La sala de espera es decepcionante, blanca y monótona, con un aroma de ambiente a rosas. Hay un maldito reloj en una de las paredes, justo a un costado de dónde se encuentra la secretaria, y hace un molesto sonido.
Tic, tac, tic, tac...
Cierro mis ojos y cuento mentalmente hasta diez, intentando no perder el control. Antes de siquiera llegar a nueve y pensar en las distintas formas en que podría terminar con aquél molesto sonido (quizás partirselo por la cabeza a la bonita secretaria) una puerta se abre. Aliviada abro mis ojos y observo al doctor que parece despedir a uno de sus pacientes.
—¿Tremblay?—Llama y con un suspiro me levanto, trayendo mi mochila conmigo mientras alzo una mano de forma vacilante.
—Aquí...—respondo mientras camino hacia el lindo doctor que me regala una sonrisa radiante.
—Es un gusto, pasa, bienvenida—saluda una vez me acerco y abre la puerta aún más.
—Gracias—susurro mientras me adentro a la habitación, que para mi desconcierto, tiene una bonita decoración interna.
—Toma asiento, me llamo Leonard pero si gustas puedes decirme Len. Eres nueva por lo que podemos empezar con algo suave—dice mientras toma asiento tras su escritorio y teclea algo en su laptop, yo frunzo mi ceño mientras me siento en el sofá largo que se encuentra frente a su escritorio y pongo mi mochila a un costado.
¿Algo suave?
—Bien, entonces dime, ¿por qué estás aquí?—Pregunta mientras cierra su laptop y se saca sus anteojos para leer, o quizás para el cansancio de la vista, lo cuál espero sea el caso porque sería una lastima que esos bonitos iris azules tengan que estar siempre escondidos tras dos lentes con aumento.
—Cu-cú, cu-cú...—me burlo sonriente mientras coloco mi mano a la altura de mi cabeza y hago círculos con mi dedo índice, señalando locura.
El doctor sonríe y niega antes de anotar algo en un cuaderno que no había visto antes. Curiosa me inclino hacia adelante y levanto el mentón, intentando percibir algo de lo que escribe pero estamos algo lejos y no noto nada más que todo los papeles esparcidos en su escritorio y los pequeños adornos que lo rodean.
—No estás loca... Rilianne, ¿verdad?—Se asegura y asiento—. Darte esa imagen a ti misma y a los demás no es positivo—parece regañar antes de mirarme de nuevo de forma comprensiva.
—Bueno, doc, ¿no se supone qué es la razón por la cual la mayoría viene aquí? ¿Para estar menos demente? Pensé que para eso eran los psicólogos—me mofo antes de cruzarme de brazos y hundirme en el mullido sofá blanco.
—En realidad te equivocas, algunos solo quieren ser escuchados—dice y yo resoplo.
—¿Por un desconocido?
—Te sorprendería lo fácil que es para la gente desenvolverse frente a un desconocido, es más sencillo de esa forma porque al no compartir un vínculo no temen ser juzgados—explica y yo frunzo mi ceño, no muy de acuerdo con sus palabras—, dime, ¿prefieres contarle todos tus problemas a una amiga, qué sabes puede criticarte por cada decisión que hayas tomado, o por un desconocido que te aconsejará de forma imparcial e intentará preservar tu salud mental?
—No lo sé, para eso primero tendría que tener amigas...—suelto con acidez, recibiendo una mirada sorprendida por parte del bonito doctor.
—Bien, al fin me das algo con lo que trabajar—murmura antes de ponerse anotar algo de nuevo con su pluma oscura.
—¿Puedo ver lo qué escribe?
—No, son notas privadas.
—Pero se tratan de mi—me quejo con un puchero que el doctor ignora.
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cortitos - vocaloid
De TodoTal vez hay un universo allá afuera, sucediendo ahora, donde terminamos juntos. Tal vez hay un universo donde soy la persona adecuada para ti. Donde adoro cada cosa agradable que hiciste por mí sin comenzar a resentirte. Un universo donde realmente...