Capítulo 1: Historias para no dormir

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Era de noche, una noche tranquila, en un pueblo costero y tranquilo en el que nunca pasaba nada. O eso era lo habitual. Como es lógico en un pueblo costero hay un puerto, un puerto por lo que normalmente solo pasan barcos, marines, pescadores… pero en nuestro caso, se fue a posar una mano mojada que siguió al cuerpo desnudo de una joven que se alzaba desde el agua con dificultad.

Cuando por fin subió, se apartó su largo pelo negro y rizado de la cara mientras reía, lo había conseguido. Se levantó sin buscar nada de ropa, pues no había dejado vestimenta alguna por allí. Mientras su cuerpo y su larga melena se iban secando a una velocidad pasmante, la extraña silueta bañada por la luz de la luna poso su mirada en la avenida que se dibujaba en las sombras ante el muelle.

Se incorporó y paseo lentamente y sin ningún pudor hacia dicha avenida, no parecía importarle demasiado que sus pies estuviesen pisando descalzos una calle malamente asfaltada en piedra. Estaba claro que las miradas poco la iban a importar, pues no había ni un alma en la calle ni un solo candelabro encendido en las ventanas. De pronto se paró ante el escaparate de una coqueta sastrería, parecía emocionarse ante los vestidos que estaba viendo, aunque con esa luz ya podría estar llorando que nadie lo sabría.

Cogió una piedra del suelo y como si nada rompió el pomo de la pequeña tienda, tampoco es que fuera muy difícil colarse, ¿pero quién se iba a colar en una sastrería de barrio? Una vez dentro, su cuerpo se dedicó a bailar entre los vestidos aunque a veces paraba para probarse alguno. Al final decidió llevarse el que estaba expuesto pulcramente en el centro de la sala, debería estar hecho para una ocasión especial, pero esta era su ocasión especial.

Tras pelearse para ponerse sola el vestido, que la quedaba algo pequeño pues permitía que se viesen sus tobillos sin problemas, algo impensable en la época aunque a ella parecía darla igual. Salió de la tienda y comenzó a buscar lo que parecía una calle en concreto, hallada la ansiada calle la recorrió con avidez intentando escuchar una voz familiar o vislumbrar por la ventana el rostro que tanto anhelaba.

Hasta que lentamente pero con nerviosismo, coloco su oreja en la única casa que parecía tener la luz encendida, todo mientras apartaba su largo cabello rizado de su rostro. La luz de debajo de la puerta alumbraba sus tobillos pálidos y el encaje blanco de su vestido. Cuando por fin encontró esa voz que conversaba con otra desconocida no dudo en entrar sin avisarse si quiera.

-Cielo, estoy en ca…sa…-Dijo, en un principio con total entusiasmo que fue decayendo en una voz que solo podía oírse en los encajes y ribetes de su escote. La luz dejo ver por fin una mujer de ojos de agua marina, con un pelo azabache que parecía esculpido en las olas del mar, su olor de salitre y su voz risueña y musical podían dejar adivinar su procedencia. Su vestido de novia pulcro y puro, sin embargo, daban una imagen un poco desconcertante.

Un hombre joven de aspecto totalmente normal parecía conocerla, pero no podía apartar los ojos asustado del vestido, aunque a veces los posaba en la mujer que estaba a su lado. Su mujer, una joven con el pelo revuelto y una ropa bastante pobre, que miraba atónita a la extraña que había entrado en su casa y que no dejaba de mirar a su esposo.

El matrimonio comenzó a discutir, la mujer le acusaba de haber hablado con esa “cosa embaucadora”, mientras el afirmaba que solo la hablo una vez y que no pensaba volver a verla. A la aludida la temblaban las manos, sentía que se ahogaba como pez fuera del agua, no era capaz de articular palabra pues un fuerte nudo la constreñía el pecho. Cuando vio que su anfitriona comenzaba a gritar por la ventana y alertar a los vecinos vio verdaderamente lo que había hecho.

Salió corriendo al ver que comenzaba a salir gente con antorchas a recibirla, mientras corría desesperadamente en busca del puerto dejando que la carcomiese la angustia, pensó. Se había dejado engañar como una tonta, se había enamorado de un mal hombre, se había expuesto a un mundo que no estaba preparado. Cuando llego al puerto, se tropezó una sola vez y al girarse vio como una muchedumbre furiosa la perseguía para darla muerte.

La bella chica, llorando no pudo más que lanzarse al agua. Tras eso se oyó un estruendo, seguido por unos gritos ensordecedores, del más puro dolor. Su cuerpo se deshacía en espuma mientras su vestido se empapaba, era como si rebobinasen el nacimiento de Venus de manera grotesca. Los pueblerinos miraron atónitos como se corrompía una imagen tan bella entre llantos y miradas de furia.

Hasta que se quedó en silencio, la joven dejo de hundirse, miro su reflejo en el mar y hablo.

“¿A qué esperas para dejarme sola?”

Aarón se despertó de un brinco, sudando y muy agitado. La luz le cegó un poco pero le permitió ver un rostro clavado al suyo, si él fuese una chica. Una chica de pelo negro, que le caía sobre un pijama infantiloide, le miraba con una sonrisa burlona y una mirada ámbar que le decía que no iba a dejarle irse sin contarle su pesadilla.

 

 

 

The Silent SongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora