Un goteo desde el techo hizo que me despertara.No sabía si llevaba horas o días metida en la sala oscura, porque había perdido totalmente la noción del tiempo.
Me levanté de mi sitio después de unos cinco minutos enteros mirando a la nada, casi cayéndome por haber estado en aquella posición demasiado rato.
Supuse que ya sería de día, porque en vez de entrar una tenue luz de luna casi inexistente por la pequeña rendija en el techo, entraba algo más de luz.
Me pregunté por un momento que estaría haciendo mi madre, si me echaría de menos, o si había llorado.
Me puse aún más triste al acordarme de que ya no había nadie para darle de comer a Dosty, esperaba que hubiera conseguido salir de la casa y estuviera cazando algo por ahí.
Hice el ademán de apoyarme en una pared, pero nada más rozarla, no pude evitar soltar un alarido de dolor. Con todo lo demás se me había olvidado que seguía con vendas por las heridas del primer día, y que no las había cambiado. Probablemente las heridas estarían ya infectadas, y moriría allí mismo lamentándome por no haber podido sacar a Lexie de allí y estar con ella.
La llave girando la cerradura de mi puerta empezó a tintinear justo a mi izquierda, haciendo que me diera cuenta de donde estaba posicionada la puerta entre tanta oscuridad.
—Sal.— escuché en tono imperativo a la vez que se abría la puerta.
Una fuerte luz blanca me cegó por completo, así que fui incapaz de moverme. La persona de la que provenía la voz dio cuatro zancadas hasta mí y me enganchó del brazo con mucha más fuerza de la necesaria.
Solté un breve gemido de dolor.
—¿A qué jode?— soltó con desdén.
Solo entonces me di cuenta de a quien tenía a mi lado.
—Yo... Lo siento...—dije al lograr abrir los ojos por fin y encararla.
—Ahorratelo.— finalizó la pequeña conversación.
Cuando mis ojos finalmente se hubieron acostumbrado a la luz, vi que pasábamos de largo la habitación de los Pensadores, y la mujer, al ver mi confundida expresión, soltó una carcajada, pero no dijo nada más.
Llegamos a la gran sala de máquinas, en la que ya había mucha gente trabajando.
O más bien, siendo esclavizados.
Vi la puerta de la Zona Prohibida, pero ni siquiera hice un ademán de asomarme por la pequeña ventana redonda, estaba demasiado cansada de todo ya.
La mujer se paró en frente de la rueda gigante.
—Hola, querida.—ni siquiera había reparado en Aledis a un lado mío— ¿Lista para divertirte en la gran rueda de hámster?
Ni siquiera levanté la vista del suelo para contestarle mal.
—Veo que el confinamiento te ha afectado.— dijo divertido, pero de un momento a otro su cara cambió a una mueca de asco— Luego te mandaré a las duchas.
Los guardias que estaban a un lado de la rueda me escoltaron y me subieron encima de esta. Seguía inerte mientras me ponían el arnés en la cintura, como una muñeca de trapo, manejable, y sin sentimientos, exactamente como me sentía en aquel momento.
De repente, la rueda empezó a moverse, y por reflejo, yo también.
Cada vez iba más y más rápido, y yo tenía que esforzarme de más, porque estaba herida y cansada.
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La Isla
Mystery / ThrillerDhairya vive en una isla en la que es imposible entrar o salir de ella, pero en esta, casi nadie muere por una causa natural. Supuestamente, por la sobre población, si dicen tu nombre por los altavoces, todos irán a por ti y el primero que atrape al...