ANUNCIACIÓN -EL SUEÑO-

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Fue Asgarod, y en medio de la tribulación lo siguió siendo, un reino de paz y prosperidad, en el que sus soberanos y sus habitantes profesaban la generosidad y la unión; sus puertas se abrían al cansado viajero y al solicito de refugio. En galardón, sus campos conservaron fertilidad y limpieza sus aguas; además de mantenerse íntegra su ciudad, la salud de su pueblo se volvió sumo lozana. Así quiso el destino que el anunciado héroe tuviera por patria este extraordinario lugar. Y para ello eligió como el padre, al más pequeño de siete hermanos de aquella dinastía real. En su noche nupcial, a través del sueño, un ángel, al cual los textos evangélicos reconocen como el mensajero, le comunicó:

"Odison, descendiente de los antiguos lores, el Señor os tiene presente y darte por enterado de sus planes quiere. Deberás prepararos, porque la corona a tus hermanos sobrepasará, y vos, el sin certidumbre de gobernar, el benjamín de vuestra casa, seréis un inesperado monarca. Porque de vuestra carne la esperanza habrá de materializarse. El vientre de vuestra esposa se volverá fecundo, como las tierras de tu nación; y el primogénito de vuestra línea, será él y nadie más,quién haga brillar el símbolo de la justicia y traiga calma al mundo. Mas oculta deberás mantener su existencia, hasta que convertido en hombre sea; porque peligroso es darle la encomienda desde ahora, y el Altísimo no quiere ponerlo en situación que padeció su hijo en carne y hueso; por ello, secreto habéis de guardar. Y prestad atención, porque así habrás de actuar. Luego de su nacimiento; como hicieron con Moisés, deberéis ponerlo en una canasta, y donde las aguas se vuelven viejas, ahí deberéis dejarlo. No desconfiéis de estas prístinas palabras, porque el Señor lo cuidará; y él regresará a vos, resplandeciendo en la gracia y la virtud, distinguiéndose de entre los demás por su corazón y sus nobles actos, poniendo la espada de los reyes a vuestro servicio. Obra como lo manda el Señor y no habréis por qué temer".

Así le habló el ángel al joven príncipe, que despertó asombrado e incrédulo; y adjudicándole aquella ensoñación a los efectos del vino, la ignoró. Sin embargo, con el paso del tiempo, el aviso fue cumpliéndose a cabalidad, y tras la muerte de su último hermano, fue nombrado rey. Enseguida enteró a su amadísima esposa sobre la misiva celestial, y aunque ésta era sapiente y benévola, dudaba de la profecía porque su vientre nunca había sido fecundo; en cambio, su esposo comenzó a tener fe. Mas los años pasaron y el anunciado hijo no arribaba; la esperanza decayó y cuando esto se consideró imposible, finalmente sucedió.

Una noche, luego de terminadas las tareas del tálamo, a la reina le comenzó a crecer la barriga de insólita manera, tan grande que pronto sintió la vida agitarse en su interior. Ambos se alarmaron, y el rey teniendo presente el divino mandato, la tomó y marchó con ella a la habitación más recóndita del palacio. Antes de la llegada del alba, nació un niño de melena brillante como los rayos del sol, nívea tez preciosa como la porcelana, ojos cerúleos igual al cielo, sumo lozano y muy hermoso; tanto que, cuando sus padres lo tuvieron en los brazos, dudaron de cumplir con el presagio; no obstante, la campana sonó para anunciar el peligro, un ataque se suscitaba en las puertas de la ciudad. Y con lágrimas en los ojos, los soberanos lo ataviaron para su viaje. El rey, todavía dudoso del designio, le ató al cuello el anillo regente, portado únicamente por los magnánimos gobernantes de Asgarod, para así asegurarse de reconocerlo a su regreso. Lo llamaron, "el amado por Dios", Amadeo. La reina le besó la tierna frente y los dos lo santiguaron. Encomendándoselo con vehemencia al Señor, lo metieron en la cesta y el rey se encaminó a dejarlo sobre las aguas del río.

Y fue hasta el bosque antiguo, en donde los primeros árboles se habían levantado,porque ahí las aguas del río se tornaban viejas; cuando se adentró en él, el temor lo dominó porque se decía, que en aquellos lares moraban bestias muy feroces y de apetito insaciable. Conforme se escuchaba el movimiento acuático más próximo, él se volvió más dudoso; y ya estaba a punto del arrepentimiento, cuando de repente una anciana salió de entre los árboles y le dijo: "Confíe majestad, la estrella de este niño es extraordinaria. Alejad el temor, porque yo velaré por él hasta que regrese a vuestra merced. Soy la que nunca se presenta con una misma forma, a la que conjuran con el nombre de Urganda La Desconocida". Así le habló mientras su rostro y cuerpo cambiaban. El rey se santiguó, y fue de esta manera como finalmente dejó la cesta en el río.

LORD La Historia de Daniel y LucioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora