Era una mañana de sábado cuando me levanté dispuesta a hacer mi rutina de todas las mañanas de fin de semana: desayunar, asearme, vestirme y dar un paseo con mi mejor amiga de toda la vida por la isla.Sí, vivíamos en una isla en medio de la nada, sin medios para salir o entrar a ella. Si nacías ahí, crecías ahí, y morías ahí. Un ciclo de vida sin mucha opción a elegir en dónde vivir y a que sitios viajar cuando empezaban las vacaciones. De hecho, el verbo "viajar" nunca se había usado más que para impartir la clase de historia en el instituto y lanzar deseos imposibles al aire.
Aunque la enfermedad no era tan común y la mayoría de personas nunca solían contagiarse de nada importante que no fuera por causa hereditaria, me gustaría poder decir que una vida en este lugar era larga y feliz, como en cualquier otro sitio del mundo que nos rodeaba sin que fuéramos conscientes. Pero aquello no funcionaba así, y la muerte natural escaseaba a veces.
Debido a la sobrepoblación, o eso es lo que siempre nos han explicado los maestros en la escuela desde los tiempos en los que ni tan siquiera sabíamos sumar, algunas veces se formaba una cacería para atrapar a alguien y llevarlo a la casa de la cima de la colina más alta de la isla. Nadie sabía qué era lo que pasaba allí dentro; si entrabas, no salías, y eso hizo que la gente dedujera que morían allí. Era obvio, ¿verdad?
Por mucha curiosidad que a mí me invadiera, no iría a averiguarlo con mis propios ojos mientras siguiera viva y no saliera mi nombre escogido como la siguiente víctima. En realidad, nadie había tenido las agallas suficientes para subir hasta allí, como cualquier persona normal con dos dedos de frente que pretenda seguir vivito y coleando.
Si tu nombre se escuchaba por los altavoces que había por toda Mageia, por mucho que corrieras o te escondieras, te acabarían atrapando, así que solo te quedaba rezar para que no salir elegido o morir de otra manera antes de que aquello pasara. Yo solía hacerlo cada noche con mi abuela (rezar, no morir), cada una rezaba para que no dijeran el nombre de la otra. Aunque dejé de hacerlo con el tiempo, perdiendo la costumbre a medida que crecía y me daba cuenta de que, tarde o temprano, acabaría pasando. Aún así, a veces miro al cielo y agradezco que mi abuela haya tenido la suerte de llegar a la vejez y vivir toda una larga vida.
Obviamente la gente que iba a por la persona a la que correspondía el nombre dicho, lo hacía por la cosa que mueve a la humanidad: la riqueza. El primero que la atrapara y llevara a la casa de arriba de la colina, recibía una gran suma de dinero, así que a veces la gente hasta se peleaba mientras corrían detrás del que debía ser atrapado. Me gustaría decir que aquello era gracioso de ver, porque en otro contexto me reiría a carcajadas, pero observar rostros sedientos de sangre y de algunas monedas perseguir a algún desgraciado llorando y preso del pánico como un cervatillo al alertarse de la existencia de leones, no era ni de lejos agradable.
Mageia era grande, pero aún así casi todo el mundo allí se conocía, porque por muy grande que fuera, seguía siendo una isla cerrada que no permitía la entrada ni salida de nada ni nadie, así que supongo que acababas conociendo a todo el mundo.
Salí de casa en cuanto estuve lista y me encaminé al lugar en el que quedabamos casi a diario a diferentes horas del día dependiendo de este. Ella siempre llegaba antes que yo.
—¡Llegas tarde!— me gritó cuando ya estaba lo suficientemente cerca para escucharla.
—¡Por sólo cinco minutos!— le espeté de vuelta.
Vi cómo rodaba los ojos mientras sonreía. Llegué en pocas zancadas a su lado y le di un codazo, como siempre lo hacía a modo de saludo amistoso.
—¿Te has enterado de lo que pasó ayer con Cyntia?— me preguntó mientras empezábamos a pasear por una de las pintorescas calles.
—No. ¿Qué ha pasado con ella?— le cuestioné yo con el ceño fruncido, fingiendo interés.
Ella empezó con su gran explicación, la cual no entendí muy bien, pero le presté atención, a mi mejor amiga le encantaban los cotilleos, aunque yo no era muy fanática. Me daba igual lo que hiciera la gente con tal de que no me afectara a mí de manera directa, sinceramente.
Cuando acabó su gran monólogo explicativo, apenas habíamos caminado ya tres o cuatro calles. Y de repente, su rostro y tono de voz cambiaron.
—Tengo un mal presentimiento— ahora tenía una mirada asustada y estaba más pálida de lo normal.
—Eh, no pasa nada, todo va a estar bien— yo sabía que su intuición era muy fuerte, aunque no siempre funcionara. A veces la molestaba con ser una especie de bruja. Ya estaba acostumbrada a estos cambios repentinos en su persona; simplemente tenía que hacer que se sintiera mejor antes de que entrara en un ataque de histeria.— Cuéntamelo— le pedí suavemente agarrándole una mano.
—Es que acabo de darme cuanta de que hace demasiado tiempo que no anuncian un nombre.
Al escuchar sus palabras, la que se puso más pálida que el papel fui yo (y eso es mucho decir siendo mi piel más bien oscura), porque tenía razón. Hacía ya un mes y medio que ningún nombre era anunciado por los altavoces, y siempre estaba esa expectación y miedo de que pudieran ir a por una de nosotras o nuestros conocidos cercanos.
Normalmente no había una fecha exacta de que anunciaran un nombre, pero cuando ya habían pasado casi dos meses, el ambiente en la toda isla se tornaba más tenso. La gente salía menos de casa, y si lo hacían era con mucha precaución y terror, nada comparado con la tranquilidad de los primeros días después del nombre dicho. La gente sabía que alguien había sido atrapado, pero por muy mal que se sintieran por aquello, el alivio de que no fueran ellos era aún mayor. Algo egoísta sí, ¿pero quién no lo es?
—Volvamos a casa.— le dije a la vez que la agarraba del brazo para darme la vuelta y empezar a caminar tirando de ella.
Ni siquiera había logrado arrastrarla media calle cuando mi corazón se paró del terror.
Una adivinación eficiente esta vez, Lexie.
Sin previo aviso, había empezado a sonar una característica música por los altavoces; la que anunciaba la nueva persona a la que se tenía que dar caza, y yo me quedé paralizada en el sitio con ella justo a mi lado.
El terror me impidió moverme durante los dos largos minutos en que la melodía lenta de piano resonaba una y otra vez, dando a entender por medio de susurros terroríficos que aquel día moriría alguien. Y no solo estaba aterrada por ese hecho, sino por las breves palabras que habían salido de la boca de la persona que seguía inmóvil a mi lado, mirándome con unos ojos que reflejaban una mezcla entre horror y culpabilidad. Eso indicaba que nada bueno podía salir de la situación.
Cuando la agonizante melodía terminó, la gente que había por la calle en aquel momento se quedó atenta a las siguientes dos palabras que retumbaron imponentes por cada rincón de la isla:
"Dhairya Brown"
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Heyy, aquí Mars escribiendo por primera vez:))
¿Qué os parece la historia hasta aquí? —>

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La Isla
Mystère / ThrillerDhairya vive en una isla en la que es imposible entrar o salir de ella, pero en esta, casi nadie muere por una causa natural. Supuestamente, por la sobre población, si dicen tu nombre por los altavoces, todos irán a por ti y el primero que atrape al...