Sostuvo mi rostro como si fuera lo más preciado del mundo, sus dedos pulgares acariciaban, lentamente en círculos, las mejillas que encendían mi piel nevada. Mi cuello se entibiaba con el roce de sus manos tan gentiles.
Como un imán me fui acercando más y más a él hasta que la distancia desapareció. Su mano derecha fue bajando por mi espalda hasta se apoderó de mi cintura, su mano descansó en esa zona anterior a mi trasero, en esa curva natural del cuerpo.
Alcé más el rostro para darle acceso mientras que él se inclinaba un poco más. Las palmas de mis manos podían sentir la temperatura de su pecho, no me quedo contento con eso y me animé a recorrerlo con timidez hasta que me aferré de su antebrazo.
Presioné esos músculos solo para darme cuenta que su musculatura es perfecta. Nuestros labios seguían moviéndose recíprocos, aún podía sentir el sabor del dentífrico y del té que me tomé en la cena. Mi lengua exploró con calma su boca mientras que sus dedos ahora masajeaban detrás de mi oreja.
Él sabe tan bien los puntos que debe tocarme que, cuando los presiona emití un leve gemido de placer. Pude sentir en mis labios su sonrisa, abrí los ojos y comprobé que aquello era cierto. A este punto del casi no retorno, él abandonó mi boca para besar mi barbilla y bajar a mi cuello.
Mientras le facilitaba el acceso a mi manzana de Adán mis manos se metieron por el cuello de su camisa para acariciar su pecho y espalda, incluso tuve la osadía de liberarlo del primer botón. Me sentí sonrojado ante mi acción, pero al escuchar sus sonidos de satisfacción me sentí complacido por mis atrevimientos.
Su boca se fue despidiendo de mi clavícula para subir de nuevo a mi cuello y llegar a mi boca. Abrí los labios deseoso y ansioso por sentirlo. Sus dos manos ahora presionaban mis nalgas, las cuales de nuevo fueron subiendo hasta rodearme de la cintura.
Mis manos curiosas siguieron su camino hasta sostener su rostro y emular las caricias con las que él inició. Intenté ser tierno y gentil, tal como lo es conmigo. Mordí su labio inferior con suavidad y eso le gustó. Mis dedos torpes se perdieron en su cabello, tan suave y oscuro.
La intensidad fue bajando hasta dar paso a la calma, sus labios ahora coronaban mis cejas y de nuevo una sonrisa se dibujó en su rostro porque mis gafas le estorbaban. No hizo amago de quitarlas, dejó un beso pequeño entre mis cejas y sus escurridizos labios dibujaron el puente de mi nariz, y cuando llegó a la punta dejó un beso.
Mis dedos entrelazados en su cuello descansaban sobre la divertida textura que provocaba el nacimiento de su cabello. Sin darnos cuenta compartimos el mismo aire, cerré los ojos para sentir el calor de su cercanía. Su nariz y la mía se encontraron con minúsculas caricias, estuvimos quietos de esa manera hasta que sus labios sellaron los míos con demasiada amabilidad.
—Buenas noches.
Abrí los ojos y me encontré con una cara sonriente, unos labios hinchados y una mirada enamorada.
—Descansa...—Me alejé con un poco de tristeza. Lo vi entrar a su habitación como si estuviera flotando en una nube, irradiando felicidad y satisfecho con lo que le di.
Esta tarde cuando llegó le pedí un descanso físico, he estado exhausto toda la semana. Mi agotamiento no solo ha sido mental y mi cuerpo me pide a gritos una pausa. Él prometió respetar mi solicitud sin rechistar, me recordó que mis necesidades son su prioridad y así fue.
Cuando vi la puerta cerrada mi corazón sintió un vacío extraño. Yo fui a tomar un baño para pensar en esas sensaciones. Mientras cepillaba mis dientes recordé el sabor de Tetsuhiro. Llegué a la cama con más emociones sin poder describir.
Abracé una almohada para sustituirlo a él. No me entiendo en estos momentos, necesito una razón o una explicación para todo esto que siento. Hace rato entre sus brazos me sentía como nuevo, ahora que no estoy cerca de él me siento incompleto.
Cerré mis ojos para no pensar más.
¿Alguien tiene una respuesta? porque necesito saberlo.
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