-¡Se está despertando! -Anuncian voces lejanas e indistintas, titilantes.
Con el ceño fruncido, los ojos inyectados en sangre, Marlena prueba a entreabrirlos. Un destello cegador, de color blanco se cuela en el interior de su párpado y, de nuevo, contrae todo el rostro, ciega por el contraste de la luz.
-Hay demasiada luz -percibe la voz clara, alta y distintiva de Damiano, con un característico rasgueo.
Una punzada de felicidad atraviesa la maltrecha, cosida caja torácica de la chica y, aunque reprime la sonrisa, ésta no tarda en aflorar. Corre las pesadas cortinas hasta que sólo hay una luz tenue e intimista en la habitación. Prueba de nuevo a abrir y, esta vez, consigue enfocar, luego de parpadear varias veces seguidas. Vislumbra sus propios pies, cubiertos por la sábana del hospital y, en frente, colgada de la pared, una diminuta televisión apagada. Desliza sus pupilas por los lados de la habitación para descubrir cuán acompañada está: Victoria, Ethan, Damiano, Gina. Cuatro pares de ojos la contemplan con auténtica preocupación y, azorada por ser objeto de tales atenciones, se ruboriza.
-No teníais por qué -consigue enunciar. Los ojos se le llenan de lágrimas. -Estoy bien.
-Bien cosida, supongo -repone Damiano.
Provoca las risas de los acompañantes, inclusive la de la propia paciente, quien se incorpora, muy poco a poco. Emite varios gestos de dolor que, con mimo, Victoria pretende evitar. Sus manos frías, temblorosas y esos ojos azules profundos e intensos se adelantan en una muestra de preocupación y, con cuidado, la arropa de nuevo. Acomoda la almohada a sus necesidades y, romper el contacto, toma asiento en el sillón de al lado.
-Las demás se han ido a casa -anuncia. -No querían, pero Carmen las ha echado casi que a gritos. Es muy brava.
-Mi hermana está en su salsa -sonríe. Acaricia, con su pulgar, su muñeca izquierda. -No me molesta, ni me enfada. Me avergüenza que estéis tan pendientes de mí.
-Dado que te han hecho atravesar el escaparate de una tienda, es comprensible que nos preocupemos -interviene Damiano, enérgico.
-¿Por qué las ha echado a ellas, pero no a él?
-Insistió en quedarse para contar que sigues viva.
-Uno, dos, tres -cuenta. Señala a Ethan, Vic y, por supuesto, a su amiga, que contempla toda la escena, divertida, desde una de la esquina. -Tres testigos. Damiano, te has quedado por amor al arte.
-Nos asustaste mucho -admite. -Pero ahora que estás despierta, voy a fumar.
Gesticula hacia la bajista para que, en conjunto, abandonen la habitación y, poco rato, bajo la excusa de buscar a la enfermera por el asunto del suero, Ginebra deja la habitación. Ethan deshace su postura rígida, helada y con un semblante funesto, serio, se acerca a su novia. Sonríe Marlena por encima del dolor, las dudas y, también, la desazón que le provoca su silencio. Reconoce que es hombre de pocas palabras, pero también lo extraordinario de la situación. Tiende su brazo, acaricia su piel y, de inmediato, él se aparta. Como si Marlena fuese contagiosa. Ella traga en seco, de golpe y, con los ojos llenos de dudas, lo contempla. Pide explicaciones sin usar las palabras.
-¡¿Cómo has podido ser tan inconsciente?! -Explota. La ira brilla en sus pupilas oscuras, dilatadas. -¡No te mereces más de lo que te ha pasado!
-¿Ethan?
Duda, cuestiona. Apenas reconoce en esa furia impropia, cruel a su pareja y, llena de dolor, intenta el contacto físico. Él se inclina hacia atrás y, aquejada de tirantez, cesa en sus intentos. Vuelve a apoyar la espalda en la almohada. La pena brota de su pecho clara, cristalina.
-¡¿Ethan?! ¡¿Ese es tu único argumento?! -Le grita. -¡Es pésimo! ¡¿Cómo has pasado a ponerte en peligro de esa forma?! ¡¿Es que has perdido la cabeza?!
-La que sufre las consecuencias soy yo, no tú -se defiende, todavía en shock. -No sé qué me estás reprochando, ¿que sea feminista?
-¡Te reprocho la insensatez de haber ido a una manifestación en un día como hoy! -Apoya las manos en el colchón, agotado. Ninguno de los suspiros lo calman. -Y ha pasado lo que tenía que pasar.
-Entre varios carabineri me estampan contra un escaparate ¡y eso es lo que tenía que pasar! -Grita ella, irritada por su insistente reproche. -Pero, ¡¿qué coño te pasa, Ethan?! ¡¿Le estás diciendo a alguien a quien amas que se merece la violencia policial?! Dios, ¡ni siquiera sé cuántos puntos llevo en el cuerpo y me dices que esto es culpa mía!
-¡Le estoy diciendo a alguien a quien amo que deje el feminismo porque es obvio que va a acabar por matarla! ¡Mírate! ¡Pareces una muñeca rota! -Escupe.
Marlena rompe a llorar, herida por su mezquindad. La última frase, que tantas veces se ha dicho, le han repetido a lo largo de la vida se le clava en el corazón y, para sacársela, gime, incapaz siquiera de respirar. Un golpe seco suena en la distancia, fuera del campo visual de la chica y, luego, otro.
-Vas a dejar de faltarle el respeto a la señorita -escupe la voz furibunda de Damiano. -Si no quieres aprender a tocar la batería con los pies. Porque te pienso romper todos y cada uno de los dedos de tus miserables manos, desgraciado.
-¡Te prohíbo que vuelvas a ir a una manifestación! -Repone Ethan, ajeno a las amenazas de su amigo, que lo tiene contra la pared por la pechera.
Veloces, un tejemaneje de pasos irrumpe en la habitación. Carmen, Gina y, detrás, sin aire, Victoria. Los gritos de la discusión reverberan por el hospital.
-Creo que es hora de que te marches -añade la enfermera, muy seria. No pretende deshacer el agarre posesivo, agresivo del cantante, sino indica la salida.
-¡Tú no vas a prohibirme a mí nada! -Chilla Marlena, rota de dolor. Las lágrimas le descienden por el rostro a una velocidad vertiginosa. -¡Y hemos terminado, Ethan Torchio! ¡No te quiero volver a ver más! ¡Lárgate!
-Andando, sinvergüenza -a empujones, Damiano lo saca de la habitación.
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phone number
FanfictionA Marlena la han dejado por WhatsApp. Desesperada, intenta escribir a su novio, pero éste le ha bloqueado. Entonces, lo intenta con sus amigos. Todos la ignoran, hasta que alguien responde. ethan torchio x female oc