𝒀𝒐 𝒕𝒆 𝒄𝒖𝒊𝒅𝒐

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Anduvieron a prisa para alcanzar el último tren para regresar a casa. Cuando estuvieron en el vagón recobraron el aliento por la corretiza que dieron. Estaba desolado, solo había tres o cuatro personas que los miraron en silencio cuando se sentaron justo en medio, todos estaban cansados y volvieron a cerrar los ojos y a ponerse cómodos mientras esperaban llegar a su destino.

Más calmados y con el corazón apacible se pudieron relajar sobre sus asientos. Dos señores con aspecto cansados igual al de ellos estaban preparándose para bajar. Y fue así en un pestañeo como el vagón quedaron solo cuatro personas: una dama, un jovencito y ellos dos.

Los otros dos estaban cada uno en un extremo del vagón, ambos con el mismo cansancio. El chico tenía puestos sus auriculares; la dama se durmió leyendo un libro, acomodando su cabeza en una extraña posición sobre el respaldo de la silla.

Souichi los miró con el mismo sentimiento, cerró los ojos y descansó su cabeza en el respaldo del asiento. Automáticamente su cuerpo se aflojó, sintiendo los párpados pesados y soltando la mochila de sus manos.

Su acompañante la levantó y la puso sobre su regazo, lo encontró tan apacible cuando este solo lo miraba a parpadeo cansado. En un barrido visual exprés verificó que nadie los estuviera viendo, se acercó a su senpai adormilado y en susurro le dijo mirando sus labios.

—Nadie nos mira

Cerró el espacio entre los dos y besó sus labios. Souichi estaba tan cansado que no tenía ánimos de pelear, cedió ante el beso suave de su chico. Sus labios se encontraron con pequeños besos de mariposas, sintieron la piel de durazno del otro. Tetsuhiro besó discretamente su labio superior y lo atrapó con suavidad, mientras que con su dedo pulgar dibujaba círculos en la mejilla de Souichi.

Estaba maravillado de ver a su senpai tan colaborativo, sus ojos cerrados mostraban esas pestañas como si fueran campos de trigo, dorados y brillantes. Souichi tomó su muñeca con suavidad, no para separarlo sino para sujetarse como si la vida se le fuera en ese lento beso.

El beso no fue largo ni mucho menos intenso, solo fue un perfecto instante para sentirse correspondido. Con mucha fuerza de voluntad Tetsuhiro rompió el beso, su campo de trigo ahora parecía estar en el atardecer de las seis de la tarde, rojizo y tibio, igual que sus mejillas.

Le sonrió mientras Souichi mantenía el contacto visual, o al menos un intento de ello. Estaba tan cansado que sus párpados pesaban, al parecer ese beso le había quemado lo poco que le quedaba de energía.

Tetsuhiro dejó un beso en su frente y de nuevo le susurró con ternura.

—Duérmete, te despierto cuando lleguemos. Yo te cuido.

Y fue así como Tatsumi acomodó la cabeza en el hombro de Tetsuhiro.

Y fue así como Tatsumi acomodó la cabeza en el hombro de Tetsuhiro

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