Sᴜᴇɴ̃ᴏs

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Sumido en esos mundos donde los problemas y preocupaciones quedan en el olvido, su mente le jugó una mala racha. Estaba frente a él con un rostro de necesidad que lo invitaba abiertamente a enredarse en las sábanas.

Los centímetros se evaporaban segundo a segundo.

«Morinaga, te necesito. Bésame...»

Incluso lo escuchó con esa voz excitada, llena de lujuria y necesidad.

Cerró el espacio entre los dos y lo besó. Tan profundo y con una urgencia caliente que crispaba los vellos del cuerpo. Senpai ahora se mostraba en negativa, ¿por qué? Si hace un momento lo pedía con tanta pasión.

—naga...nagaaa

El beso se sentía forzado y eso lo estaba impacientando.

—¡MORINAGA! — sintió un golpe en el estómago y solo así se levantó.

—¿¡por qué a MÍ, DIOS MÍO!?— Isogai empezó a escupir de asco.

—¿QUÉ QUÉ PASÓ?—se sentó bruscamente sobre su futón mientras tosía por falta de aire.

Morinaga sintió muchas miradas sobre él, a pesar de estar doblándose de dolor sentía un aura en especial que se estaba tornando en color: negro amenaza de muerte. A su lado un chico estaba tosiendo con violencia y escupiendo un poco.

—¡SE PUEDE SABER POR QUÉ DEMONIOS ESTABAS BESANDO A ISOGAI! E-N-U-N-C-I-A.

Su senpai estaba con los brazos cruzados sobre su pecho, con las manos empuñadas y el entrecejo cerrado en su totalidad. Su piel rojiza no le auguraba cosas buenas. Adiós fortuna. Hola muerte lenta y silenciosa.

Todos estaban presenciando una escena de celos. Nadie se atrevió a interrumpir, ni a respirar fuerte, ni a parpadear. Incluso Isogai sentía miedo, y eso que era la víctima.

Silenciosamente todos se fueron para dejar a Souichi y Tetsuhiro solos en la sala. Los futones los recogerían después. Quizá muy muy después, tal vez a mediodía. El Tatsumi mayor se veía muy muy cabreado.

Todos le echaron la bendición, los santos oleos, un par de rezos y un suspiro al cielo para que tuviera un poco de piedad con el pobre Morinaga Tetsuhiro, que ya estaba muerto. Solamente que aún nadie le había avisado.

 Solamente que aún nadie le había avisado

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Entre ParéntesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora