11. Se Necesita Paciencia

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Al día siguiente, Draken se hallaba en la casa de los Inui, haciendo sonar el timbre. Su última comunicación con Seishu había consistido en un breve intercambio de mensajes:

"Estoy yendo, poné el agua que llevo bizcochitos"

"No estoy de humor hoy Ken, perdoname, podés venir otro día?"

A ojos externos, Draken podría parecer invasivo, pero en realidad era alguien que conocía bien a sus amigos, y tenía las mejores intuiciones sobre cómo actuar cuando alguno de ellos no se sentía bien.

Con Inupi, usualmente, insistencia y bizcochitos agridulces eran la clave.

—Menos mal que viniste —comentó Akane tras hacerlo pasar—, está metido en la pieza y no quiero joderlo mucho, tampoco me contó bien qué pasó, ¿vos sabés algo?

—No, vine por eso justamente —replicó Draken con una nota de comprensión en el tono de voz—. ¿Puedo pasar?

—Sí, sí, andá tranquilo.

—¿Te jodería poner el agua para unos mates?

—No, no hay drama, en un ratito pongo.

Inupi yacía en su cama, apoyado ligeramente contra la pared, con la computadora portátil sobre su regazo reproduciendo un documental al que poca atención le estaba prestando. Se sobresaltó cuando una figura considerablemente alta entró a la habitación, pero no podía decir que se sorprendió del todo.

—Te dije que no vinieras —reprochó, tras suspirar y retirar uno de los auriculares de su oreja.

—Yo te dije que te traía bizcochitos, y no pusiste el agua, ¿a vos te parece? —respondió bromeando, corriéndole los pies hacia un costado para tener lugar donde sentarse, a pesar de haber una silla giratoria perfectamente desocupada frente al escritorio.

Seishu suspiró nuevamente, se quitó el otro auricular y dejó la computadora sobre la mesa de luz. Ya estaba acostumbrado a lo poco que servía intentar cerrarse cuando Draken descubría que pasaba algo y, a decir verdad, una pequeña y remota parte de él quería que todo esto se resolviera, y sabía que no podría solo.

—Así me gusta más. Mirá, ya sabés por qué vine, Inupi; no es que no respete lo que vos decís, pasa que se cae de maduro que... lo que sea que haya estado pasando entre vos y Koko no dio para más. Quiero saber qué onda, y quiero pedirte perdón por haberme hecho el boludo antes, ¿sabés?

Seishu ignoró la punzada de dolor que acompañó el nombre que pronunció su amigo. Aunque no habían pasado ni veinticuatro horas de la pelea, había experimentado un entendimiento cada vez más crudo de la realidad que lo rodeaba, y lo mucho que necesitaba a Koko junto a él o, al menos, que estuvieran en buenos términos. Demoró en responder por perderse pensando en lo ridículo que se sentía haber pasado de tener una amistad inseparable, a esperar en silencio que le hable una vez más.

—Ah... esperá, ¿hacerte el boludo con qué?

—Claro, amigo, yo te descansaba porque veía que pasaba algo, pero pensaba que estaban culeando y nada más, y creo que estábamos todos en la misma. No me imaginé que iba a explotar así de mal, y nada, capaz debería haberlo considerado como posibilidad antes y haberlo charlado con vos, por las dudas, ¿viste? Así que nada, estoy acá, tarde pero seguro.

Inupi parecía tener una fuente inagotable de suspiros. —No te hagas drama por eso, boludo, es lo de menos. No puedo andar pretendiendo que ustedes me pidan perdón por no saber qué pasa conmigo, si nunca cuento nada... pero bueno, yo sé que si te saco cagando no te vas a ir, así que creo que no me queda otra que contarte —rió, con una tonalidad de amargura.

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