Era miércoles al mediodía y Baji recitaba mentalmente un combo variado y colorido de insultos; se había tenido que quedar más tarde de lo normal en el taller, y para colmo el colectivo no venía.
"Hola, ¿cómo estás? Te quería avisar que voy a llegar un toque tarde, tengo que pasar a comprar algo para picar ahora y encima el bondi no viene. Disculpá que se me hizo tarde."
Baji presionó "Enviar" y ya estaba a punto de empezar a recitar los insultos en voz alta, como si fueran un mantra. Sintió que si el colectivo no aparecía en cinco minutos iba a golpear la cabeza contra algo.
Su celular vibró.
"No te hagas drama, ¿querés comer en casa? Justo estaba cocinando y no me dí cuenta que hice comida de más. Comés fideos, ¿no?"
A Baji se le iluminaron los ojos y su estómago rugió tan fuerte que la señora que estaba en la parada junto a él se dio vuelta y lo miró extrañada.
Estaba a punto de responder, pero se detuvo. Sintió que en realidad se trataba de una simple cortesía, y que debía responder que no. Se acomodó los lentes.
"No, está bien, no te quiero caer de confianza a comerte la comida jajaja. Si me bancás 5 o 10 minutitos que almuerzo, yo caigo."
Respiró, levemente decepcionado consigo mismo.
"Disculpame pero estoy cocinando para dos, no puedo leer lo que dice ahí." Fue todo lo que leyó en la pantalla de las notificaciones. Se preguntó si estaba bromeando con él, y justo llegó otro mensaje:
"En serio, no hay problema con que vengas a comer, de paso relajás antes de empezar y nos concentramos mejor. Suerte con el bondi."
Baji estaba acostumbrado a que la gente actuara intimidada con él cuando iba arreglado, con el pelo suelto, ropa que le marcaba el cuerpo trabajado y los múltiples piercings. También estaba acostumbrado a que actuaran distantes o que directamente no lo notaran cuando iba extra casual a estudiar, con sus anteojos y el pelo recogido. Era prácticamente otra persona.
Lo que no habituaba era que le hablaran con tanta soltura, y aunque quizás fuera porque aún no se habían visto, y quizás el chico fuera de esos profesores descontracturados que destilaban buena onda, igualmente lo desconcertó por un momento lo suficientemente largo como para que perdiera de vista el colectivo que tenía que tomar mientras este pasaba de largo junto a él.
Lo notó demasiado tarde, insultó al aire con las ganas que se venía guardando y suspiró; iba a ser una tarde larga.
Algunos minutos después de la hora acordada, el timbre sonó. Chifuyu estaba probando la salsa y por poco se ahoga. Al final no llegó tan tarde como pensaba.
-¿Sí? -preguntó tras abrir la puerta unos centímetros, aún con la traba puesta, y se quedó con la sonrisa congelada un segundo de más.
-Hola, soy yo, Baji.
-Joya, ya te abro, -anunció, y cerró la puerta para destrabarla y abrirla nuevamente con una sonrisa-. Buenas, ¿cómo va?
Al verlo comenzó a dudar si lo conocía de algún lado, pero luego pasó a analizar si tenía sentido pensar que su aspecto era demasiado común y poco llamativo, a la vez que lo acompañaba con un aura levemente intimidante, volviendo muy difícil quitarle los ojos de encima.
Baji, por otro lado, se quedó congelado como si aún estuviese aguardando que su profesor contestara el timbre, sólo que también palideció y le clavó una mirada incrédula al chico que tenía en frente.
Era él.
Con cruel rapidez su mente escogió los pensamientos más inoportunos, como el recuerdo de la mano del rubio en su cintura, o las ganas con las que lo miraba. Para peor, la sonrisa que estaba viendo no tenía la menor variación con respecto a la que todavía recordaba.
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El Profe
RandomBaji, fiel a su principio de no creer en el amor, se desconcierta al descubrir que no puede olvidar al rubio de ojos celestes que conoció una noche. Cuando el universo, casi como una burla, lo vuelve su profesor particular, acaba atrapado entre su e...