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— ¿Para qué demonios lo busca alguien como tú? — preguntó mientras se acercaba más al rostro de la pelirroja.

Ella guardó silencio por unos momentos, intentando procesar lo que le estaba pasando, ese chico actuó completamente diferente a lo esperado.

Cuando por fin pudo reaccionar, frunció el ceño tomando la muñeca del brazo que la sostenía, aplicando un poco de fuerza.

— ¿Qué demonios te pasa? Si no vas a decirme, suéltame. — se quejó en respuesta, ya no estaba de humor para cosas como esa, su cuerpo aún dolía, además de que su paciencia estaba en el límite.

El chico jaló a Nyoko hasta llegar a un callejón junto al restaurante, ya estando ahí la soltó con algo de fuerza haciendo que retroceda un par de pasos.

« ¿Cuántos malditos callejones hay por aquí? » pensó la menor pues ya se había topado con varios durante su búsqueda.

Un puño a punto de golpearle la sacó de sus pensamientos, lo esquivó por poco y contraatacó agarrando el mismo brazo para atraerlo hacia ella, para luego golpear el estómago del chico con su rodilla.

Él se contrajo escupiendo un poco, la menor aprovechó su guardia baja para propinarle un buen golpe en la mejilla, logrando así, mandarlo al suelo.

Agradeció mentalmente que su padre la obligara a tomar aquellas clases de pelea y defensa personal. Chasqueó la lengua en cuanto se dio cuenta de su pensamiento.

Se alejó unos pasos en caso que el quisiera atacar por sorpresa, aunque también para intentar tranquilizarse, ya estando más calmada volvió a tomar la palabra.

— No tengo malas intenciones si es lo que te preocupa. — aclaró con un tono más neutro. Él levantó la vista, pues aún sostenía el área donde fue golpeado.

Se reincorporó, su semblante seguía serio, estaba a punto de decir algo cuando otra voz conocida habló.

— Oi, cabeza de zanahoria, ¿Qué estás haciendo ahí? — se escuchó, ambos centraron su atención en un peliazul que se hallaba en la entrada al callejón.

Se le veía curioso, pero no preocupado. Pronto su vista se posó en Nyoko, recién notando que estaba ahí.

— Oh, pequeña fiera. Parece que ya estás mejor. — dijo con una sonrisa, se quedó pensando unos segundos y su gesto cambió. — Espera, ¿Qué estás haciendo aquí? Deberías estar en tu casa. — añadió a la vez que se acercaba al par, específicamente, a la chica.

Él era más alto, por lo que Nyoko tuvo que levantar la cabeza para mirarle a la cara, sus miradas conectaron. Dorados y ambarinos, electrizantes y en llamas, él y ella.

— Yo...eh, quería agradecerles su ayuda. Esos tipos me agarraron en un mal momento. — dijo con cierto nerviosismo a la vez que apartaba la mirada y pasaba su mano por su nuca en un intento de calmarse.

El mayor suspiró antes de reír por lo bajo y revolver suavemente el cabello de la oji-ámbar. Un carraspeo los hizo voltear hacia el pelinaranja agresivo, quien los veía en espera de una explicación.

— Oh, Toshio. Ella es la chica de la que te hablamos, la que recibió una paliza ayer. — explicó con una sonrisa, como si lo dicho fuera completamente normal.

El nombrado se sorprendió además de sentirse levemente avergonzado al darse cuenta de su reacción exagerada.

« ¿Quién en su sano juicio vuelve al lugar donde lo apalearon? » pensó mientras hacía un puchero. Los otros dos lo miraron confundidos, pero prefirieron dejarlo en paz.

— Parece que todo está bien así que es hora de irnos. — habló el peliazul comenzando a caminar hacia la única entrada y salida del callejón siendo seguido por el otro chico. Después de avanzar un par de pasos, se detuvo y miró atrás notando que ella no caminaba.

La Heredera Dragón ll BnhaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora