𝑫𝒖𝒑𝒍𝒊𝒄𝒂𝒅𝒐

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Al llegar al edificio alzó la mirada ante su altitud. Apretó el puño como para asegurarse de que aún llevaba las bolsas consigo, odiaba cargar cosas en las manos pero en esta ocasión no tenía más opciones.

Ingresó con fingido desgano, aunque en realidad a cada paso que daba un revoloteo de mariposas crecía en su interior. Empezó a sentir calor y la marcha forzada del corazón. Tal vez un poco de sudor por la frente y por las axilas. ¡No! de ninguna maldita manera podía llegar sudado.

Frente al elevador respiró profundo. Presionó el botón con el número tres. Los espejos del elevador le regresaron su reflejo sonrojado.

«maldita-sea...» se dijo a sí mismo, acobardándose un poco por su actitud. Desde luego no daría marcha atrás.

Metió la mano en el bolsillo derecho y sus dedos sintieron la argolla metálica, y mientras sacó el llavero un recuerdo le vino a la mente:

Aquella tarde en el departamento estaban haciendo el vago en la sala, lo perdió de vista por un rato y cuando se dio cuenta ya lo tenía cerca.

—Toma, Senpai— le dijo extendiéndole su llavero

¿para qué quiero esto? No quiero salir. No salgamos hoy —le expresó muy confundido.

—Míralas bien

Contrariado y desubicado obedeció la indicación, fue repasando cada llave hasta que encontró la novedad.

—¿y esta llave?

La sonrisa de Morinaga se extendió hasta las orejas.

—Es un duplicado de nuestra casa en Shizuoka

Tardó unos segundos en procesar la información hasta que entendió. Sus mejillas cambiaron de color y esto lo hizo ver adorable a ojos de Tetsuhiro. Le dio un pequeño abrazo aprovechando su desconcierto.

—Es la de tu departamento

—Nuestro departamento. Puedes ir cuando quieras. —Hizo énfasis en el plural.

Souichi no supo describir lo que sintió en el centro de su pecho. Una emoción nueva y muy diferente.

—Gracias...—fue lo único que pudo decir.

Y ahora que estaba frente a la puerta número trescientos uno, volvía a sentir aquel cosquilleo. Metió la llave en la cerradura y la giró con decisión. De nada servía titubear si él fue quien decidió por cuenta propia viajar tres horas para pasar el fin de semana en su otro departamento.

Cerró la puerta. Se descalzó y encontró a Tetsuhiro viendo la televisión.

—Estoy en casa —dijo un poco nervioso y sin alzar la mirada. Tomó fuerza y se envalentonó —he traído la cena—.

Le dijo con exabrupto alzando las bolsas de comida que había cargado desde la estación de Nagoya.

—¡SENPAI!

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