9. "Un bar, Dos personas"

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Año 2401, Enero
Siglo XXV
100 años después de la guerra.
Lo que alguna vez fue Estados Unidos.
Queens.

No sé qué decir al respecto y al parecer, Greg menos.

— Creo que debería irme... A Ferran no le gustará que esté en su piso. — Me regala una sonrisa y se despide, se levanta de la cama y se va.

Bien, necesito hablar con Ferran sobre esto ¿Cómo es posible que haya matado a algunas personas? lo peor es que me lo dijo, me lo dijo y no profundicé.

Espero unos minutos después de que Greg se va y me levanto de mi cama para ir directo a la habitación de Ferran, toco su puerta, desesperada y él abre, con el cabello mojado y sólo unos pantalones, dejando a vista su torso completamente desnudo y con algunas gotas de agua cayendo de él.

El tatuaje que le vi aquél día que tuve la pesadilla sigue allí, más intenso que nunca, es un agujero negro, o eso parece, aunque depende de cómo lo veas, también parece un remolino.

— ¿Qué sucede? — Pregunta, lo que me hace quitar mi vista de su cuerpo.

Carraspeo un poco la garganta y me obligo a verlo.

— ¿Puedo entrar? — Pregunto, señalando el interior de su habitación.

Él asiente.

— Claro, Lea, pasa. — Se aparta de la puerta para que pueda pasar. Paso y me volteo para verlo, él cierra la puerta, dándome la espalda y veo otro tatuaje, la piel alrededor está roja, lo que me dice que acaba de hacérselo.

Es un edificio, alto, muy alto, que se desmorona de arriba hacia abajo. Parpadeo varias veces, se parece al edificio que... aplastó a mis padres.

— Quería hablar contigo. — Me dice él, volviendo a sacarme de mi pequeño trance, tenerlo frente a mí, semi desnudo, y mojado no me deja pensar bien, sobretodo si lleva un tatuaje con el edificio parecido al que aplastó a mis padres.

Una teoría se crea en mi cabeza pero la descarto enseguida.

La teoría de que Ferran tuvo algo que ver con ese edifico. Con la muerte de mis padres. No, eso no puede ser.

— Yo vine para hablar contigo... — Susurro.

Debo sacarme esa idea de la cabeza.

— Lo supuse ¿Sobre qué? — Pregunta, sentándose en el sofá frente a mí.

Busco las palabras... ser impulsiva no lleva a nada bueno, no preparé nada para decirle, ni cómo lo haría.

— Puedes... — Carraspeo mi garganta y hablo más fuerte. — Puedes decirme lo que querías hablar conmigo, lo mío puede esperar. — Tomo asiento en el sillón a su lado y él se acomoda para verme, extrañado.

— No sé cómo empezar a decirte lo que haré... — Niega ¿Hacer?

— ¿Q-qué? ¿Hacer qué? — Un escalofrío me recorre el cuerpo.

Pensar que puede estar planeando matar a alguien me enloquece.

Bufa un poco y se pone de rodillas a mí, apoyando sus manos en mis rodillas.

— Sé que sabes que soy... un tanto extraño. — Habla casi en un susurro. Eso es extraño.

Asiento.

— Y nunca te conté la verdadera razón por la que traté de besarte el primer día. — Vuelve a negar.

Era un plan para... ¿Acercarme a él? Siempre lo pensé.

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