SOMETIMIENTO -EL ENTE PERVERSO-

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La colorida senda fue uniéndose de vuelta al suelo. El valeroso grupo arribó al lugar deseado en excelente tiempo. Pero Lord Daniel la ciudad enferma observó, y esto se sumó a su mucha tristeza, porque aquella acechada era por un extraño mal, por un frío de muerte. Todos parecían inmóviles, como si hubieran extraído sus ánimas y únicamente los cuerpos aguardaran una nueva utilidad. Sin bajarse de Gaula, rápido continuó hacia el castillo, pero la ruta plagada estaba de temibles y sobrenaturales criaturas, las cuales buscaban extraviar los espíritus de los vivos. No obstante, desenfundó la espada Amadís, y con ella por el frente, porque sobrada gracia y vasto poder encerraba se en su interior, pudo seguir sin mayores inconvenientes. Los cuatro compañeros que muy avezados eran, combinaron sus habilidades y fuerzas para resguardar el paso de su líder y permitirle llegar hasta el salón. Y mientras él entró, éstos al rescate de Count Friggie fueron, porque el caballero no había visto su alma con la de los otros señores y sobrada esperanza tenía de hallarlo con la vida intacta todavía. Lo encontraron en uno de los calabozos, pero muy decaído y atribulado. Pronto aquellos le regresaron la fe al mencionarle la transformación de su líder y la misión de rescate.

Entonces Lord Daniel dejó a Gaula al cuidado de Urganda La Desconocida, y así, éste libre de aquellos daños estuvo; mientras que aquél en el trono sentado encontró, a ese, a quien alguna vez mucho lo amó, rodeado de un lisonjero enano, que a la vista muy desagradable resultaba, por la podredumbre de su alma; y de un zalamero hechicero, que aunque atractivo a los ojos, no dejaba de provocarle la misma sensación de repudio, producto de su vileza. "De su mano quitad el anillo, el cual alguna vez señal de respeto se consideró, porque ahora sólo un vínculo con el maligno es", le instó en el pensamiento, su incondicional consejera.

Sin embargo, esta tarea sencilla no fue. Aquellos bribones mucho continuaron hablando, envenenando más y más a su víctima. El enano Ardián recitó precisas palabras para que la culpa y el miedo al caballero volvieran de nuevo una presa. Arcaláus El Encantador, ilusiones y argucias para torturarle la mente creó. Mas aquél cerró los ojos y oídos, confió en su instinto, levantó la espada, y la fuerza necesaria imprimió a su filo, para que únicamente el metal, y no la carne, aquella cortara. La trucada sortija resbaló del dedo de Lucio y en dos contra el suelo sucumbió. Sin embargo, al semblante del portador poco cambio le ocasionó.

Lord Daniel esperó a que la cordura regresara a su amado elegido, y buscó comunicarse con su ánima a través de la suya; pero ni siquiera la sentía en este plano terrenal. El cuerpo yació lánguido sobre el trono, hasta que comenzó a padecer siniestra transformación: la atlética complexión se adelgazó hasta extraviar los músculos y quedar casi el hueso ceñido a la piel, y ésta se le volvió muy pálida y helada, el cabello ébano le creció más allá de los tobillos, y sus ropas de un azul oscuro se tornaron. El héroe llamó a Lucio, al hermano, al amigo, al amante; pero no hubo respuesta. En su lugar una voz espeluznante y macabra declaró: "Soy Laufrey Nál. Fui uno de los doscientos que prefirió morar con los hombres en la tierra, que con el Señor en los cielos. Aunque en el diluvio perecí, he regresado para destruir este mundo y hacer uno a mi imagen y semejanza. Esta carcasa de varón será mi contenedor, hasta que uno vuelvan se la tierra de los vivos y la de los muertos. Entonces mis hermanos y demás seguidores, podremos nuevamente aquí morar".

Daniel no creyó en la timadora palabra, y siguió intentando llamar a aquél; pero fue en vano. "He devorado el alma de Count Lucio desde el sacrificio de los Lores. Ellos sirvieron para traer a Basagante El Destructor, que fácil ha perecido bajo vuestra espada por armarse con cubierta endeble y efímera, tal como es la naturaleza del hombre. Aunque yo siempre anhelé a vos como vasija mía, ésta que me contiene ahora, quiso entregarme su servicio y maldijo se el corazón con mi fatal espada, en lugar de arrebataros el vuestro. Así me condujo hasta aquí, por ello no existe más en este mundo, porque fue el intercambio para salir de ese lugar prohibido, gobernado por la muerte", declaró ufano el ente perverso. Aquél no pudo aceptar esta verdad, si es que tal principio podía manifestarse en la boca de los inicuos, y no resignándose a esta pérdida, trajo el Santo Grial a sus manos, y lo levantó para suplicarle al Altísimo un milagro, lo hizo brillar muchísimo porque quería mostrarle el camino de regreso al espíritu perdido. "¿Qué maravilla es esa que tan majestuoso poder emana? ¡La deseo para mí!", manifestó el malévolo a través de la boca del conde. Arcaláus El Encantador de inmediato satisfizo la interrogante y lo enteró de todo respecto a ella. "¡Dadme tal maravilla, dádmela pronto!, y a cambio os concederé de vuelta a éste por quien vuestro corazón late más acelerado".

LORD La Historia de Daniel y LucioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora