Lunes por la mañana. Ya en la entrada de la universidad esperando al dúo opuesto. Digo opuesto porque Omar y Dahlia son totalmente diferentes, uno es risa y la otra es sarcasmo, uno es chiste y la otra sequedad. Dicen por allí que los polos opuestos se atraen, pero este no era el caso de ellos.
Cómo no llegaban, me paré en la otra calle, al frente de la fachada. Me senté en la grama y recosté mi espalda en uno de los árboles que se encontraba allí.
Los autos de la calle se estacionaban a dejar a sus hijos. Miré hacia atrás y habían dos calles más donde pasaban con más velocidad. Observé algunos carros y me acordé de la película Up: una aventura de altura (triste película). Dónde el señor Fredriksen y Russell contaban los automóviles rojos y azules. Y mientras esperaba también conté algunos blancos.
En total pasaron once. Voltee hacia la fachada y justamente Dahlia se encontraba llegando. Me levanté, tomé mi mochila. Antes de cruzar miré a los lados y pasé la calle. Alcé la mano con movimiento y la chica pelinegra me observó.
Nos saludamos con un abrazo. Cuando íbamos a comenzar a hablar, sonó la campana.
Caminamos por los pasillos con la gente alrededor de nosotras apresuradas por llegar a tiempo a su aula. Nos separamos. Dahlia se fue por el pasillo izquierdo y yo seguí derecho. Ya adentro del salón, me senté en mi puesto, era el tercero de la fila de en medio. La profesora Carmen no tardó en llegar y sentarse en el escritorio viendo a todos con cara de yuca. Debo decir que la profesora era medio chévere, pero la seriedad que se cargaba nadie se la quitaba. Era alta, pelo corto con gafas.
—Buenos días clase. ¿Cómo pasaron su fin de semana? Me imagino que haciendo las actividades que les asigné.
El tonito con el que hablaba a veces era irritante. Carmen era de esas profesoras que te hacían dudar hasta de si estabas sentada correctamente en tu silla.
—Bien. Los iré llamando por la lista y me van entregando la actividad del diseño del logo. Traen los dos, el hecho a mano y el hecho a computadora con su buena explicación.
Empezó a llamar. Yo sacaba la hoja con el dibujo que, gracias a Dios, no tenía ni una arruga. Encendí la laptop y busqué el archivo. Ví que algunos alumnos tenían una sonrisa pintada en su rostro como otras no de mucho agrado.
—Tammy McCloud— me llamó la profesora con su voz firme.
Era mi turno. No negare que me sentía nerviosa, mis manos estaban sudando frío. Pero respiré y me concentré en hacerlo bien.
—Bien señorita McCloud— observando mi trabajo— ¿Qué tenemos aquí? Explique porfavor— pidió.
—Quise hacer un logo de la marca Coca-Cola. Algo que se viera llamativo tanto para los adultos como para los niños. Aparte de las letras— tomé una bocanada de aire— le añadí una ola negra representando... Y le expliqué todo sobre el diseño creado por sho.
Carmen no dijo nada. Se quedó detallando la hoja y la pantalla. Al parecer le había gustado mi explicación—no lo dijo pero lo sé— Luego me miró.
—Excelente trabajo Tammy— cogió el bolígrafo y escribió mi nota en su libreta.
—Gracias profe— me retiré.
Después de que revisara todos los logos. La campana sonó. Me levanté y fui directo hacia la cafetería. Tenía apetito. Saludé a los cocineros que estaban allí. Pedí puré de papás, ensalada césar, jugo de pera y una manzana. Me senté en la misma mesa de siempre. Al quinto bocado de comida, apareció el dúo opuesto. Ambos se dirigieron a el comedor y luego a la mesa con sus bandejas servidas del almuerzo.
—Provecho— les dije.
—Gracias igualmente— respondió Omar.
Dahlia por su parte, alzó el pulgar como gesto de agradecimiento. Una chica de pocas palabras. Para romper el disfrute de la ensalada, pregunté:
—¿Ustedes irán a la fiesta de Beatriz?.
Los dos masticando pan, esperé a que tragaran para que respondieran.
—Yo sí—respondió Omar— No tengo más nada que hacer, o bueno sí— recordó— tarea. Pero es una fiesta de Beatriz Calix, pasa de todo cuando es ella. Dicen que irán invitados especiales.
—Y el drama es el primero de ellos— opina Dahlia.
—Aparte del drama,— enfatizando en la última palabra— Invitados especiales— repicó.
—Yo no iré— decidió la chica.
—Yo tampoco.
—Oh vamos chicas. ¡Habrá comida gratis! ¡Preparada por no se quién cheff reconocido!
—Es tan reconocido que ni tú lo conoces.
—Tú y tu odioso sarcasmo.
—Así soy— encogiéndose de hombros.
—Bueno, será entonces una noche de comida, bebidas exóticas y chicas.
—Pero nosotras no vamos...— dándome cuenta a qué se refería— ¡Omar porfavor!.
—¿¡Qué!? Es normal, ustedes son mis amigas me tienen que escuchar.
—¿Qué decías?— bromeó Dahlia.
—No sé cómo te soporto— levantándose y llevándose las tres bandejas de comida, qué, ya no llevaban comida.
—Iré al baño, nos vemos.
Asentí.
Quedaba media hora para volver a clase. Circule camino a la biblioteca por dos libros. Uno para leer en mi habitación y el otro para la clase de mañana. Podría buscarlo el día siguiente, pero pensé y alguien me lo podía arrebatar, así que fui de una vez.
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Cuando la Imaginación se Desborda
RomanceHay cosas buenas como otras malas. Hay personas que les gusta adentrarse en otra realidad para salir de la suya. Hay veces que es mejor solo imaginar. Esta es la historia de Tammy McCloud y Zander Walker. Unos jóvenes viviendo la vida al máximo y am...