Capítulo 59: El último atardecer

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El viento suave y frio que se mecía entre los arboles acariciaba el pelo de Aarón y Jean mientras esperaban. Alina y Zoor surcaban el aire, ocultos, esperando el momento indicado.

-Relájate-Jean regañó a Aarón por no dejar de moverse-

-Sí, es muy fácil decirlo-se quejó Aarón- pero no soy inmortal, ni me reencarno, soy una simple hormiga en comparación con lo que se avecina.-

-Pues no olvides que las hormigas son más fuertes de lo que parecen-Jean hizo una pausa y comenzó a hablar cada vez más bajo- algunos seres extraordinarios tenéis la capacidad para resistir y luchar con fuerzas que escapan a la física y la magia... utilízalas.-

Los ojos del fénix se clavaban en una zona de arboleda, Aarón trató de seguirlos pero no veía nada. Al cabo de un tiempo, comenzó a ver luces y se puso en guardia.

De entre los arboles surgieron gran cantidad de hadas, a pesar de no mostrar su aspecto humano tenían el tamaño de uno al igual que Dana, toda la comunidad feérica comenzó a volar sobre ellos, tratando de rodearles. La única que se quedó quieta junto al bosque era Dana, impasible, observando a sus hermanas y hermanos.

Antes de que pudiesen huir hacia el pueblo una llamarada de fuego surgió desde el cielo para cortarles el paso. Las hadas, inquietas, intentaban ver de dónde provenía. Aunque solo recibieron una lluvia de meteoros.

Alina lanzó piedras a todos los enemigos que trataban de pasar volando y Zoorahkrin dejó inconscientes a varios de ellos al hacer su entrada, barriendo con su cola a cuantos se interponían en su camino.

-¿Acaso pretendéis frenarnos con esto?-preguntó Dana mientras tomaba forma humana- Dos insignificantes mequetrefes con débiles espadas y una muchacha indefensa montada en un dragón... ¡Qué miedo!-

-Ese tono tuyo no te durara mucho-gritó Alina desde lo alto- Si te niegas a un enfrentamiento justo entenderemos que este pequeño ejército tuyo no teme a un pueblo indefenso, pero sí nos teme a nosotros.-

-Si una clara desventaja numérica se puede entender por enfrentamiento justo...-

-Apelamos a tu sentido del honor-dijo Aarón- en cuanto a que te salve la vida,-el resto de hadas se giraron a observar la expresión de su capitana, algunas con gesto de desaprobación y otras de asco- también en cuanto a que te mantuviste a nuestro lado desobedeciendo tu plan original y a la lealtad que me juraste.-

-¡Simples mentiras que no pienso cumplir!-Dana estaba nerviosa, sonrojada- Todo formaba parte de mi plan para que me tomaseis por débil.-

-Y aun así no conseguiste saber nada de Thea-

Las palabras de Aarón se clavaron como un puñal ardiendo en el pecho de Dana y en el de todas las hadas y hados presentes. No esperaba que su pequeña frase tuviese tanta repercusión. Pero su discurso se vio interrumpido. Una voz, reptante, sibilina, se coló en las cabezas de todos los presentes. Cambiando el gesto estupefacto del ejercito por uno de terror y angustia.

-Necios...Tratáis de ganar esto con simples trucos de afectos humanos, de asquerosos y pútridos sentimientos humanos-el asco con el que escupía aquellas palabras hacía que se pusiese la piel de gallina- ¡Mi trabajo! De tantos siglos... ¡Tratáis de tirarlo con burdos sentimientos como si fuese un insignificante castillo de naipes!-

Se oían ruidos reptantes que partían hojas, que se apoyaban en árboles y los hacían crujir, ruidos que penetraban en los oídos y parecían abrirse paso hacia los planes más ocultos del cerebro y los secretos más puros del corazón. Casi se podía notar como se deslizaba entre las venas y se acoplaba dentro de uno mismo.

-¿Acaso tú no haces lo mismo?-preguntó Jean- Te ocultas e insinúas tu presencia para atemorizar, pero la realidad es que no quieres mostrarte ante tus verdaderos hijos. Temes a los únicos que podrían desbaratar ese plan tuyo... que sabes perfectamente que surgió por esos sentimientos humanos que desprecias. No eres más que una jovencilla despechada.-

-¡¿Cómo te atreves?!-gritó Dana-

-Está bien-dijo la voz- Si realmente quieren una guerra, la tendrán.-

Destrozando los arboles a su paso se aproximó a la vista de todos, lo que en otro tiempo fue una sirena, una noble maga o una bruja oscura ahora se trataba de una especie de sierpe. De cintura hacia abajo se podía ver una larga cola de un tono verdoso pálido, con rayas y motas negras. De cintura hacia arriba la figura de una mujer, pero cubierta de escamas del mismo tono. Incluso los brazos y el pecho estaban cubiertos por un aspecto de serpiente, tan solo el rostro mantenía su aspecto original. Pero no era la bella cara pálida con labios rosados y ojos azules, sino un gesto constante de odio e ira.

Aarón tuvo que tragar saliva y Alina se giró para no verla. No había duda alguna, ambos se habían repetido de camino a la escena que no se trataba de una madre en absoluto, en parte deberían agradecerla aquel aspecto, para sacarles de dudas. Alina se repitió así misma que aquel ser les había apartado de su padre, que había hecho que su hermano cambiase y su abuela no volviese a ser la misma. Aarón se repitió, por el contrario, que aquel monstruo era uno de los seres de los cuentos que creaba para su hermana y que si ahora quería protegerla, debía destruirlo.

-No sois rivales para mí-su oponente comenzó a reír- Traedme el corazón del guardián de la tierra.- Junto con esas palabras llenas de ponzoña mandó de un gesto a su asustadizo ejército contra Zoorahkrin y Alina-

-¡Alina!-gritó Aarón-

-Y tú...tratar de combatirme con un único guardián... ¡No mereces ni una despedida!-

Con aquel grito materializó una flecha negra que lanzó de inmediato contra Aarón. Este cerró los ojos, no tenía tiempo apenas ni de cubrirse con las manos cuando un sonido metálico le advirtió. Al abrir los ojos la flecha negra se deshacía en oscuridad cerca de él, en el suelo, junto a una pequeña daga blanca.

-Puede que este chico guarde un as bajo la manga-de entre los arboles salió Dinrol y se colocó junto a Aarón esquivando a varios oponentes- Quizás no sea el guardián del aire, pero luchare en su nombre hasta el final.-

-¡Dinrol!-dijo Aarón perplejo-

-Recomponte-le sacudió Jean, luego se dirigió hacia el rey de las hadas- ¿Al final nos ayudarás?-

-No puedo abandonar la causa por la que ella luchó con tanto ahínco-dijo con una sonrisa lastimera- sin embargo no puedo traer a todo mi pueblo, aunque gran cantidad de amigos, hermanos y hermanas, han venido en vuestra ayuda.-

Un corro de pequeñas luces rodeó a Jean y Aarón, colocándose entre ellos y el enemigo. Otro pequeño batallón voló a aturdir a todos los hados que trataban de atacar al dragón y su jinete.

-¡Esto es perfecto!-gritó Aarón, abrazando a Dinrol- mantenles en esa forma, que no adopten aspecto humano.-

-¿Pero qué dices muchacho?-preguntó perplejo- ¿El susto te ha fundido el cerebro? Así no son más que meras luces, no pueden combatir así.-

-Hazme caso-dijo Aarón ilusionado- es cierto que tengo un truco guardado, o una sorpresa más bien. Es para vosotros, pero no esperaba que vinieseis tan pronto. Aguantad un poco así, por favor.-

Dinrol dudó un momento, se giró para observar a su contrincante gruñendo, a la izquierda estaba Dana, incapaz de mirarle, cabizbaja. Después tornó la vista hacia el cielo, donde el dragón con su fuego barría a sus enemigos haciéndolos caer y su jinete recogía a cuantas pequeñas luces podía al verlas cansadas.

-Está bien, pero espero que sea una gran sorpresa.-

-Te aseguro que te encantará-

The Silent SongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora