15. Ayuda inesperada

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Narrador externo

—¿¡La has ayudado a escapar!?— Aledis le gritó en la cara, muy enfadado.— ¿!Pero tú en que coño piensas!?

—No quiero que forme parte de tu enfermo sistema, hermano.— respondió Lexie con toda la calma que pudo reunir.

—Como vuelvas a hacer algo que joda mis planes, la mataré delante tuyo, y luego te mataré a ti.— le escupió a su hermana.

—Es más lista de lo que crees, y yo también, así que quiero verte intentándolo.— dijo ella, con valentía fingida.

—Recuerda tu posición ahora, no siempre estarás en la cima.

Aledis pulsó con rabia el botón que conectaba a los cables a cada lado de la sien de Lexie, mandado descargas eléctricas directamente por todo el cerebro de su hermana.

—Pásatelo bien, hermanita.— soltó la última palabra con asco.— A todas mis unidades, encontradla.— dijo hablándole al walkie-talkie de su cinturón.

Él se fue, mientras ella se retorcía, intentando soltarse, pero sin poder debido a las ataduras de sus manos y tobillos.

Así que solo le quedó gritar de dolor hasta quedarse sin voz o inconsciente, como casi cada día desde que había llegado allí.

[🏝]

Intentaba con todas mis fuerzas que mis ojos no se cerraran, aunque era demasiado difícil.

Las paredes del ascensor estaban totalmente hechas de un plateado brillante que cegaba bastante a la vista.

Con los ojos entrecerrados, me vi reflejada en la pared de delante a mí. Aunque solo llegué a ver un borrón rojo y sucio.

Sabía que el ascensor estaba subiendo, notaba el lento movimiento hacia arriba, y me obligué a mí misma a despertarme del todo.

Me dolía todo el cuerpo demasiado, y parecía que mi cabeza estaba a punto de explotar, pero como siempre, aguanté.

Después de un largo rato que se me hizo muy eterno, el ascensor paró y las puertas se abrieron mostrando la sucia cocina que ahora se me hacía muy lejana.

Me levanté despacio, intentando que no me doliera todo, pero aún así lo hizo.

Me quedé unos cinco segundos inmóvil cuando conseguí estar de pie, quizá esperando despertarme de aquella pesadilla o quizá esperando instrucciones de mi guía que no llegaron.

Justo cuando la necesito, desaparece, que oportuna.

Me moví hacia la puerta del ascensor abierta, lento al principio, pero acelerando el ritmo cuando vi que se empezaba a cerrar.

Milagrosamente, conseguí pasar, pero lo peor se avecinaba cuando me di cuenta de que probablemente aquel ascensor volvería a subir repleto de uniformados dispuestos a matarme.

Calculé que si había tardado diez minutos en subir, al tener que volver a bajar para volver a subir, tardaría veinte.

Casi, solo casi, me alegré por tener algo de tiempo, porque el crujido de la madera del suelo sonó muy fuerte en la habitación contigua.

Me moví lo más rápido que pude hasta detrás de la puerta para esconderme.

Desde mi posición, pude ver a la anciana de la casa de arriba de la colina entrar al desastre que parecía una cocina.

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