| possesive |

234 19 9
                                    

    Observé el ataúd de bronce con un revoltijo de sensaciones dentro de mi estómago, con algo de repulsión y náuseas. A diferencia del nudo que tenía en mi garganta, lo cuál impedía que algún ruido saliera, a mi lado mi hermano se encontraba sollozando suavemente. De reojo lo observé, arrepintiéndome al instante al ver su rostro desfigurado por el dolor y la pérdida. La imagen y el ruido de su llanto rompió un poco más mi ya contaminado corazón. Pensé en si se sentiría arrepentido de haberse acercado tanto a madre, aferrándose a una idea sobre ella que en realidad nunca existió. Un ideal amoroso y cariñoso. ¿Era muy desalmado de mi parte no llorar por su muerte? Quizás, aunque a juzgar por los rostros de mis familiares todos lucían algo sorprendidos y disgustados por mi frío e inexpresivo semblante. Bueno, ¿acaso llorar la traería de regreso?

    ¿Por qué lloraría por alguien tan egoísta que decidió quitarse su vida sin pensar en sus hijos?

    No valía la pena.

    En vez de seguir observando cómo enterraban a mi madre decidí mirar hacia dónde mi padre se encontraba ubicado, frente nuestro. Al otro lado del pozo que habían cavado para poner el cajón dónde yacía el cuerpo marchito de mi madre. A juzgar por su expresión facial, lucía vacío, como si fuese un robot sin emociones más que una persona. Antes de seguir evaluándolo algo cálido presionó mi mano.

—Está bien, Rinny, no hay que ponernos tristes—torpemente sollozó mi hermano entre tartamudeos. Sonreí levemente, apretando su cálida mano con fuerza.

—Tienes razón, mientras nos tengamos el uno al otro, no habrá nada de lo que preocuparse...

    Él asintió sin mirarme, quizás muy avergonzado de mostrar su rostro lloroso hacia mí. Apenas teníamos once años, yo pensé que estaba siendo inmaduro. Sin embargo, levanté mi vista de nuevo, posándola en mi padre, quién seguía mirando como el ataúd era enterrado. Su expresión no había cambiado ni un poco, y pensé en sí su interior era igual.

    ¿Su interior se encontraba igual de tranquilo qué su exterior? ¿O estaría revolcándose con desdicha y culpa?

    Sonreí de punta a punta, riéndome levemente ante el pensamiento. 

    Quizás no debí haberlo hecho, el ruido logró que mi padre me observara con reprimenda en sus ojos. Yo esbocé una sonrisa con dientes antes de articular con mis labios en silencio:

    "Tú la mataste."

    Eso logró cambiar su aburrida expresión.




—¿Por qué siempre luces enojada? Te saldrán arrugas si continúas así—comentó Len mientras comía de su bento, el cuál consistía en sushi. Yo había fruncido mi ceño al verlo y despotricado hacia mi hermano de que quizás era momento de cambiar de chef.

—No me importa que me salgan arrugas, siempre puedo-

    Detuve mi mordaz comentario al observar una estudiante detrás de Len dirigirse hacia las mesas. Por su rostro supe que lucía algo nerviosa e indecisa, deteniéndose y mirando hacia todas partes como un cachorrito perdido. Tensé mi mandíbula con fuerza, ¿era nueva? ¿Era época de aceptar a nuevos estudiantes? La única razón por la que supe que era nueva fue debido a su uniforme, el cual pertenecía a otra escuela que no supe identificar. Eso aligeró mi disgusto, al no reconocer su uniforme supe que dicha escuela no merecía ni mi atención o tiempo para retener los colores, ¿acaso entró con alguna beca? ¿Qué clase de estudiante nuevo no tiene el uniforme adecuado?

    Esto debía ser una maldita broma...

—¿Rin? Oye, ¿a dónde vas? 

    Ignoré a Len mientras me levantaba de mi lugar y tomaba mi bandeja que contenía algo de arroz con kimchi que había pedido en la cafetería. Sonreí mientras caminaba, contemplando mi almuerzo. Sí, el kimchi había sido una buena elección, pensé mientras caminaba hacia la nueva estudiante. Ella se encontraba de espaldas a mí, aún sin poder decidirse en dónde se sentaría a comer.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 31, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

cortitos - vocaloidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora