Y aquellas insólitas historias no dilataron en llegar a los oídos del recién enaltecido con la regencia de Asgarod. Lucio, quien mortificado por muchos padecimientos, no podía ejercerse con la sabiduría y el buen juicio que lo caracterizaba; porque desde aquel día de la expulsión, un dolor en el pecho, igual a una penetrante punzada, le nació luego de acabar con el guardapelo; desde ese entonces, necesitó de un brebaje particular, el cual era preparado por Arcaláus El Encantador, y repartido por el enano Ardián, porque al primero no se le permitía entrada, y al segundo, fácil se le hacía escabullirse. Al principio gran consuelo le proporcionó, pero después apenas y consiguió apaciguarle el malestar; conforme aumentó y no alcanzó la plena salud, mucho enfado y desesperación lo dominó; y le exigió una panacea efectiva a su galeno. Y éste, porque sabía echar mano de sus artimañas, supo que era el momento adecuado para hacerle temible sugerencia, la cual mandó en recado a través de su cómplice el enano: "Magnánimo señor, dice mi amo, ese dolor no os dejara hasta que el corazón de vuestro amado Daniel esté tan espetado como el vuestro". Presto el príncipe usurpador respondió, "Bien conoce vuestro amo, que ni mi carne, y menos mi espíritu, son capaces de causarle daño alguno. La última ocasión debí cobrarle con la vida sus crímenes contra mía; mas terminé siendo yo el mismísimo pago. Si a ese que nombras amo, no me presta un atinado servicio, no tendré otra solución, únicamente aguardar la llegada de la muerte".
Entonces el enano tomó una esfera dentro de su saco y se la mostró al adolecido, en ella apareció Arcaláus El Encantador, quien fingiendo angustia y compasión le habló. "Mi ilustrísimo señor, podéis deshaceros de vuestro adversario de fácil manera, sin que vuestras manos se manchen de sangre. ¡Conjurad la magia antigua!, es poderosa. Los sacros libros apócrifos hablan de un ser cruel y sanguinario, un néfilim que sobrevivió al diluvio y sumo ofendió al Creador. Dicen que el mismísimo Arcángel Miguel descendió de los cielos para erradicarlo de este mundo. Un gigante, al cual los pueblos del pasado llamaron con temor, Basagante El Destructor. Vuestra merced, quien hecho está a imagen y semejanza, si mi guía sigue con cautela, será capaz de traedlo de vuelta. En su esclavo os lo convertiré, y vuestra mortal encomienda le cumplirá. Sólo consiga para ello, Eruditio Tenebrarum".
La esfera dejó de encenderse con la imagen del hechicero, y el enano Ardián se encargó de enterarlo del resto de aquella solicitud. Siempre se contó, El rey Salomón, el cual fue bendecido con gran sabiduría e inteligencia por el Altísimo, hubo escrito varios libros sagrados; de estos mucho destacan El Cantar de los Cantares y El Libro de los Proverbios, pero existió uno en particular, el de la Erudición; este último también nombrado Eruditio Tenebrarum o "Erudición de las Tinieblas", porque en sus páginas el sabio rey recopiló antiguas enseñanzas, que alguna vez los seres de luz, con benigno y auxiliar propósito, compartieron con los humanos; y éstos, producto de su caprichosa naturaleza, terminaron corrompiendo y usando para fines inescrupulosos. El ilustre soberano hizo semejante trabajo con la finalidad de socorrer a aquellos que se convirtiesen en víctima de tales maleficios, para que hallasen solución y remedio; no obstante, los más perversos encontraron la manera de tergiversar la benévola intención, y lo tomaron como un compendio de poderosos hechizos.
El enano Ardián no reveló todo este saber al sufriente Lucio, sólo lo necesario para motivarlo a llevar a cabo el hurto, porque su maestro era el guardián real de la sabiduría; y si ese libro se encontraba en Asgarod, como lo intuía Arcaláus El Encantador, estaría bajo su cuidado. Count Friggie no lo dejaría hurgar en la reservada y velada biblioteca sin justa razón, ni porque fuera su discípulo o el próximo a convertirse en rey. Después de mucho pensarlo, el engaño resultó la más provechosa solución.
Luego de haber puesto frío muro entre ellos, porque Count Friggie no veía la luz de su pupilo como antes, Lucio volvió a frecuentar la compañía de su maestro, pero bajo actitud falaz y alevosa. La cortesía era muy manifiesta en su trato, sin embargo, ninguno bajaba la guardia frente al otro, ambos estaban en constante vigilia. Sin embargo, Lucio comenzó a sentirse mejor en su paterna figura, y cada vez menos requirió los brebajes del Encantador, puesto que el mentor había comenzado a usar sanadora magia para liberarlo de los efectos del embustero.
No obstante, Arcaláus El Encantador era sumo astuto y versado en las artes del engaño, fingió alegría por la recuperación de su real paciente, y mandó le un último brebaje, el cual muy preparado venía, pues a Lucio mucha agudeza a sus oídos y ojos le otorgó. Éste se creyó sanado, porque se percibió como nunca antes lo había hecho, mas muy subyugado se hallaba por las habilidades del Encantador. Escuchó y vio más allá de lo común, entonces el agobio y el sufrimiento volvieron a embargarlo con mayor intensidad, porque se percató del descontento de su propio reino, todos seguían alabando a Lord Daniel, a pesar de sus culpas y exilio; el pueblo lo clamaba con admiración en sus canciones, el ejército mantenía su lealtad para con él, y los Lores de la ciudad, en susurrado secreto, lo anhelaban en el trono.
Ante este panorama de repudio, el conde muy solo se sintió y acudió a refugiarse a la casa de su maestro, pero gran decepción halló al escucharlo dictarle a una paloma, detallado mensaje para el exiliado, donde santo y seña le daba sobre él, su pupilo. Tanta rabia sintió Lucio con semejante acto de deslealtad, pues así lo consideró, que pronto mandó traer la guardia e hizo encarcelarlo por falso amigo y artero conspirador. Nadie se opuso a su decisión, porque con el anillo reluciéndole en la mano, ninguno podía contradecirlo. Pero la nobleza mucha alerta sintió con aquella decisión. Amedrentado por el inevitable destino y azuzado por la lengua de aquellos ladinos, pronto se decidió a profanar la biblioteca real. Al ser el siguiente sucesor del título de aquél, la llave le fue concedida enseguida, y con la ayuda del hechicero, presto halló el libro indicado. Ni siquiera pensó en las consecuencias de entregar tal conocimiento, acató como un sirviente cada instrucción.
"Y vuestra merced organizará una fiesta, donde se servirá lo mejor, un alimento que únicamente pueda ser considerado manjar para reyes. A los Lores de Asgarod, líderes de la guerra y el conocimiento sólo habrás de tener en este convite. Habladles de arrepentimiento y conciencia, mencionad la renuncia, ¡nombrad la verdad y la justicia!, ¡aludid al perdón! Luego celebrad vuestras palabras con las copas levantadas, porque yo os prepararé exquisito y elegante vino que ninguno podrá resistir degustar, y con este preparado obtendréis la satisfacción de la revancha y también habrás de otorgarle el aliento de vida a vuestro verdadero aliado".
Así le habló Arcaláus El Encantador al atribulado Lucio. Presto éste hizo todo tal cual se lo especificó, y no demoró en tener a los Lores, muy a su pesar, sentados a su mesa. El Conde los atendió personalmente, y a hurtadillas el enano Ardián le llevó la fatal bebida, y aquél lleno las copas con falsa modestia y mansedumbre, luego pretendió remordimiento, los convenció de tener padecimiento que afectaba su actuar, por ello pidió mucha disculpa y se comprometió a esclarecer los sucesos. Lord Selving, quien no terminaba por confiarse, tras verlo tan mortificado y compungido, acabó creyendo en sus palabras y fue el primero en proponer el adverso brindis en nombre de su vapuleado discípulo.
Apenas el líquido resbaló por sus gargantas, Count Lucio comenzó a reír sin control."¡Idiotas! ¡Imbéciles! ¡Estúpidos!", los llamó entre su arrebato de locura. Un gran relámpago cayó sobre el techo del salón donde celebraban aquel mortal ritual, disfrazado de pacífica cena, porque éste era el sello del temible trueque. No hubo marcha atrás, pronto vieron se unos a otros perder la fuerza de los huesos y languidecer, volvieron se maleables como la masa del pan antes del hornear, puesto que sus cuerpos darían forma y figura al maligno y monstruoso ser. Lord Selving no pudo articular injurias, sin embargo, sus ojos mucho reclamó le hicieron a Lucio, el cual mucha satisfacción obtuvo al contemplarlo deformarse. "Me encargaré señor de que vos forméis la excremental salida de mi nueva guardia. ¡Vaya! ¡Al fin me prestareis un buen servicio!".Arcaláus El Encantador finalmente se hizo presente luego de sumo ocultamiento, recitó unas palabras en antigua lengua y aquella inmunda mezcla empezó a tomar macabra forma. Después una brecha abrió se con la Tierra de los Muertos, y de ahí emergió el espíritu del malvado gigante.La abominable criatura abrió los ojos, entonces Lucio de inmediato le ordenó: "Ve, y a amplio paso, encuentra al repudiado Daniel; y toma su aliento de vida para que el vuestro jamás se extinga. Actúa como os lo ordenó". La bestia rugió y tras su víctima se encaminó.
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LORD La Historia de Daniel y Lucio
FantasyAquí comienza la historia del muy valiente y esforzado príncipe y caballero de la ardiente espada Lord Daniel que trata sobre su profético nacimiento y sus grandes hechos en armas y de las increíbles y maravillosas aventuras que vivió por fortuna de...