𝑨𝒎𝒐𝒓

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En un fin de semana cualquiera, estaban dos chicos metidos en sus labores. Cada uno perdido en sus mundos, cohabitando de forma maravillosa.

Tener la presencia del otro era suficiente para sentirse juntos. Uno estaba sumido en las evaluaciones de sus alumnos. El otro estaba siendo feliz organizando algunos rincones del departamento compartido.

El agotamiento del mediodía llegó, y pensó en hacer una pausa a sus actividades del hogar. Se paró en jarra para apreciar su trabajo en el centro de lavado. Aquello estaba tomando una pinta digna de una fotografía de Pinterest.

Se movió hacia la sala, en donde encontró a su chico calificando con tinta roja los exámenes. Sonrió al verlo tan relajado, sentado con papeles a su al rededor.

Después de todo, el profesor se acostumbró a su nueva labor, y desarrolló gusto por la enseñanza. Gracias a su disciplina pudo fusionar su trabajo de campo con el de aula.

Pasó en silencio a lado de él, para no desconcentrar. Quiso complacerlo un momento, así que echó un vistazo al refrigerador y entonces preguntó:

—Amor, ¿prefieres té helado o una limonada?

El profesor al escuchar aquella sugerencia deliciosa respondió sin dudarlo.

—Limonada está bien.

—Ya la preparo.

Uno sonrió ampliamente mientras buscaba en la caja de verduras los limones, con un sonrojo coqueto y eufórico en sus mejillas. El otro seguía leyendo las torpes respuestas de un papel, hasta que...

Su cerebro rebobinó el momento.
Esa pregunta tenía algo oculto.

«Amor...» Esa palabra melosa.

¿Cómo pasó? ¿por qué no reclamó?

Souichi se sintió caliente de las mejillas. Ese tipo le había llamado de esa forma y a él le pareció de lo más natural, incluso le respondió.

Si le llamaba de esa forma cuando estaban solos no suponía un problema. ¿O sí?

No sabía cómo sentirse. Así que prefirió hacerse el tonto. Era lo único que lo salvaría en ese momento.

Decidió omitir ese pequeño pero significativo detalle, esa forma cariñosa que Tetsuhiro usó para dirigirse a él.

Decidió silenciar los acelerados latidos de su corazón, porque esa palabrita lo hizo sentir amado. Una nueva forma de sentirse querido.

Y de nuevo, una nueva forma de Morinaga para invadir su mente y su corazón.

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Entre ParéntesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora