En el viaje estaba, haciéndose de un camino, cuando un mercenario interrumpió su paso. Por su habla muy educada y robusta figura, le pareció aquél un miembro distinguido de una corte; mas su vestimenta indicó, se trataba de un ladrón. No se equivocó, porque presto le solicitó todas las piezas de oro y las joyas que poseyera a cambio de su vida. "Nada tengo de valor para daros, sólo la vida. Si la queréis, ¡arrebatádmela!, empero os advierto, no será una sencilla labor". El sujeto muy cautivado quedó con su porte, y tanta fortaleza y arrojo vio en él, que desistió de su acción. "Soy Landraf, fui un hombre alguna vez estimado por reyes y nobles, pero al que la infamia, y la traición de mi propia sangre, redujo a despreciable ladrón". Y tras contarle su historia, muy compadecido quedó de él, entonces Daniel le dijo: "Haced a un lado el rencor. Si aún guardáis esperanza de volver a ser un hombre de bien, incluso mejor al de antes, venid conmigo, porque soy un señor que busca la justicia; y no dudéis, para vos también la traeré". Y aunque de aspecto lucia plebeyo, mucho se expresó como monarca; Landraf confianza tuvo en sus palabras, y sin otra prueba ni argumento, lo acompañó; no sin antes, a manera de disculpa y señal de aprecio, le entregó una pepita de oro, un grato recuerdo de su época de alto hidalgo. Daniel la ató al fuerte cordón que colgaba de su cuello, y del cual también se sostenía el saquito con los restos del guardapelo; sin mayor demora, aquellos tesoros sobre el desnudo pecho, hallaron cobijo bajo las telas de su vestido.
Siguieron por el bosque, el sendero labrado por el constante paso, el cual pareció menos hosco gracias a la amena charla. En eso avistaron a un enano y a un hombre de gran estatura, a este último podría considerársele como un pequeño gigante; los dos estaban fuertemente atados al tronco de uno de los arboles. El primero mucho se lamentaba y suplicaba, el segundo sólo gemía. Landraf quiso ignorarlos, mas Daniel, pese a haber combatido a muchos de su estirpe, se acercó a ellos conmovido por su sufrimiento. Aquellos de inmediato exclamaron: "¡Por favor, vuestras mercedes! ¡Les suplicamos socorro! Somos inocentes del crimen que nos imputan, nosotros no saqueamos ni asesinamos. Nuestro aspecto nos condena, pero somos parias en nuestra especie. Por la mezcla de nuestra sangre, no somos ni eso ni aquello, solamente condenados al sufrimiento y la miseria. Nos atraparon mientras dormíamos. Sólo estábamos de paso, somos andariegos, recorremos los caminos con la esperanza de un día encontrar, un refugio, la patria que nos fue negada. Pero nos han atado aquí para dejarnos morir de inanición". Landraf no creyó su cuento; sin embargo, el guerrero sí, y rápido los liberó. Mucha justicia y prudencia, y otras excelentísimas cualidades más admiraron en él, pero sobre todo, su justo e igualitario trato. Tan agradecidos quedaron, que le juraron eterna lealtad. El enano respondió al nombre de Volstagg, mucho hablaba; el alto que poco lo hacía, se hizo llamar Gohun. "Iremos con vosotros, justo señor, permitidnos serviros en cualesquiera sea vuestra empresa." Y le entregaron preciados regalos con su agradecimiento. Volstagg, una gema de fuego, una rara joya obtenida de las entrañas de un volcán; Gohun, un cristal de agua, el cual había hallado en lo profundo de un lago encantado. Daniel colocó estos preciados objetos junto a los que ya resguardaba, y pronto, con la experiencia de aquellos dos, encontraron el correcto y concreto avance hacia la tierra de Urganda, La Desconocida.
Continuaron caminando, y Lord Daniel compartió por igual sus alimentos, incluso les otorgaba mayor cantidad a la suya, cuando los veía bastante hambrientos. Desviaron un poco su ruta, al requerir hacerse de víveres, y entonces un nuevo suceso los retuvo. Una mujer, de morena tez y fiero aspecto, se defendía con bravura de una decena de hombres. Pese a ser valiente y que parecía muy doctrinada en las artes de la guerra, poco podía realizar contra ese ventajoso número. De inmediato el grupo, guiado por el noble guerrero, intervino para darle justa oportunidad de responder la afrenta hecha por aquellos. "Despojada de mi honor me encuentro, porque víctima de sus calumnias fui", expresó la mujer sin bajar la espada, "Convencieron a mi pueblo de que, por el color particular de mi piel, mi estrella estaba maldita; y por ese motivo, la desgracia nos ha asolado sin clemencia. Soy Siffo, y de respetada guerrera e hija del gran jefe, pase a repudiada esclava y concubina de estos bellacos, quienes me imputan pactos con seres maléficos y demoniacos. Quiero oportunidad de ganar la libertad, y probar mi auténtica naturaleza en recto y legítimo combate, aunque en ello me cueste la vida. Porque es mejor y más digna salida, que vivir en esta agonía". A pesar de su derecho y noble deseo, los acusadores insistieron en negarle ambas cosas; mas Daniel, empecinado en otorgarle tal gratificación, y apoyado por sus compañeros, obligó a suscitarse el justo y honroso duelo. No demoró demasiado, Siffo suma experiencia tenía en la batalla y venció, sin excesivo esfuerzo, a los calumniadores.
Libre de su yugo, se llenó de júbilo y agradeció la intercesión. Luego de escuchar los grandes elogios de los otros viajeros a su justo líder, ofrendó a éste su amuleto, que según informó, guardaba los resoplos de los cuatro vientos; enseguida Daniel lo ató junto a los demás presentes, custodiando en el medio el saco con los preciados restos. Y mucha templanza vio ella en él, que cuantioso anheló tuvo de unirse a su causa. Nadie objetó la adición. Y la comitiva de Lord Daniel, bajo el nombre secreto del señor que buscaba la justicia, continuó su viaje; y pronto los rumores, producto de tan particular integración, se esparcieron por todos los rincones.
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LORD La Historia de Daniel y Lucio
FantasyAquí comienza la historia del muy valiente y esforzado príncipe y caballero de la ardiente espada Lord Daniel que trata sobre su profético nacimiento y sus grandes hechos en armas y de las increíbles y maravillosas aventuras que vivió por fortuna de...