Capítulo 20

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Nos levantamos al mediodía. Si es por Dahlia duerme todo el santo día. Estaba muy cansada. Recuperé la energía gracias al sueño, a pesar de dormirme algo tarde.

Desayunamos y acomodamos la habitación que está hecha un desastre. Papá y mamá salieron de compras al supermercado.

Le comento a Dahlia sobre la invitación de Zander al circo. Ella esboza una sonrisa traviesa.

No fue la única que esbozó una sonrisa.

Obviamente, Zander me invitó al circo como amigos, ¿verdad?. Si no le dijo a los chicos seguro fue porque tienen cosas que hacer, estudiar o algo, ¿cierto?.

Cierto

¿Por qué siento que mientes?

Porque si miento. Bueno, mentimos

Tengo años sin ir al circo. La última vez que fuí, fue en mi cumpleaños número ocho. Palomitas de colores, payasos terroríficos. Amaba el circo de pequeña. Más que un parque, más que un cine. Ir otra vez después de once años me hará recordar parte de mi infancia.

—¿Irás?— pregunta, mirando de reojo.

—Es muy amable de su parte invitarme. Sería de muy mala educación rechazarlo.

Ella ríe.

—¿Cuál es el chiste, Dahlia?.

—Ninguno.

Enarco una ceja.

—Admítelo.

—¿Qué cosa?.

—Te gusta Zander.

Oh. Eso.

—Noo— río algo nerviosa— como crees.

—Zander gusta de ti— sonríe.

—No, no. Tampoco— lo pienso unos segundos— ¿O si?.

Dahlia ríe. Me conoce bien. Le cuento todo lo que me pasa, siento o creo. Duda de mi palabra. Lo sé.

—¿Le dijiste a tus padres?.

—Les diré cuando lleguen— juego con mi cabello enrollandolo.

—Entonces. Hasta mañana.

—¡Hasta mañana!— me despido con un abrazo de oso.

—Si es que amanezco viva.

—Dahlia, cállate— digo, tapando su boca.


                                 ***


Me encontraba preparando la cena con mamá y papá. Cortando los tomates. Lo único que faltaba para que la ensalada estuviera lista. Mamá se encarga de los panesillos rellenos. Papá es el encargado del pavo.

Aún no les he dicho sobre Zander. Es decir, la invitación al circo. Tengo planeado decirles horita en la cena. Estoy preparada mentalmente para que me bombardeen con preguntas.

Algo que los padres a veces no entienden, es la libertad. Cuídame, aconsejame, apóyame, enséñame la diferencia entre lo bueno y lo malo. Pero déjame ser libre, déjame tener libertad. No muchos nos dejan expresarnos libremente.

En mi caso, es la sobreprotección. Con diecinueve años no me han soltado. No han aceptado que ya crecí, que estoy en la universidad, que tendré una familia y volaré del nido.

Retomando la cena. Ya he terminado la ensalada. Procedo a guardar el tazón en la nevera. Mamá apoyada en el mesón, espera el sonido del horno para sacar los panesillos. Papá afila el cuchillo para picar los trozos del pavo.

Cuando la Imaginación se DesbordaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora