Capítulo 11

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Paige Kiptniz.

Andy me tomo de la mano y me llevo a su coche asegurándose que ningún profesor nos pillara. En el camino no dijo nada, yo aún dejaba salir alguna que otra lágrima que limpiaba rápidamente.

Estacionó el auto y ambos bajamos, caminamos a la puerta, la abrí y el entra  conmigo. No había nadie en casa, Dina venía cuando yo salía de la escuela y Luna estaba trabajando, hoy tenia que salir con alguien, vendría hasta tarde. Así que estábamos solos.

Dejamos nuestras mochilas en la sala y Andy me lleva a la cocina para ponerme hielo en la mejilla y pasarme una toalla húmeda por el labio, me lo había lastimado y no lo había notado hasta ahora.

Si antes estaba hecha un desastre ahora peor.

Los ojos de Andy me veían con atención y realmente estaba agradecida de que estuviera conmigo en estos momentos.

Pasa suavemente la tela por mi labio dejándolo limpio y deja la toalla a un lado en la barra. Aleja el hielo de mi mejilla para ponerlo al lado de la toalla, pasa suavemente sus nudillos por mi mejilla no afectada y la acaricia.

— Tienes que aplicarte alguna pomada en tu mejilla. No es nada grave. Ya la inflamación bajo, pero así evitarás que se forme un gran hematoma.

— ¿Acaso estudias enfermería en tus tiempos libres? —bromeo.

— El involucrarte en peleas te da experiencia para curar los golpes.

De alguna manera me disgusto escuchar aquello, pero no estaba para discutirlo. Andy me ayuda a ponerme una pomada en el aérea afectada y también en los pocos rasguños que tengo en los brazos.

— Gracias, Andy, por traerme y ayudarme con esto. Si regresas ahora a la escuela, llegaras a tiempo para las demás clases —mi voz sonaba apagada. Me esforzaba para que no, pero no funcionaba.

— Lo que menos me importa ahora son las clases. No te dejaré sola, Paige. Desde que llegaste a la escuela note que algo te pasaba ¿qué es?

Ah, no. Hablar de eso no.

— Nada, dormí mal.  Es todo —miento.

— Y yo tengo un club de ajedrez. Dime qué ocurre —se acercaun poco a mi—. A lo mejor no podré solucionarlo, pero puedo escucharte. Eso ayuda muchas veces.

Muchas veces estuve detrás de Luna diciéndole que si retenía sus sentimientos o emociones, estos de alguna manera terminarían saliendo. En mi caso era el dolor, sabía que si no lo sacaba yo misma, de alguna manera peor buscaría salir. Además aunque no me gustará admitirlo, confiaba mucho en Andy.

— Es solo que... —costaba decirlo en voz alta—. Pensaras que es una tontería.

— Paige, solo dilo.

— Hoy hace tres años mi madre falleció. Hoy hace tres años mi familia se quebró —mis ojos me empezaron a arder por las lágrimas que amezaban con salir—. Se que ya a pasado mucho tiempo y que no debería ponerme así. Paso todo el año tranquila, puedo llegar a pensar en ello y no me afecta tanto, pero en esta fecha siempre recaigo. Es como si todo el esfuerzo por dejar ese dolor atrás, se viniera abajo —mi voz se quiebra—. Andy, los extraño demasiado.

— Paige, tu me dijiste que tu madre tuvo un accidente de auto y tu padre... —asiento.

— Mi madre era la luz de mi padre —paso el dorso de mi mano por mi mejilla para limpiar las lagrimas—, al ella morir fue como si él también se hubiera ido. Se mantenía en su habitación y era como si no estuviera. Por las noches lloraba, Luna no lo escuchaba, pero yo si —nuevas lágrimas salen—. A veces iba a consolarlo. Le decía que juntos saldríamos adelante... Una noche ya no lloro más, yo no había sollozos que vinieran de su habitación...

Al final de la noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora