Era una mujer de tez morena y pelo blanco enmarañado recogido en una pequeña coleta. También me di cuenta de que era bastante chepuda y llevaba un vestido de flores antiguo hecho un completo desastre. Tenía tantas arrugas que ni siquiera podía deducir una edad, a mis ojos esa mujer aparentaba más de 200 años. Intenté no abrir la boca de par en par mordiéndome los labios con fiereza. Creo que lo que más me asustó de ella fue su ceño profundamente fruncido, como si aquella fuera su expresión neutral de siempre.La señora no decía nada, y eso solo aumentaba mi tensión.
—Aquí está.— dijo el hombre que seguía apretándome la camiseta en un puño o, al menos, lo que quedaba de ella— Ahora, mi dinero, ¿no?
La anciana se giró y caminó dentro de la casa sin decir nada, y eso hizo que el panadero diera un paso hacia delante para seguirla. Reaccioné al instante, dejando mi porte congelado y me eché para atrás, intentando zafarme de su agarre de nuevo, sin mucho éxito.
—Venga niña, no me des problemas ahora.— me dijo mirándome con cansancio— Si no te mueves ahora, harás que te golpee.
—Que te jodan.—le contesté con una rabia que de repente surgió en mi en forma de llamaradas— Ojalá tú y tu dinero os pudráis en el infierno.
Seguido de esa ultima frase, le escupí en la cara con la sonrisa más falsa que había colocado en mi rostro, cosa que le hizo distraerse momentáneamente para limpiarse y me permitió soltarme.
Empecé a correr de nuevo lo mejor que pude con mi rodilla mal, consolándome al menos al ser ahora cuesta abajo.
Me giré un segundo para ver si me seguía, y mi cara se tornó de nuevo más pálida que el papel al verlo detrás mío, a pocos metros, con una maceta del porche de la casa en la mano. Entonces si que me invadió el pánico.
Volví a girarme hacia delante para seguir corriendo cuando sentí un sólido golpetazo en la parte trasera de la cabeza; me había dado de lleno, el muy capullo.
Caí hacia delante, pero conseguí poner las manos en el suelo al llegar a este para no golpearme la cabeza de nuevo.
A este paso no llegaré a los 18, me dije con agotamiento mentalmente.
No ibas a llegar igualmente.
Cierto.
—Maldita zorra escurridiza.—escuché a mis espaldas.
Sentía un pitido en la oreja derecha debido al impacto pero, aún así, le escuché, y me juré que algún día iría a por él, viva o muerta.
La venganza, en este caso, sería un plato que se serviría muerto, más que frío.
Me levantó de un tirón en el brazo y volvió a conducirme hacia arriba, pero yo no me daba por vencida, la adrenalina seguía cubriendo cada rincón de mi magullado cuerpo.
Al darse cuenta de que seguía resistiéndome, me encajó un puñetazo en la mandíbula. El alarido que solté consiguió que la anciana, desde la entrada, se girara en mi dirección con el ceño todavía más fruncido, juzgándome con la mirada.
—Te lo he advertido, ahora andando.— me escupió con rabia en la voz.
De repente me acordé de mi madre regañándome, diciéndome que mi agresividad y mala boca me traerían problemas algún día, y aún así nunca me callé, ni siquiera cuando mi padre me levantaba la mano. Así fue como conseguí las dos feas cicatrices de mi cara, y como, probablemente, acababa de ganarme una nueva.
Aunque no me arrepentía de ninguna si significaban que, al menos, había intentado luchar y seguía creyendo en mis ideales.
Me dejé arrastrar sin poner objeciones esta vez al interior de la casa, adolorida. Tanteé el lugar donde me había golpeado y al mirarme los dedos, había un rastro de sangre espesa en ellos.
Me encontraba algo mareada por el porrazo, pero cuando me recuperé en unos pocos segundos vi con unos ojos menos borrosos que estaba en un simple comedor de anciana.
Mesas de cristal con bordados blancos encima, un sofá con una manta de flores en esta, y un sillón con una caja de coser abierta sobre él. Sorprendida era una emoción pobre, simplemente no me lo podía creer aunque, ¿Qué esperaba? ¿Una cueva de monstruo del averno y jaurías de lobos hambrientos listos para despedazarme?
—Sígueme.— escuché la basta voz de la abuela dirigiéndose al panadero.
—Hora de mi merecido premio.— dijo para sí mismo con una sonrisa cínica decorando su horrible rostro mientras frotaba ambas manos— Por tu propio bien, no te muevas de aquí niña idiota.
Soltó mi camiseta causándome un gran alivio, su agarre llevaba doliendo todo el camino. Se fue detrás de la señora, dejándome sola en el comedor y completamente abatida. Sin energía ni una pizza de adrenalina extra para salir pitando de allí.
En cuanto desaparecieron por la puerta que, suponía, daba a una cocina o algo así, empecé a fijarme en los detalles de la sala en la que me encontraba; creo que para intentar distraerme y no quedarme dormida en aquel lugar que seguía horrorizándome.
Había una vitrina llena de muñecas de porcelana cubiertas de polvo que me provocó un nuevo escalofrío (señal de que, al menos, seguía viva); vi además un comedero de animal al lado del sofá, lo que significaba que quizá sí que tenía un perro gigante que devoraba humanos. Intenté fijarme en si veía algún pelo o resto que me indicara que en aquella casa había algún animal peludo, pero no vi absolutamente nada. También me fijé en la mesa de cristal frente al sofá donde me había dejado caer sin más: estaba decorada con un bordado en forma de tulipán y estaba repleto de trapos doblados perfectamente.
Eso me llevó de nuevo a sumergirme en mis propios recuerdos, al jardín que mi padre plantó para mi madre esta vez, lleno de tulipanes de todos los colores que hacían que la casa tuviera más vida.
Inconscientemente en mi cara se formó una mueca de asco.
—Un placer hacer negocios con usted, señora.— escuché la voz del hombre que me había atrapado y los pasos de ambos volviendo al salón, y solo pensé en una cosa:
No estaba dispuesta a morir aquel día. Pese a que estuviera destrozada y no pudiera casi moverme, mi final debía ser más digno que aquel.
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La Isla
Mystery / ThrillerDhairya vive en una isla en la que es imposible entrar o salir de ella, pero en esta, casi nadie muere por una causa natural. Supuestamente, por la sobre población, si dicen tu nombre por los altavoces, todos irán a por ti y el primero que atrape al...