21. Justo en Frente de los Nachos de Kazutora

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El sábado siguiente, la única fuerza que sacó a Baji de entre las cálidas mantas fue saber que esa noche había una pequeña fiesta en la casa de Chifuyu, y que, como si eso fuera poco, dicha fiesta era para él.

Keisuke era perfectamente consciente de lo exagerado que sonaba el plan. Ningún profesor particular planeaba fiestas para sus alumnos, por muy bien que les fuera. Tampoco era usual que los amigos celebraran con tanta dedicación un logro académico tan inicial como aprobar el primer cuatrimestre del Ciclo Básico Común.

Y el tono impulsivo que Chifuyu empleó, adrede o por error, no dejaba lugar a dudas. Baji pensó que, si estaba de suerte, su amigo tenía algo planeado para él.

Draken realizaba los últimos arreglos del auto en el que había estado trabajando, y su amigo aguardaba junto a él.

—¿Te ayudo en algo? —inquirió, sin dirigirle la mirada.

Baji soltó una breve risa, detectando al instante la irritación en su voz.

—¿Qué te pasa? ¿Hay algo que quieras compartir con la clase? —bromeó, aunque ya sabía la respuesta.

—No me rompas las bolas, Baji. Ando cruzado hoy.

—Bueno, entonces supongo que no vas a lo de Chifu, ¿no?

Draken no respondió, expulsando aire por la nariz. Su silencio expresaba a gritos lo arrinconado que se sentía.

—Bueno... entonces supongo que vas —terció Keisuke, victorioso.

Había visto y escuchado suficiente. La tensión entre Manjiro y Ryuguji podía cortarse con un cuchillo, y Baji no veía la hora de que desataran cual fuera el nudo que había entre ellos. Se llevaban bien, y a los cinco minutos dejaban de hacerlo. Eran dos infantes en cuerpos adultos; temperamento de hombres, razonamiento de niños.

Además, Baji conocía muy bien a Draken. Se necesitaba mucho para sacarlo de sus cabales de esa forma, y transformarlo en un idiota consagrado. Mikey no parecía ser cualquiera.

—Se —coincidió Draken, dándose por vencido.


Luego de unos últimos arreglos, un trayecto a pie y un par de duchas, Baji y Draken se preparaban para la noche, cada uno en un espejo distinto.

—Tendríamos que haberle hecho caso a tu vieja —comentó Draken—, cuando nos dijo que nos cortáramos el pelo.

—Sí, pero no le podés hacer nada si está cortito. Prefiero tardar un poco más arreglándome, pero quedar bien fachero —mientras decía esto, se acercó a su amigo, tomó una de las solapas de su saco estampado y lo abrió apenas— ¿Cómo estoy? —quiso saber, al mismo tiempo que daba una vuelta en el lugar.

—Estás re bien, ¿pero no es mucho? Pensé que era una jodita tranqui.

—La verdad que sí, pero no se me ocurre dónde carajo voy a usar el traje este que me regalaron.

Draken rió, dándole la razón. Un estudiante que trabajaba a medio tiempo en un taller mecánico probablemente no dispondría precisamente de innumerables ocasiones para lucir un traje de tres piezas, rojo oscuro, con un patrón de líneas curvas en color negro.

Descartó el chaleco blanco y negro, decorado con dibujos aún más intrincados que el saco. Removió la camisa negra desde dentro de sus pantalones, aflojó su corbata (que combinaba con el chaleco, pero sin este, resaltaba distintiva), y coronó la personalización de su elegancia colgando una cadena de su cinturón, como cualquier punk de los 2000.

Draken había elegido un aspecto más modesto. Una camisa color vino con dibujos pequeños y simples, al azar, delineados en rosa pastel y sólo visibles de cerca, combinada con un pantalón de jean marrón oscuro, fácilmente confundible con el color negro. Sus Vans daban la advertencia de que su look seguía siendo casual, y que el rey del desfile sería Baji.

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