Una vez más la esperanza pareció extraviada, la hecatombe reinó, y el malvado se regocijó de su triunfo. Pero bien dicen que los tiempos del Señor son perfectos, porque en la frente que antes fue del conde Lucio, un insólito suceso se gestó; un abrazador calor comenzó a generarse, y el férreo dolor de cabeza volvió con suprema intensidad, a devastar al pérfido ente, porque olvidado tenía los padecimientos de los vivos; y tal fue el daño en esta ocasión, que comenzó a dar fuertes alaridos desesperado. Marcándose en ella la insignia de las parcas, de ésta un resplandor asomó, exterminando el inmundo cuerpo del infame néfilim. Una luz de extremaunción purificó, y aquel arcaico mal, acabó extinguiéndose como el crepúsculo con el primer rayo del alba, porque no regresó a donde yacen los fenecidos, sino que dejó de existir. De Lucio no quedó ningún rastro, únicamente el sobrehumano túnel que aquel traidor hubo conjurado.
Lord Daniel miró la inevitable asolación a su alrededor. Los cuerpos congelados de sus amigos y súbditos acabaron por abatirlo, y las lágrimas finalmente resbalaron por su rostro. Él había fracasado, y el símbolo de la esperanza, lo cual representaba, también estaba perdido. Y se hundió muchísimo en la angustiosa pena, bastante se deploró. Pero de pronto, una voz le habló, que aunque dura, muy amable era: "Príncipe Amadeo, deja vuestros pesares en las manos del Señor. Él os mantendrá firme. Él no abandona a sus fieles. No os lamentéis más. No todo está extraviado", dijo el hombre, un caballero como él, pero que investido iba con roja armadura, sumo preciosa, y púrpura capa que de muy fina tela pareció hecha; y cual semblante tenía idéntico a su desaparecido amado. "Agradezco la protección, que desde el primer día de conocernos hasta hoy, le hubiste dado a este ser. Vos fuiste gentil", declaró. Mas éste, admirado de verle el rostro igual al ausente, omiso caso hizo y lo cuestionó de inmediato: "¿Eres mi amado Lucio, ese por quien mi corazón late más acelerado, y que por fin a mí ha regresado?".
"No, no lo soy. Mi despertar está unido al destino del Santo Grial. Yo soy la resolución final, el Angelus Mortem", expresó y levantando su mano derecha, hizo aparecer su cetro, la espada del óbito, su mortal guadaña. "El balance de esta realidad ha fenecido. Debo blandir mi arma y exterminarlo todo. Porque el mundo como lo conocéis terminará de cualquier manera, la maldición del Néfilim lo gobierna; lo han infestado con el aroma de la muerte. Además yo soy el que trae el desenlace", sentenció. Lord Daniel preocupado por el porvenir de su gente, se apresuró en preguntarle sobre el futuro. "El Miles Dies es el único capaz de suscitar el reinicio. Porque así, como yo soy el fin, él es el principio. Alfa y Omega, las dos caras de la moneda. Vos y yo estamos unidos desde siempre, de esta manera fuimos concebidos, venimos a esta tierra protegidos por la misma estrella. Vos traes el orden, la vida y el renacimiento; mientras que yo la conclusión y la muerte".
Y hacerle esta revelación, mucho aliento a su espíritu le dio, que restaurado de inmediato lo sintió. El Angelus Mortem se encaminó hacía el portal, que permitía libre peaje a los dominios de la muerte. Lord Daniel resuelto a tener una nueva oportunidad de triunfo, presuroso le siguió el paso. Pero aquél pronto lo detuvo con el filo de su arma: "¡No! Vuestro tiempo ha pasado. Además únicamente las divinidades y los seres de luz pueden obrar tal hazaña. Los mortales no pueden cruzar entre los mundos, ni viajar entre los tiempos", advirtió. El héroe que gran deseo tenía por redimirse, le hizo una reverencia a modo de respeto y le suplicó: "Dejadme reparar mi falla. Permitidme acompañaros en esta empresa, pues tengo renovada esperanza, mucho valor y una espada ansiosa de justicia. No dudéis de mi compromiso porque es verdadero", le aseguró.
"No desestimo el valor vuestro, ni el de vuestras palabras. Mas un humano sois, y si mi andar decides seguir, reducido a la nada seréis; porque la fuerza de Dios no poseéis para recorrer estos caminos que son tabú. Si vos tuvieras el Santo Grial, podríais obrar maravillas, incluso el separar estos mundos, así como el Creador hizo con el día y la noche". Pero ambos sabían que aquello era imposible porque el Santo Grial había desaparecido junto al malévolo. Y entonces observó al ángel alejarse, e ir hasta el origen del desastre, donde desplegó sus alas, levantó la espada, y la dirigió hacia el cielo, elevándose por encima de la tempestad dimensional. "Padre Nuestro que estáis en los cielos, concede vuestra divina ira a mi espada, porque el juicio final ha llegado para esta tierra. ¡Nadie escapa de la justicia del Señor!", así declamó. Y su plegaria fue escuchada, pues devastador poder fue concedido a su arma; de inmediato las almas impías, que ya vagaban libres por el mundo, huyeron asustadas al lugar de los caídos.
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LORD La Historia de Daniel y Lucio
FantasyAquí comienza la historia del muy valiente y esforzado príncipe y caballero de la ardiente espada Lord Daniel que trata sobre su profético nacimiento y sus grandes hechos en armas y de las increíbles y maravillosas aventuras que vivió por fortuna de...