𝑷𝒆𝒏𝒊𝒕𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂

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Por más que torcía el cuello no alcanzaba a mirarse del todo. Tal vez usar un espejo de mano sería de mejor ayuda. Ya había pasado varios días en donde se curaba a sí mismo, a como pudo y a donde pudo alcanzar. No estaba muy seguro cómo estaban los rasguños, o mejor dicho, las heridas de su espalda.

Desde aquella vez no había tenido oportunidad de repetir la hazaña y tampoco tenía ganas de intentarlo, no se creyó competente para tener caricias de esa naturaleza. Aunque lo amaba con todo su corazón, es de humanos reconocer el dolor y la debilidad. No, no era una princesita de la pradera, pero también debía cuidarse y quererse un poquito.

Así estirando el cuello y torciendo el torso la puerta del baño se abrió de golpe.

—¡Mo-Morinaga! ¿qué-qué haces sin ropa?

El tirano emitió un reclamo teñido de rojo vergüenza al ver a su chico con el torso desnudo. Al escuchar esto, Morinaga instintivamente se dio la vuelta para que su senpai no viera nada.

—Ah, Senpai. Bu-buen día. No estoy desnudo. De todas formas estoy en el baño ¿qué pasa?

—Es que necesito...—Souichi advirtió el nerviosismo de Tetsuhiro, algo estaba ocultando—¡oye! ¿qué estás tramando?

—¿yo?— respondió nervioso —¿yo? na-nada ¿po-por qué lo dices?

—Morinaga a mí no me engañas, estás nervioso.

La mirada cambió en un tris, se perdió en el reflejo que le devolvía el espejo y entonces lo vio todo. Tetsuhiro se tapó el rostro con ambas manos, ahora el avergonzado era él. Con brusquedad su senpai lo giró.

—¿qué de...monios?

Souichi miraba horrorizado las heridas que aún persistían en esa piel. Morinaga separó el dedo índice y medio para hacer un espacio y poder espiar a través del espejo. Su senpai estaba escondido detrás de su espalda. Una gran suerte porque así no vería su rostro carmín.

—pensé que ya habían sanado...

Un dedo recorría con muchísimo cuidado esas líneas que se coloreaban en dos tonos. No entendía la razón de sus tonalidades, se supone que la pomada que le dio era efectiva para este tipo de heridas. Tetsuhiro sentía la exploración cuidadosa de Souichi, esas tiernas atenciones le derribaron su vergüenza por completo.

El dolor cambió por ternura. Definitivamente era un tipo masoquista.

—no entiendo por qué unas están sanadas y otras no.

Ciertamente no sabía con exactitud el estado de cada herida porque no se alcanzaba a ver muy bien del todo. Morinaga sentía pena de decirle la razón, ya estaba metido hasta el fondo no había razón para ocultarlo.

—Debe ser porque...porque no me alcanzo...—dijo encogiéndose de hombros

Souichi parpadeó incontrolablemente como queriendo comprender lo que escuchó.

—¿recuerdas que te pedí ayuda...? Era por ese motivo que te dije. No me alcanzo y tampoco veo con exactitud donde están. Me he puesto en donde solo llegan mis manos... —una vez más se encogió de hombros

Esas manos siguieron explorando la ancha espalda de Tetsuhiro. Aquella mañana no fue capaz de ver a conciencia el fruto de su éxtasis y se le fue el tiempo en gritos, penas ajenas y un frasco de pomada volando en el aire para aterrizar en la cabeza de un tonto.

Se sintió culpable por su evidente negligencia, si lo pensaba bien no era un gran trato untarle la pomada. De haberlo hecho, Morinaga no estuviera en este estado.

—Lo siento

Se derrumbó sobre la espalda herida. Rodeó la cintura de Tetsuhiro mientras descansaba su frente en medio de las heridas.

—Lo siento —dejó un suave beso en la columna vertebral —lo siento —otro beso en el omóplato.

Morinaga se sentía saturado de emoción y sentimiento al ver la reacción de Souichi. Cada beso que sentía en su piel se sentía como un toque eléctrico. Lo llenaba de energía y lo renovaba de pies a cabeza.

—Lo siento, —se puso de puntitas para besar su hombro —soy un idiota.

Creyó que con cada beso en la espalda podía pagar una especie de penitencia. Su perdón llegó cuando las manos de Tetsuhiro se enredaron entre las suyas.

—Lo siento, lo siento. Lo siento. Yo...si yo hubiera...ya no estarías...yo...

Tetsuhiro ya había escuchado suficiente. Las disculpas de su senpai eran sinceras y los besos recibidos fueron la evidencia de que lo decía en serio. Se atrevió a darle la cara. Ahora el avergonzado era su senpai y no dudó en ningún momento en abrazarlo como es debido.

—Ya, ya. Tranquilo...—besó su cabello y descansó su barbilla sobre la cabeza de Souichi.

El abrazo fue correspondido al mismo tiempo que alguien escondía el rostro en el pecho.

—¿Me perdonas?— se escuchó una voz tímida encajonada por el cuerpo que estaba abrazando.

Morinaga sonrió al escucharle. Tatsumi al no recibir respuesta se asustó, creyó que había desatado una pequeña guerra mundial en su departamento. Alzó el rostro con timidez y encontró una amplia sonrisa.

—Te perdono.

Los labios sonrientes se acercaron a la boca tímida para otorgar el perdón que su alma tanto necesitaba. El culpable se inundó del calor de su liberación. Cerró los ojos y relajó las manos para subirlas a los antebrazos de Tetsuhiro quien ya lo tenía sujeto de la cintura.

Después de un par de intensos besos en la boca y sonrojos hasta las orejas, alguien se atrevió a preguntar:

—Senpai, ¿me puedes poner la pomada?

—Sí...

Un Souichi de nuevo avergonzado y con más disposición se dedicó a curar las heridas a medio sanar de Morinaga.

Miss Book

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No tengo pruebas, tampoco dudas.

Ya sé, es un milagro que publique de nuevo. Ya tenía estas situaciones en mi cabeza listas para salir, sólo fue cuestión de tener tiempo libre para escribirlo.
Henos aquí.

Entre ParéntesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora