Capítulo 54: Cambiar lágrimas por gratitud

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Apenas quedaban quince días para el final del verano, el tiempo se agotaba y tras la charla con Dante, las tareas se acumulaban.

Aarón caminaba con paso decidido hacia las profundidades el bosque mientras sus acompañantes, Zoorahkrin y Jean, apenas podían seguirle el paso.

-¡Oye, espera!-gritó Jean apartando una rama de su vista- ¿A qué tanta prisa y tanto estruendo?-

-Cierto,-añadió Zoorahrkin con tono serio- no me hace gracia volver aquí y menos armando tanto revuelo, ¿Quieres que nos pille esa bruja centenaria?-

-No, pero quiero contactar con las hadas, las buenas por lo menos ¿No se supone que están ahí para ayudar?-

-Ya te dieron mucha ayuda de pequeño,-contestó Jean- en ese aspecto vas sobrado. Además, una cosa es que nos tengas descifrando escritura rúnica de hadas y otra cosa es que las podamos atraer como las moscas a la miel.-

-No os tengo para eso-bufó Aarón, cansándose un poco de tanto frenesí entre los arboles- mi abuela no se va a implicar, traer a Alina o a Azura al bosque es demasiado peligroso, necesito compañía por si me pasa algo.-

-Lily-dijo Zoor-

-No, Lily no, cuando quiere es muy sigilosa y seguro que la pierdo de vista cuando menos me lo espero...-

-Que no,-dijo de nuevo cortándole el discurso- que ha venido.-

Aarón se giró airado para encontrar a Lily intacta, con sus ropas claras como siempre y sus sandalias. Ni siquiera parecía que les hubiese seguido, no estaba llena de hojas ni estaba cansada, solo estaba ahí. Por mucho que la regañó y la insistió en que era peligroso, ella solamente se dedicaba a mirarle fijamente y a sonreír de oreja a oreja.

-No me engañas, me estas entendiendo perfectamente, yo te enseñé a escribir, tramposa-

Aunque con eso concluyó la discusión, Lily se dio la vuelta y respiró profundamente, junto con ella todo el bosque. Llegó un aire profundo y cálido del interior, como recién salido de la boca del lobo.

Quedaron todos inmóviles, a la espera, hasta que de la profundidad vieron surgir una tenue luz amarilla. La lógica inmediata era pensar que se trataba de una vela, pero se movía muy rápido y de forma muy danzarina para ser una vela.

Era más como una luz acompañada de unas pequeñas alas, que fueron a estrellarse contra el brazo de Aarón. La sujetó con cuidado y tras el contacto, al abrir sus manos, encontró un chico diminuto sentado en ellas.

Era rubio, con el pelo rizado y revuelto, los ojos pálidos como la cera y sus ropas y su piel parecían hechos al estilo de las primeras hojas del otoño. Estaba sentado con las piernas cruzadas y las manos sujetas a sus tobillos, balanceándose como un niño. Su rostro sonreía, pero era una sonrisa algo pícara. A Aarón le recordaba a su amigo Daniel, parecía ser ese prototipo de chico, el que vuelve locas a las chicas.

-¿Me llamabais?-preguntó torciendo la cabeza, Lily asintió- Vaya, así que tu eres el niño de Thea.-

-¿La conoces?-preguntó Aarón- eres pequeño, como un hado bueno, pero tu ropa no me recuerda a la suya.-

-Eso es porque soy in príncipe no un sacerdote-respondió encogiéndose de hombros- Supongo que te recuerdo más a cierta hada pelirroja que estuvo haciendo de las suyas por aquí.-

-¿Ha corrido la voz?-preguntó Jean-

-Todo el bosque está al corriente, pero si queréis hablar de estos asuntos mejor dejad que os guíe.-

Volvió a tomar el aspecto de una cándida luz, esta vez más despacio y con cautela, les llevó hasta un claro del bosque cercano. Había runas casi imperceptibles en los árboles, salvo porque brillaban en un tono azul.

The Silent SongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora