Epílogo

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El sonido de la tapa de un libro cerrándose era música para sus oídos. El anciano se giró para observar la cantidad de libros que había en la estantería de su salón, todos ellos con su nombre impreso en el lomo. Respiró orgulloso pero también algo melancólico.

Habían pasado décadas enteras desde el verano del que hablaba el libro que acababa de releer. Se había convertido en todo un cuenta cuentos, plasmando todos y cada uno de sus contactos con algo que estaba más allá de la normalidad, como solía decir.

Allí estaban las hazañas de Dante, categorizadas como novelas de terror en su mayoría, también las historias de Sibil y las brujas, vendidas como enciclopedias de lo mitológico. También sus propias historias, las de toda su familia, impuestas como cuentos o como fabulas. Finalmente se había convertido en un héroe de papel.

Se levantó del viejo sillón, tan ajado como él, para observar las fotos de su familia. Había fotos de su mujer, de sus dos hijos, el trotamundos y el médico, ambos tan diferentes, pero ambos coincidieron en no dejar que nadie tachase de ficción las historias de su padre. También fotos de su hermana, de joven, pues no podía haber llegado a vieja. Sin embargo se detuvo ante la foto de su abuela y la de su padre.

-Hasta donde hemos llegado ¿eh?-dijo Aarón preguntándose si se parecía a ellos ahora en la vejez- Me he convertido en el mejor cuenta cuentos de todo el pueblo, me quieren hacer una placa y todo... aun cuando escribí sobre la noche de tu muerte,-dijo mirando la foto de Sibil- y todo el cielo se iluminó tanto que parecía de día. Aun así jamás me creyó nadie.-

Sostuvo la foto de su padre entre sus manos temblorosas, notando como se le empañaba la vista.

-Pero ¿Tu hijo lo ha estado haciendo bien no? Me preguntó si habrías llorado tanto como lo hice cuando vi las estrellas de Zoor y de Ali iluminarse en el cielo... Me pregunto si al menos habrás podido vernos desde lejos.-hizo una breve pausa, mientras colocaba la foto en su sitio- a veces me gustaría tener una foto de mama. Sus nietos preguntan por ella, al principio les costó entenderlo, pero sé que sabrán explicárselo bien a toda la familia que no conoceré.-

Al oír que se abría la puerta, se alejó de las fotos, para que su mujer no volviese a regañarle por ponerse melancólico. Fue a recibirla a la puerta, ambos se sonrieron como de costumbre. Para ellos es como si los años no hubiesen pasado sobre el otro, por lo que se abrazaron como si aún fuesen jóvenes.

-Te quiero-pronunció Aarón las palabras como si fuesen las últimas-

Vio en los ojos de Lily como latían por gritar "yo también". Le llevó cogido de la mano hasta el jardín, donde observaron sentados en un banco, las marcas que Lily había hecho en la pared. Era un mapa de la constelación que representaba a todos sus amigos, ellos eran los últimos y sabían que no les quedaba mucho tiempo.

Sin embargo, dejaron pasar la tarde acurrucados. Hasta que Aarón vio cómo su ropa había cambiado, junto con su piel y todo su aspecto. Volvía a llevar la ropa de cuando tenía veinte años. Alzó la vista para encontrar una mujer joven, de pelo dorado y rizado, salvo sus dos mechones lisos, que la llegaba hasta los hombros.

Llevaba un largo vestido blanco y en su hombro derecho se posaba un fénix rojo, grande y vistoso. Sonreía emocionada y exaltada por poder volver a verles. Pero intentando mantener la solemnidad del momento, alzó la mano para invitar a Aarón a reunirse con ellos.

Aarón sonrió con los ojos como platos y no sabía si aquella era realmente su muerte, pero sin duda sabía que era el mejor recibimiento para una nueva vida que podía tener. Antes de tomar la mano de Azura, se giró para mirar a Lily, tan joven como siempre la había visto.

Esta le besó, despidiéndose. Azura tomó el alma de Aarón, mientras Lily exhalaba su último aliento, convirtiéndose al igual que él en un millar de luces, guiadas hacia el cielo por Jean.

Cuando amaneció el pueblo entero, junto con la familia que tenían en él, no tardó en enterarse de la pacifica muerte que había tenido el matrimonio. Pero tan solo unos pocos dirigieron la mirada al cielo por las noches, para observas las nuevas estrellas, que formaban la constelación. Ya fuese por el conocimiento de la verdad o por la complicidad de la lectura de las buenas historias.

Lo importante fue que el mundo entero lloró de pena por el mayor narrador de historias de su tiempo, mientras que el cielo entero lloraba de felicidad al recibir en su seno a un antiguo amigo.

The Silent SongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora