Capítulo 7

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Lunes. Como odio los lunes. Tienen algo que es detestable, incluyendo el nombre. Fue un lunes agitado. Los profesores de todas las carreras se volvieron locos, literal. Carmen nos mandó catorce preguntas teóricas, dos dibujos de tres objetos en ángulos distintos, seis investigaciones y un ensayo. ¡Todo para la misma semana!.

Ayúdame señor.

Martes. Este fue un día molesto. A pesar de que los martes son normales. Llovió toda la mañana y parte de tarde. ¿No podía llover cuando uno ya se iba a dormir?. Me encanta la lluvia, moderada. Esta era una lluvia fuerte, las gotas eran frías y caían con una fuerza veloz. Papá me llevó en el auto, solo se mojó la suela del zapato. Pero de regreso, quedé empapada. El autobús se paró en la placita que situaba cuatro cuadras de mi casa. Tuve que caminar. Parecía esponja remojada.

Lo único bueno, no me resfríe.

Miércoles. Colocaron nuevo menú en la cafetería de la universidad. Ya no más puré de papas. El menú tenía más presupuesto, más variedad de carnes, vegetales y jugos naturales. Dejaron la manzana y el yogurt. La rebanada de chocolate la eliminaron. Seguro porque tapaban los retretes y se cansaron de destaparlo a diario. Contexto: la rebanada de pastel era deliciosa, pero contenía demasiado cacao puro, más con los ingredientes unidos.

Solo imagínense, Bum.

Jueves. Estrés, estrés y más estrés. Demasiadas tareas pendientes. Lo peor es que cuando vas finalizando, la amigable y considerada profesora envía más. Toda la mañana estuve con dolor de cabeza. Y me cargaba una cara e ñame que nadie podía quitarmela.

Ve el lado positivo. ¡Ninguno!.

Viernes. Adorado y esperado viernes. Estuvo calmado. Entregué todas mis actividades- algunas las terminé en la madrugada-. Estaba cansadísima. Con grandes ojeras que ni la base ni el polvo las disimulaban. Solo quería dormir.

Al mirar lo cómoda que se veía mi camita. Dejé la mochila en el suelo y me lancé. Más tarde me baño. Tomé una agradable y tranquila siesta. Desperté y eran las ocho de la noche. Bajé a cenar con mis padres.

Cómo no tenía sueño por haber dormido toda la tarde. Me e quedado viendo una película de romance.

No habían pasado diez minutos de la película y yo ya estaba roncando.

***

Sábado. No hice nada interesante. Desperté. Comí. y dormí. Era un cansancio que no me daban ganas ni hacer los deberes de la casa- con o sin cansancio no daban ganas de limpiar la casa- Empecé a ver una serie, los oscuros secretos de mi vida. Serie sobre una chica que va contando poco a poco sus secretos más oscuros y sucios al chico que le gusta. Estaba interesante. Cada capítulo se ponía más emocionante.

Bajé por un refrigerio. Cereal con leche.

Pasaban las horas y yo pegada al televisor haciendo teorías de los secretos de Manila- la protagonista- hasta quedar dormida.

Domingo. Iba a quedarme en la cama viendo a Manila. Pero hay que variar. Así que fui al parque a trotar. Particularmente estos son aburridos. Vestí un conjunto gris acompañado con un suéter deportivo y zapatos.

Tomo el termo con agua que ya hacía en la mesa del comedor. Los audífonos inalámbricos AirPods, y las llaves de la casa.

De camino al parque. Las aves cantaban y revoloteaban en el cielo. La brisa fresca despeinaba. Por suerte, traía una coleta alta. Y sin embargo, el cabello suelto que quedaba se enredaba.

Recuerdo que de pequeña iba con papá y mamá al parque. Una vez, hicimos un picnic. Ese día papá me enseñó a andar en bicicleta. Cuando aprendí, papá quitó las dos rueditas de atrás. Tenía mucho miedo de caerme y lastimarme. Efectivamente, me caí. Pero de los errores se aprende. Después de unas semanas, ya andaba por toda la calle en bici.

Los miércoles de cada tarde venía con la abuela. Nos sentabamos en un banco a contemplar el lago con los patos. Ella contaba pequeñas historias de su vida. También sobre animales y plantas. Algo típico de las abuelitas. Hasta le pusimos nombre al pato del lago, este era Ricardo. No me acuerdo del porqué ese nombre.

Y ya al estar más grande. Salía con mis amigos. A veces picnic, a veces jugábamos o simplemente conversábamos. Éramos siete miembros del grupo, incluyendome.

-Buenos días- saludé amablemente a los vigilantes que situaban en la entrada del parque.

-Buenos días- respondieron dos de ellos.

Ya dentro de este. Rondaban algunas personas mayores sentados en un banco arrojando migas de pan a las palomas o caminando. Parejas u amigos conversando.

A mi alrededor, se encontraban árboles gigantes, plantas, flores, grama natural y grama artificial, algunas rocas enormes y una cantina con sillas y mesitas para comer.

De lejos vi el lago. Troto hacia el.

Estaba exactamente igual. Hermoso como siempre. ¿Ricardo seguirá vivo?. Espero que sí. Me senté en uno de los bancos. Le saqué foto con el celular para mostrarsela a la abuela.

Luego, el lago empezó a moverse en ondas. Era una familia de patos. Y uno de ellos se me hizo conocido.

Ricardo.

Supe que era él porque la mancha marrón que tenía en el cuello emplumado se le veía ovalada. Igual que el primer día. El pequeño patito se volvió papá. Hasta tenía esposa y tres patitos.

-¿Ricardo?- le llamé.

-Quack Quack.

Lo me lo tomaré como un sí.

-¿Cómo estás Ricardo?, años sin vernos. Ya eres todo un patote eh.

-Quack.

-Cualquiera me ve y cree que estoy loca- reí- Bueno Ricardo papá, me voy. Te deseo lo mejor, sé un excelente papá pato. Y espero volver a venir y que aún sigas vivo ¿ok?.

-Quack.

Al terminar la pequeña conversación con Ricardo. Sentí una mirada. Cómo si alguien me observara. Miré hacia los lados pero no había nadie.

Le di dos vueltas al parque. Quedé exhausta. Bebí agua como loca y me quité el suéter deportivo. No aguantaba el calor que tenía. Las piernas se oxidaron un poco . Mientras me lo terminaba de quitar, volví a sentir la mirada. Pero una mirada dudosamente ¿cálida?. No lo sé, era una sensación extraña. Me resultaba familiar. Volví a mirar hacia alrededor. Había gente. Pero ninguna me miraba. Nadie.

Me espanté.

Llamé a papá para que me recogiera. Me preguntó porqué lo llamé, que si había pasado algo. Yo le dije que estaba cansada y no quería caminar porque me dolían las piernas. Era cierto, pero todavía podía caminar. Regresamos a la casa. Me refresque, me duche y luego cené.

Mis padres protectores me dejaban salir sola a algunos lados, pero con la condición de decirles con quien estoy, en dónde, porque y para qué.

Mi mente en estos momentos era un desorden total. Nada encajaba.

Esa mirada.

Esa mirada, esa mirada.

Esa mirada ya la conozco pero
¿De dónde?

Vaya, vaya casanova. ¿Encontraste nuevo pretendiente?.

Cállate, esto es serio.

Lo sé.

No pareciera.

Después de tener una batalla contra la voz de mi conciencia. Dejé pasar esa extraña sensación.

Cuando la Imaginación se DesbordaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora