5. El Templo del Pop

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Habían pasado dos meses de clases, y Baji marcaba el número de teléfono de Chifuyu para darle las buenas noticias: había aprobado la primera tanda de exámenes parciales.

Estaba reunido con sus amigos cuando recibió la última nota, y todos lo miraron extrañados durante breves segundos por la naturalidad con la que hizo una llamada completamente innecesaria. Baji era el tipo de persona que avisaba todo por mensaje de texto, y reservaba la comunicación telefónica para emergencias.

Podía decirse que Baji y Chifuyu se habían vuelto buenos amigos. La química con la que interactuaban era difícil de comprender, ya que no habían tardado casi nada en tratarse como si se hubiesen conocido de toda la vida. Se entendían a la perfección, tenían sentidos del humor parecidos y compartían gustos, sin mencionar el esfuerzo que ambos ponían a las clases, tanto en enseñar como en aprender, y lo mucho que disfrutaban de los resultados.

Chifuyu no había podido sacarse de encima la atracción que sentía por él, pero la situación tampoco daba pie a que se detuviera a pensar al respecto. Ellos dos se juntaban por razones académicas y tuvieron la suerte de hacerse amigos, eso era todo.

Lo cierto era que, además de todo aquello, Chifuyu había cometido el error de prejuzgar a Baji. Lo imaginaba experimentado, confiado, y alguien que no dudaría ni un segundo en ir a buscar a alguien que quisiera. Así fue como consideró que, si aún no había avanzado, era porque no le interesaba de esa manera.

Y estaba bien. Al fin y al cabo, Chifuyu no tenía casos previos para comparar, así que, acostumbrado a la soltería, decidió aceptar la situación y dedicarse a disfrutar casi secretamente la compañía de su alumno preferido. Además, ni siquiera estaba seguro de qué tan profesional sería de su parte hacer un movimiento sobre él. Se preguntó si había alguna regla tácita al respecto.

Baji aún seguía en negación. Buscaba asignarles cualquier nombre a sus sentimientos, siempre y cuando no fuera nada que se pareciera al "amor". El amor no servía para él, quien tenía de este un concepto en extremo pesimista. No importaba cuántas veces sus amigos le dijeran que lo que ocurrió no volvería a repetirse, él ya había decidido su camino. Afecto físico, una única vez, y un "que te vaya bien" era todo. Debía ser todo.

Algunas veces se preguntaba por qué no había ocurrido eso con Chifuyu, y se regañaba mentalmente por pensar en eso, por confundirse de esa manera. "Sólo es lindo," se decía a sí mismo. "Lindo, amable, dulce, divertido... Es un sol, y te encandiló. Es sólo eso, no flashees."

Ambos disfrutaban estar juntos, y lo hacían con una soltura a la vez sorprendente y aterradora. Sin embargo, por diversas razones, ninguno de los dos creía que valiera la pena ir más allá, así que se habían detenido justo donde comenzaba la tensión, mientras disfrutaban del paisaje.

Bajo ese panorama, se les escapaban miles de pequeñas acciones y detalles que no alcanzaban a ser cubiertos por su afán de pretensión, y que provocaban en el otro aleteos en el estómago, sólo para ser ignorados momentos después; masajes no solicitados pero necesarios, interacciones recurrentes fuera de las clases, conversaciones larguísimas que jamás aburrían, invasiones de espacio personal totalmente consensuadas y recíprocas, e incluso una caja de bombones que Baji llevó una vez "como agradecimiento por la paciencia."

Ambos querían autoconvencerse de que así estaban bien.

—¿Este viernes? ¿O sea, mañana? —se escuchó decir a Baji en el teléfono.

Se sabía que Kazutora era un chismoso, y también que Mitsuya no podía evitar hacerle compañía, o al menos apoyo moral, a cual fuera el amigo que tuviese cerca. Eso lo convirtió en Chismoso #2, conversando con Tora sobre de qué podría estar hablando Baji.

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