RETORNO -LOS DOS MANCEBOS-

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Pasados esos años, no atendiendo a los sucesos de las batallas y resguardados de cualquier indicio de perversidad, Daniel y Lucio crecieron; fueron dichosos, pues su felicidad se simplificaba a seguir descubriendo las maravillas del mundo bucólico que los rodeaba. Así ocurrió hasta que trajo la casualidad o el destino mismo, sobre aquellos parajes, una legión encabezada por el rey Odison. Regresaba de la guerra, con una victoria que sabía más a derrota, pues en ella había perdido el ojo derecho y su vista se había mancillado. Todavía recuperándose del enfrentamiento y queriendo evitar algún ataque inesperado, ordenó realizar el viaje más largo, pero también el más seguro hacia el reino, que era atravesando la floresta.

En la senda por donde el monarca y su caravana avanzaban, salieron de repente dos mancebos que en el alborozo del juego, no se percataron de la multitud congregada y espantaron al caballo que montaba su majestad, haciéndolo caer de éste. Con la sacudida creyó estar viendo doble, cuando contempló tan vivaces rostros. Todos los consideraron una ilusión, quizás espíritus traviesos de los bosques, pues hacía bastante tiempo que nadie había visto muchachitos de su edad. El rey Odison los cuestionó respecto a su origen y ellos decidieron llevarlo con el ermitaño. Aquél se sorprendió con la visita, sin embargo, les brindó su humilde hospitalidad; luego relató el maravilloso suceso:

"Son hijos de la mismísima Natura, los hallé en medio de los montes, bajo un árbol mientras una leona y una cabra combatían a muerte. El más grandecito es Daniel, desde pequeño fue aguerrido y temerario, protegió a su compañero y enfrentó el acechó del león sin vacilación; será un valiente siervo de Dios, como lo fue el profeta y por ese motivo lleva su nombre. El menudito es Lucio, siempre ha sido de carácter tranquilo y racional, es astuto e inteligente, mas no por eso menos valioso, él también enfrentó al león a su manera; algún día será un gran regente o un importante líder, traerá luz con su innata sabiduría".

El rey mucho se maravilló con la historia y teniendo la lejana esperanza de que uno fuera aquel hijo perdido, presto buscó el anillo en alguno de sus dedos; aunque no lo encontró, conmovido, aún quiso protegerlos. Y no queriendo causar congoja en sus almas por la separación, decretó lo siguiente: "Ambos serán ahora mis protegidos, de corazón se los digo; ninguno tendrá distinción o especial condescendencia, los dos por igual. Seréis versados en las artes que mejor destaquen sus habilidades; y en un futuro lejano, eso ruego a los cielos, uno de los dos me sucederá en el trono. A vos Daniel, os encomendaré en la tutela de mi mano derecha en la batalla, Lord Selving; un diestro y leal guerrero, que os enseñará todo cuanto sabe. A vos Lucio, os confiaré a Count Frigge, noble y destacado súbdito de la corte y de mi consejo real, con su gran sapiencia os mostrará el camino correcto del conocimiento".

Así se expresó el gobernante, y así se hizo. Los dos muchachos se emocionaron, pues aquello les parecía novedoso; sin embargo, también tenían gran tristeza por abandonar al ermitaño y la vida a su lado. Él los alivió diciéndoles que debían continuar, porque estaban destinados a realizar actos magnánimos, y que él era únicamente un instrumento del Señor para cumplir con esa suerte. Ellos tomaron sus cosas, se despidieron con copioso cariño y partieron con la caravana hacia Asgarod.

LORD La Historia de Daniel y LucioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora