaban en la playa Laurie comenzo a presentar a tres nuevas personas.

—Estos son Fred Vaughn, su hermana Katy —señaló a un hombre rubio con una pequeña barba y a una chica rubia muy estiraba y elegante —y este es Francis Quirkle. Os presento a Meg, Amy, Beth, May y Jo.

—Es un placer conoceros —Fred Vaughn dijo con una gran sonrisa pero no le quitaba ojo a la señorita Amy.

—Vaya que elegante —Amy dió un paso al frente y se acercó al señor rubio —. Soy Amy March. Recuerda ese nombre, algún día iré a buscarte a Londres.

May rió ante el comentario de su hermana y procedió a saludar a todos acabando en Francis. Un chico pelinegro de ojos claros con una fina mandíbula y naríz. Muy apuesto a los ojos de todos.

—Encantada, soy May —le estiró la mano —. Yo no iré a buscarle a Londres pero puede venir a visitarme.

Quirkle rió ante su comentario —No dudaré en hacerlo señorita —mostró sus brillantes y blancos dientes.

La familia March juagaba en la playa. Jo y Laurie caminaban en la orilla. Beth jugaba con Meg y esta última iba intercalando su tiempo con el Señor John Brock. Amy sentada en la arena dibuja todo lo que veía mientas que May escribía una canción con un grafito que le sobraba a Amy en una página un poco rota.

Sus pies rozaban la arena -Marmee le permitió retirarse los zapatos- y juró nunca haber sentido algo igual. Juraba notar cada uno de los granos de arena acariciando sus pies. Pensó que se estaba volviendo loca pero la voz de Francis Quirkle le dió un recordatorio de que no lo estaba.

—Señorita May March —ésta miró hacia arriba entrecerrando los ojos para no ser cegada por el sol —, sería usted tan amable de concederme un paseo.

—¿Así es como la hacen en Europa? —May preguntó retóricamente mientras cruzaba su brazo con el suyo y se acercaron a la orilla del mar.

—Así mismo señorita... ¿Cómo es la vida en Concord? —el chico preguntó admirando el perfecto perfil de May.

—Es muy tranquila de hecho, aunque hace mucho frío en invierno.

—Eres una chica preciosa —sonrió embobado en los ojos de May.

—Oh —titubeó la chica nerviosa puesto que nunca había sido alagada así por un hombres —Muchas gracias. Tú también eres muy apuesto —rió con un poco de vergüenza.

—Gracias May.

Jo y Laurie también caminaban por la orilla, a escasos metros de May y Francis. Laurie miraban con recelo como el chico pelinegro le agarraba del brazo a May. Jo con extrañeza y esperando que su hermana no se enamorara del chico.

Ambos jóvenes se separaron ante la mirada de todos y Francis decidió volver junto con Fred Vaughn.

—Sabemos algo que tu no sabes, Jo —Laurie se adelantó junto a May y la agarró de los hombros en forma se compañerismo. La chica le miró con confusión.

—¡Decidmelo ahora mismo! —Jo exigió con curiosidad.

—¿Es posible que Meg haya pedido un guante? —preguntó mirando a May con picardía. Esta abrió sus ojos como platos.

—Laurie no...—rió la chica sabiendo que se lo iba a contar. Jo miró a la joven intentado descifrar que era.

—Lo tiene el señor Brooke —Jo adivinó. May y Laurie asistieron a la vez camiando hacia atrás mientras veían a Jo —¿Como lo sabéis?

—Lo hemos visto —May dijo.

—¿Donde?

—Quizas un cupido de lo haya dado para que Meg y el señor Brock...—Laurie soltó poco a poco y May sonreia y asentía sin parar a lo que el chico decía.

—¿A que es muy romántico?

—¡No, es horrible!

—Creí que te divertiría —Laurie le miró.

—¿Divertirme que alguien pueda llevarse a Meg? No gracias.

—Te sentirás mejor cuando alguien te lleve a ti —May le dijo.

—A ver quien se atreve a intentarlo.

—Oh, apuesto que alguien se atrevería a hacerlo ¿verdad May? —Laurie enredó su brazo en el de la chica pelinegra.

—Verdad, Laurie.

Jo siguió enfadada hacia el orizonte. Laurie y May se miraron pensando que Jo no tenia remedio y volvieron hacia donde todos estaban. Ambos se sentaron sobre una manta de picnic. Todas sus hermanas observaban a la pelinegra con una sonrisa picara y sin decir absolutamente nada.

—¿Que?

—Cuentanos todo sobre el señor Francis —Amy dijo inclinandose hacia su melliza.

May abrió la boca con sorpresa miró a Laurie de reojo.

—Eso señorita March, cuéntenos —Laurie se interesó en un tono femenino burlándose de May.

—Simplemente es muy educado y buen muchacho.

—Pero no tanto como yo, May —Laurie seguía bromeando.

—Eso es, tu sigue pendiente a tu vanidad —May le dijo rodando los ojos y apoyando su espalda en la del chico mientras que cogía el grafito de Amy y su viejo papel para seguir escribiendo su canción.

* * *

"No podriamos amar tanto la tierra si no hubieramos vivido en ella nuestra infancia. Si no fuera la misma tierra donde cada primavera crecian las mismas flores que recogíamos con nuetros dedos diminutos. Que novedad merece tan dulce monotonía en la que todo se desconoce y se ama precisamente porque se desconoce."

Un par de ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora