Andy Beck.
Apenas estacione el auto y Estefanía ya había salido entusiasmada corriendo en dirección a la puerta de la casa de Paige, dio un par de toques a la puerta y espero pacientemente, Marco y yo bajamos del auto y caminamos hacia ella. Llegando a la puerta, esta se abre y deja ver a Luna, parecía que ya estaba despierta hace un rato, de seguro era porque debía irse a la universidad.
— Hola, chicos —nos sonríe. Se hace a un lado y nos deja entrar—. Paige aún sigue dormida, así que... —señala el pasillo—. Toda suya.
De nuevo, Estefanía salió corriendo al pasillo y Marco la siguió como si fueran dos niños pequeños. Doy un suspiro y niego con la cabeza, este fin de semana sería largo.
— Gracias por estar con ella —la voz de Luna me hace voltear a verla. Ella tiene su vista en el pasillo—. Hago lo posible por siempre estar con ella, hay veces que no puedo, pero me tranquiliza mucho saber que te tiene a ti —lleva su vista a mi—. Gracias, Andy.
— Me gusta estar con Paige, todo lo que la incluya a ella me gusta. No hay nada que agradecer, Luna.
— Desde aquella noche que interrumpi su casi beso, ella cambió y para bien, ya no la notaba tan apagada como antes —hace una pausa—. Lo sucedido con Dina fue un gran bajon para Paige, pues ella era más pequeña cuando la conocimos y desarrollo un fuerte lazo hacia Dina, pero de alguna manera esta reponiendose rápido de esa pérdida y estoy segura que es gracias a ti. De nuevo veo en los ojos de mi hermana esas ganas de luchar, esa ilusión de lograr salir adelante.
— Lo que más quiero es que ella avance —soy sincero—. Por más veces que tropiece, yo estaré para evitar que caiga.
— Eres un gran chico, Andy —sonrie—. Cuida mucho de mi hermana.
— Lo haré —aseguro.
Pasados unos minutos en silencio, Marco aparece en el pasillo con la mochila de Paige al hombro, Estefanía detrás con una sonrisa y de último Paige quien estaba dando un bostezo y embozo una sonrisa al verme.
Es preciosa.
Se acerca a mi y alza su rostro para dejar un beso en mi mejilla. Paige era alta, unos centímetros menos que yo, pero no necesitaba ponerse de puntillas para llegar a mi rostro.
— Bueno días —sus ojos verdes no tienen ese toque rudo y apagado de hace varias semanas atrás, ahora se ven risueños y con un brillo encantador.
— Bien, tortolitos —habla Luna—. Vayan y diviértanse, si beben háganlo con responsabilidad y si ninguno está en condiciones de conducir basta con una llamada o mensaje y voy por ustedes ¿de acuerdo? —todos asentimos—. Y por favor, ser conscientes de que son jóvenes, si hacen sus cosas usen protección.
— ¡Luna! —el rostro de Paige toma un leve, pero notorio rubor. Era difícil ver a Paige con las mejillas rojas.
— Un embarazo a su edad no es conveniente, niñas —su hermana continua tranquila viendo a Paige y a Estefanía—. Recuerden que sin globito no hay fiesta —aprieto los labios para no reír por la expresión de aquellas dos.
Ojeo a Marco y esta igual que yo. El rostro rojo de ambas chicas era digno de una fotografía.
— Sólo por precaución... —Luna se acerca a una estantería del pasillo, estira su mano y toma una cajita de color gris.
— Oh, no —Estefania ve a los lados. De seguro busca un lugar donde meter la cabeza.
— Luna, eso no hace falta —Paige se apresura a decir cuando ve que su hermana se acerca con la caja de condones en la mano y la extiende hacia ella.
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Al final de la noche
Teen Fiction-Eres preciosa, Paige -con su mano toma un mechón de mi cabello y lo pone detrás de mi oreja-. Tan preciosa y rota a la vez -lo observo sin entender lo último. -¿A que te refieres? -Has pasado por tanto dolor, tanta perdida, pero eres tan fuerte qu...