Frío, triste, gris. Gélido. Niebla, nubes bajas. La lluvia cae, fina. Contra la piedra, la madera, el mármol. Difumina un horizonte que queda lejano, desdibujado que, desde su ventana, es contemplado. Las pupilas de Marlena trazan un mar, del bosque y sus posibilidades. En sus párpados, la vida se entremezcla. Presente, pasado, futuro. Los hilos del tiempo. A sus espaldas, el tic-tac.
El reloj de la cocina permanece igual, inalterable.
Porque suceden las horas, los minutos y, a fragmentos indistintos, los días. Como si fuera lo común, lo lógico. Lo único cierto. Pero la herida del pecho le sangra. A media luz, le late el corazón y, con amargura, se abraza a sí. Los instantes más amargos de su vida. Eternos, etéreos. Que no cesan, que no parecen menguar. Apoya la cabeza en las rótulas y, ausente, contempla la Ciudad. La niebla apenas le permite distinguir la calle, los edificios contiguos, pero clava la vista. Busca, sin saber qué busca y, dentro de sí, se altera el ritmo cardíaco. Como una taquicardia. Gime de dolor hacia adentro, rota. No está preparada. La oscuridad del fondo de su mente la tortura. Arroja imágenes incompletas, proyectadas. Objetos, rostros, palabras escritas. Las flores, las espinas y el tallo. Un suelo cubierto de hojas. El velatorio, la caja y su textura. Madera. De roble, de pino, de qué más dará. El interior, bombea la sangre. Piel, blanca, perlada. Ropa elegante. Su atuendo. La ocasión más importante de su vida. Zigzaguean otras instantáneas. Misas, iglesias. Rostros desconocidos. Lo presiente, fúnebre; va a suceder hoy.
-¿Marlena? -La interrumpe una voz, a sus espaldas.
Con aire abstraído, parpadea. Cualquier resquicio de color, olor o textura se esfuma. La interpelada gira la cara de inmediato.
-¿Sí?
-¿Por qué lloras? -Carmen frunce el ceño con acritud. - ¿Es por la Universidad?
-Sí, sí. - Miente, desatada. - Muchos exámenes. Tengo la cabeza a mil revoluciones.
No hay nada que añadir o hacer. La enfermera emite un suspiro involuntario de derrota y, ante la falta de consuelo, la acompaña. Está, es. Ambas dejan correr al tiempo.
-¿Quieres hablar?
La tristeza de Marlena es intensa e inasimilable. A Carmen le pesa. Encierra una profundidad inexplicable y característica; una esencia que no se borra con lágrimas, ni palabras o acciones. A veces, tiene la sensación, de que es crónica. Un estado de ánimo perpetuo, sin solución. Como un vaticinio final. La idea es amarga, descabellada y, a ratos, no del todo imposible. Los ojos oscuros, piel pálida. Ánimo apagado. Insiste con el pie. Puntea el empeine de su hermana por debajo de la sábana, a lo que ésta replica con un respingo.
-He estudiado tanto que estoy vacía -reconoce. Ni siquiera desvía la vista de la ventana y, por supuesto, las lágrimas ruedan en plena libertad. Omite el ademán de limpiarlas porque es inviable: se suceden, una y otra vez.
-¿Has discutido con él?
-No, no -la alegría traza su voz, esta vez. Sabe quién es, aunque no le nombre. -Estamos muy, muy bien. Apenas hemos podido hablar estos últimos días. Él, por el disco y yo, la carrera.
-Es de agradecer.
Asiente, en silencio.
-La vida es un caos -reconoce. Aprieta la lluvia afuera. Las gotas repiquetean con furia contra el cristal. -Tenerle me da cierta sensación de orden porque, la verdad, sólo sé que no sé nada.
-¿Le has contado la situación?
-Sabe que en cualquier momento va a morirse. -Añade, fúnebre. Su rostro dibuja una mueca desolada. -Y yo creo que está más cerca que lejos.
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phone number
Fiksi PenggemarA Marlena la han dejado por WhatsApp. Desesperada, intenta escribir a su novio, pero éste le ha bloqueado. Entonces, lo intenta con sus amigos. Todos la ignoran, hasta que alguien responde. ethan torchio x female oc
